Ahora que no tenía nada que perder, ella era libre".
Paulo Coelho
Ariadna despertó un poco perturbada, mira el reloj de pulsera, ya pronto amanecería. Aún siente la angustias de tener que mirarlo a los ojos y ocultarle lo que ocurrió. Se levanta de la cama, se asea y se viste, el vestido de seda que compró exclusivamente para una noche apasionada con Akran, está manchado de otra historia, lo rasga con sus manos y lo echa al cesto de basura.
Minutos después suena la puerta. “Dios, es él” piensa. Angustiada va hasta la puerta, abre y al verlo se refugia en sus brazos. Él la abraza con fuerza, sus corazones se estrechan al mismo tiempo, el de ella un corazón arrepentido, el de él, un corazón con miedo.
—Te extrañé anoche —susurra a su oido. Ella se siente aún más culpable por lo que pref
