II

2110 Words
Con la respiración agitada, me dejo caer en la cama. Todavía no puedo dejar de temblar. - ¿Todo bien? – por el rabillo del ojo lo veo desplomarse a mi lado, igual de agitado que yo y cubriendo sus ojos su antebrazo. - Todo perfecto – incluso repetiría encantada de la vida si no fuese porque este hombre no me dio tregua y ya está amaneciendo. - Podemos tomar un baño y después te llevaré a casa – también es un caballero, incluso tomó mi mano cuando me montó en su carro y luego cuando nos bajamos en uno de los moteles cercanos a la discoteca. No sé su nombre, tampoco su edad y mucho menos si es alguien casado o no, hay mucho peligro en haber aceptado esta pequeña escapada, pero me arrepiento absolutamente de nada. - No te preocupes, ya voy tarde al trabajo – me estiro hasta me celular, mandando una manito como prueba de vida a las muchachas y confirmando que voy algo tarde. Lo mejor será ir de una vez, tomar un baño rápido en el hospital y ponerme uno de los uniformes que siempre dejo en mi casillero. - Son las cuatro cuarenta – dice después de tomar su celular. - Lo sé, entro a las cinco treinta – un horario de mierda, si me preguntan. Me pongo de pie estirándome y sintiendo ese delicioso hormigueo en las piernas. Definitivamente fue una buena noche. - ¿Necesitas que te lleve? – volteo a verlo después de ponerme mis pantalones de cuero. - No hace falta – me coloco el sostén viéndolo fijamente. Parece un modelo en una sesión de fotos, luciendo tatuajes a lo largo de su tersa piel, un par de cicatrices en sus costados y la sabana cubriendo estratégicamente su entrepierna. ¿Cómo es posible que todavía y con cicatrices su cuerpo luzca como un monumento que adorar? Yo podría pasar la lengua por ese cincelado abdomen otra vez, claro que sí. - Me parece que estás huyendo – suelto una pequeña risa terminando de vestirme y sintiendo la sensualidad en su floja y pequeña sonrisa. Él luce como alguien que no tiene ese gesto seguido. - Quizás sí, o quizás solo soy doctora y mis turnos siempre son los más mierdas – tomo mis tacones y cuando ya estoy completamente vestida, me acerco a dejar un beso húmedo en sus labios. >> Gracias por la noche, fue un placer – y sin más, salgo de la habitación, entre suspiros satisfechos y rugidos de mi estómago. Después de ese baño compraré algo en la cafeteria frente al hospital. Tendría comida gratis adentro pero no es un mito que la comida de hospital es asquerosamente insípida. -------------------------------------------------------- - Lo primero que me dijiste cuando llegamos es que no me perdiera y resulta que la que se fue a follar y abandonó a sus amigas fue otra – suelta con voz gatuna Jess desde el otro lado de la cortina de la ducha. - Jessica, no seas intrépida – escucho la tierna voz de Violett junto a la rubia. - No estoy haciendo nada, solo estoy preocupada por mi amiga, pensé que la habían secuestrado o algo – sí, claro que está preocupada. - Después de tantas veces siendo tú la que te pierdes, está bien que de vez en cuando Letty y yo lo hagamos – abro la cortina, recibiendo la toalla que amablemente me extiende la castaña e ignorando a la rubia para ir por mi uniforme. - No diré lo contrario, tienes razón, deberíamos salir hoy otra vez, ahora es turno de Letty ¿cierto, hermosa? – veo como la Barbie viviente abraza a la tierna muñeca que parece no saber en dónde meterse. - Chicas, ya saben que a mí no me gustan esas cosas… - apenas termino de vestirme ya me siento un poco incomoda. Apenas salga de aquí iré a casa, me meteré en mi hermosa bañera hasta que el agua esté fría y luego me aplicaré todas esas cremas que me encantan. Me lo merezco, claro que sí, un baño como dios manda y todas esas lociones que hacen mi piel suave y dejan un olor delicioso. - Opino que te falta sexo – sigue molestándola Jessica. - Yo estoy de acuerdo, a veces un polvo puede revivirte – me estiro con una sonrisita recordando la noche tan buena que tuve. Sí, me siento rejuvenecida. - Mírala, siempre con cara de culo y hoy parece toda alegría ¿ves cómo un polvo si nos arregla la vida? – sigue molestándola Jessica mientras las tres salimos del baño y nos vamos a empezar nuestro trabajo. Me encargaré de comer algo después, muero de hambre, pero quién me manda a rechazar el aventón del hombre que me ha dado el mejor polvo de mi vida, exacto, nadie, solo yo. - Chicas, accidente de tránsito en cadena, necesitamos que se multipliquen – llega el jefe con varios portapapeles que dejan en nuestras manos - ¡Rapido! – chilla haciéndome saltar del susto. - Listo – le digo y junto con las chicas y un par más de residentes, nos adentramos rápidamente a la sala de emergencias, que como no, es un desastre. Hoy será un largo día. ------------------------------------------------------------------- - ¿Sí nos iremos de fiesta? – le doy una mala mirada a Jessica mientras sigo consolando a Violett, que no deja esa aura deprimida como cada vez que se le muere un paciente. - Cariño, no fue tu culpa, ese hombre estaba muy herido, solo un milagro pudo haberlo salvado – nos entrenan desde el principio sabiendo que no podremos salvar a todos, lo sabemos, a mí también se me ha muerto algún paciente, es triste y me hace sentir impotente. Pero es el ciclo de la vida y aunque nuestro trabajo es curar a las personas, no siempre será posible, aun cuando tengamos las herramientas y conocimientos, a veces, simplemente es tiempo de irse. O a veces no, así como ese vagabundo que llega semanal con apuñaladas y que he revivido tres veces hasta ahora. La muerte es curiosa. Algunas personas creen que vinimos a este mundo a cumplir una misión y al terminarla nos vamos ¿Pero qué misión pudo haber cumplido un niño de cinco años y que es lo que le falta por cumplir a un hombre de cincuenta? Curioso, y triste, no sé si injusto, pero definitivamente intrigante. - Ese hombre tenía un bebé pequeño, tenías que ver a su esposa, solo eran ellos dos, hasta tuvo que llevar a su bebé porque no había quien lo cuidara – vuelve a llorar en silencio. Levanto la mirada hacia Jess. Ella es la que tiene más tacto para hablar en estas situaciones, yo soy más de ir al grano y por eso paso como insensible. Todavía estoy trabajando en eso. - Cariño, lo que pasó fue algo horrible, personas murieron y otras quedaron desbastados por la pérdida de un ser querido, pero así es la vida, no siempre salvaremos a todos, los que nos queda hacer es aprender y seguir luchando por perder la menor cantidad de pacientes posibles – las tres nos detenemos en la mitad de la calle y apretamos en un abrazo a la más bajita. - Gracias chicas, son las mejores – nos separamos y veo como se ríe bajito – Lo siento por ser tan débil, yo me haré más fuerte – le dejo ir un ligero golpe en la frente antes de volver a abrazarla. - Tonterías, ya eres fuerte – Jessica se inclina un poco y planta un ruidoso beso en su frente. - Mejor ya vámonos a casa, yo me quedaré contigo hoy, gordita bonita – asiento, más tranquila sabiendo que Violett no se trasnochará quemándose la cabeza en una culpa que no tiene que sentir. - Yo también ya me voy a casa, cuidado por el camino – beso la mejilla de Violett y le muestro el dedo medio a Jessica, quien rueda los ojos antes de lanzarse a abrazarme y besar mi mejilla, lo que me hace reír. - Nos vemos, perra mala – finalmente me doy media vuelta y camino tranquilamente entre las oscuras calles de Seattle. Llego al pequeño edificio de cuatro pisos en donde vivo, tarareando y pensando con anhelo en mi bañera llena de burbujas, subo las escaleras con la misma vibra y cuando cierro la puerta ya tengo la camisa fuera, hasta que alguien toca mi puerta desesperadamente. - Mierda – mascullo enojada y abro la puerta en sostén - ¿Qué? – relajo un poco mi gesto cuando noto que es Paul, el vecino de arriba que tiene quince y más de una vez me ha llamado asustado para curar los golpes de su madre. - L-lo siento, Elle, sé-sé que debes de estar cansada y… - niego entre sus piros y me adentro para volver a ponerme la camisa. - No te preocupes, dime que pasa – despeino su cabello suavemente. - Iba a botar la basura y-y había un cuerpo – me paralizo. - ¿En la basura? – asiente. Tomo su mano y después de cerrar mi puerta y asegurar que cargo las llaves encima, camino rápidamente con él hasta el callejón al lado del edificio. - ¿Está muerto? – me adentro al conteiner con cuidado de no pisar el cuerpo y empeorar la herida, me inclino sobre él y puedo sentir un pulso débil. - No, ayúdame a sacarlo – con toda la fuerza que tengo, levanto al hombre, como puedo y Paul lo recibe con dificultad. El tipo es una montaña andante – Vamos a llevarlo a mi casa y después llamamos una ambulancia – el pobre chico se pone de todos los colores por el esfuerzo, por lo que me apresuro a ayudarlo. La subida no es más fácil que sacarlo de la basura, y cuando finalmente lo echamos sobre mi sofá, me impresionan dos cosas, la primera es que mi espalda sigue en su lugar aun y con todo el esfuerzo que hice. Y lo segundo, que este tipo me hizo ver las estrellas hace unas horas atrás. - ¿Segura que está vivo? – su cara está ensangrentada, tiene una camisa blanca, o se supone que así era, pues ahora está a tirones y cubierta de sangre. - Sí, todavía respira – me acerco a la caja de primeros auxilios y tomo la linterna y el estetoscopio – Pero es difícil saber hasta cuando, llama a una ambulancia – me dejo caer sentada en el piso al lado del hombre. - Sí – veo como toma su celular y empieza a marcar, pero una mano rodea mi cuelo y me hala con fuerza. - Sin hospitales – hago un poco de impulso para soltarme, pero es fuerte, entonces, parece que me reconoce y me suelta de inmediato - ¿Qué hago aquí? – volteo hacia Paul que luce más pálido de lo normal. Lo último que me falta es que el crio se desmaye en mi sala. - Yo me haré cargo, Paul, gracias por ayudarme – asiente y sin más, sale corriendo - Eso me pregunto yo ¿qué haces aquí? – tomo una tijera y rasgo su camisa. Bueno, esto está muy mal. Hay dos orificios de bala, por fortuna en sus costados, esquivando sus órganos vitales, pero no dejan de ser disparos, sin mencionar el par de apuñaladas y las cortadas grandes. Se ensañaron con él. - ¿Seguro que no quieres ir a un hospital? Luce bastante mal – y todavía no he revisado de donde sale toda la sangre que mancha su cara. - Nada de hospitales – repite entre quejidos, sentándose. - Espera, no te muevas tanto – tomo el algodón y el alcohol y comienzo a desinfectar herida por herida – Tienen orificio de salida, esa es una buena noticia – palpo con cuidado sus costillas. - ¿Hay una mala? – arqueo una ceja. - Muchas, tienes al menos dos costillas rotas, esta apuñalada muy probablemente perforó tu hígado y has perdido mucha sangre – bajo las manos con agotamiento – Creo que necesitas un hospital. - Dijiste que eres doctora ¿o en serio estabas huyendo? – suspiro con pesadez, volteando a tomar las cosas que necesitaré. - Doctora Gabrielle Hopkins, un gusto conocerte – empiezo a suturar sus heridas, sabiendo que si yo no hago algo al respecto, morirá en mi sofá. - Dmitry Bogdanov – dice con un acento marcado que antes no había identificado – Es un placer volver a encontrarte, encanto – en que mierda me metí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD