Capítulo 1: Maldita Bruja del Negocio

1668 Words
Estoy en mi oficina de Guaynabo, desde aquí nos hacemos cargo de todos los papeles y negocios. Prácticamente, me paso la mayor parte de la semana en estas cuatro paredes. No hay nada mejor que disfrutar mi soltería, estar libre y no dar explicaciones a nadie. Aunque nunca las ofrezco, soy la dueña de mi vida y la manejo a mi antojo. A mis treinta años me siento bien con mis logros. Mi padre antes de morir me dejó una buena cantidad de dinero. La invertí en mi primer restaurante de comida asiática con estilo boricua, se llama "Borin China". Fue cuesta arriba lograrlo y localizarlo en Condado, San Juan fue mi ancla. Desde ahí empezó mi nueva vida, a los veintiséis años experimenté la vida del negocio y todo junto a mi mejor amiga. La convertí en mi socia, Solimar se encarga de la Boutique "Mar Fashion" y junto a mi ahijada salimos a flote. Delante de mí se encuentra mi asesor financiero Sergio Collazo, y me observa serio. Es de confiar, en estos cuatro años nos hemos hecho buenos amigos. Estoy observando unos papeles de un terreno que vamos a comprar y pronto haremos una academia de baile. Él me mira con orgullo y determinación. Me gusta su etiqueta de trabajo, sabe diferenciar todo y también es buen amante. Solo hasta ahí, él sabe que el amor no está en mis planes y menos ahora. Mi ahijada Camillia morirá con esta sorpresa, firmo los papeles y se los entrego. Es como mi hija, tiene dieciocho años y su mamá es Solimar. Mi mejor amiga y socia quedó embarazada a sus dieciséis años, mi familia es la suya. Nos llevamos cuatro años, Solimar tiene treinta y cuatro años, pero la finca nos unió. Mi padre se dedicó a la crianza de caballos, el padre de Soli, era su mejor amigo. Nos fuimos acompañando cada día, ya que nuestras vidas se parecen y madres nunca tuvimos. No tener el cariño de mi madre me hizo más dura y Solimar guardaba su rencor. Mi madre, una vividora, con una buena suma de dinero, me abandonó. Lloré en su tiempo, pero ahora el dolor se convirtió en resentimiento. —Un buen negocio, uno más para tu éxito —dice Sergio con una sonrisa de lado a lado. Lo observo, es alto, buen cuerpo, moreno de ojos miel y su pelo de indio. La palabra elegancia lo distingue, su traje de rayas y su porte es único. Lástima que soy muy perra, amar a uno solo, por ahora no está en mi mundo. —Me encanta saber, me llena de una manera excitante y me endulza que sepas que soy la maldita bruja del negocio. —Me relamo mi labio inferior y mi sonrisa de coqueta luzco. La mirada de Sergio me degusta, sé que muere por poseerme y me recuesto en mi silla. Sus ojos fijos en mí, me acaricio mi pronunciado escote y casi se babea. Se acerca a pasos gigantes, pone sus fuertes brazos a cada lado de la silla y acerca su cara a la mía. Le rozo mi nariz en la suya, se le escapa un gemido profundo y muerdo su labio inferior. En eso suena mi celular, el sonido de salsa y sé que es mi Camillia. Empujo a Sergio, veo su frustración y a mí me importa tres carajos. Busco en el desorden del escritorio y respondo. Me fijo en la tremenda erección de Sergio, me sonrío y veo que se ajusta su paquete. —¡Cielo, hola! —Hablar con Camillia es lo primero siempre, ella es mi luz. Ella ama bailar, es una maestra en ese tema y por eso compré el terreno. Tendrá su academia, su mayor sueño y será su regalo por ser tan aplicada. —Necesito tu ayuda. Bueno, siempre la necesito, porque con Solimar todo es guerra y problemas. —Su voz es irritada y suspira. La consiento tanto a mi pequeña, Solimar es muy fuerte con ella y peleamos por ello. Pero me molesta que sea tan falsa, cuando ella a sus dieciséis estaba cabalgando potros. Cuando Camillia a sus dieciocho, se pasa bailando y leyendo. Sus amigos la adoran, es tan alegre y segura de sí. Le aconsejo que si quiere entrar al mundo del sexo, protección ante todo. Por eso me tiene más confianza. —¿Qué tramas Cami? Suelta la sopa, la curiosidad me pica. —La escucho reír y me imagino sus hoyuelos marcados. Ella es un diamante, es rubia con su cabello lacio hasta la espalda, ojos verdes y pálida. Es toda una belleza, la cual estoy orgullosa de ser más que su tía. —Hoy es el cumpleaños de Frank, se me ocurrió esta increíble idea. Un party bus, saldremos a la medianoche, estaremos tres horas bailando a todo dar y Solimar me está gritando. —Escucho a sus amigas suplicando ayuda. Me sonrío, me imagino a Sol, y sé que me meteré en un lío. Quiero que disfrute, la vida es una y para eso es la juventud. Sergio se sienta en la silla, se ve incómodo y mira su reloj. —Listo, ve disfruta por mí, de la fiera me encargo yo —empiezan a gritar y agradecer sus amigas—. Escucha, Camillia, confío en ti y siempre lo he hecho. Sin embargo, necesito protección, que seas cuidadosa y nunca pierdas la mente. —¡Claro que sí! ¡Te amo, mamá! Siempre lo has sido y solo tú me comprendes. —Escucho silencio y sé que está alejada de sus amigas. Mi corazón está más que feliz, siempre ha sido un placer ser su mamá. La vida me la regaló, cuando Sol quedó encinta tenía muchas dudas e ira con el infeliz peón de la finca. Mi padre lo molió a golpes, cuando él exigió que abortara y lo echó a patadas a la calle. Desde ese momento mi padre se hizo cargo de la bebé. Sol estaba sola, su padre murió de un ataque y mi padre la adoptó. Ella siempre tenía resentimiento, pero empeoró por ese peón, quedó enojada con la vida. Cuando nació Camillia no la atendía, ni la miraba y cuando la cargaba empezaba a llorar. Estaba inestable, un día lloraba y al siguiente renegaba. La empecé a cuidar, me levantaba para darle su biberón y la arrullaba. Es mi princesa, mi razón de sonreír y también de ser mujer de negocios. Al morir mi padre me asusté, pero Camillia me ayudó y por ella es que triunfo. Es mía, aunque Sol diga misa, ella es versión mujer de su padre. —¡Te amo más mi cielo, eres mi luz siempre! —Siento un taco en mi garganta y me hago la fuerte. —Besos, te enviaré fotos y mensajes. —Cuelga la llamada y suelto el celular en el escritorio. Sergio se encuentra mirando su celular y me levanto. Me acomodo la falda ajustada de color n***o, camino sexy y paso por su lado. Consigo su atención, aquí nada pasará n***o y saco mi chulería. —Me avisas cuando esté todo arreglado, necesito poner en marcha la construcción. Tengo trabajo, así que nos vemos. —Agarro el pomo de la puerta, la abro y espero que se marche. La secretaria asustadiza me mira, la ignoro y espero por Sergio. Sale de su estado de idiota, recoge su maletín y se acerca con su semblante duro. —Te aviso —su ceño fruncido es la prueba de su molestia y resopló—. Espero que la próxima vez termines lo que empiezas —dijo con su voz ronca y dolida. —No prometo nada, el menú es variado en mi vida —lo miré altiva—. Tal vez, no repita. Es muy soso y frío. —Veo sus ojos miel rabiar y se marchó. Bien, vete en silencio, no estoy para ti idiota. Termino cuando a mí me plazca y más peces gordos hay en mi vida. Tiro la puerta fuerte, en eso suena mi celular y la música me indica que es Sol. Me imagino sus reclamos, me acerco al escritorio y respiro profundo antes de responder. —¡Hola, Sol de mi vida! —Siempre que está enojada y endiablada le digo de esa forma. —¡Ahórrate tus mierdas! ¿Por qué? —habló con su tono alto y espera mi respuesta. Me duele llevarle la contraria, pero ella tiene que ser más llevadera. Así que sigo en guerra por Camillia. —Ella va a una fiesta, tiene dieciocho años y es normal que salga. —Mi voz calmada y eso le prende más. —Cuando ella quede embarazada, me avisas. Me tienes harta Kendra, no eres su madre. No quiero que arruine su vida como yo. —Esas palabras me sacaron la diabla en mí y calmada no estoy. —Vete a la mierda, sabes que nunca fuiste una madre. No la cuidaste, podrás haberla parido, pero ella es mi hija. Lo sabes Solimar, así que la próxima vez que vengas con reclamos lávate la boca —respiro y la línea está en silencio—. Si algún día queda embarazada me haré cargo de nuevo y nada pasará. La dejo colgada y no espero su mierda. Ella no es madre, nunca lo fue y se atreve a decir que no lo soy. La amo, la trato de entender, pero no tolero que se meta con mi princesa. Camillia, es la luz en medio de mi oscuridad. Me sirvo una copa de champán, camino de lado a lado y entre sorbos voy recogiendo el desorden. Al menos, he conseguido organizar el escritorio. Agarro mi cartera y termino mi champán. Salgo de la oficina, veo hacia mi secretaria ratoncito y abre sus ojos gigantes. —Saldré, cualquier cosa toma nota y mañana me informas. —No espero por más y me marcho de la oficina. «Necesito sexo, necesito despejar mi mente y olvidar la maldita oscuridad».
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