Dos meses después… Gustavo guiaba lentamente a su esposa de las manos hasta llegar a su casa, Natalia estaba vendada de los ojos. Con mucho cuidado la guió hasta la fachada, donde tenía un buen ángulo de la casa. — No abras los ojos aún – dijo Gustavo una vez le quitó la venda. — Está bien – soltó una risita nerviosa. Gustavo sacó una cámara y le tomó una fotografía para el gran momento. — Bien, ábrelos – dijo Gustavo con una gran sonrisa. Frente a sus ojos, estaba una gran casa. Rodeada de árboles enormes, mucho verde por todas partes, parecía una casa sacada de una revista. Miraras por donde miraras, su vista era increíble. Enormes ventanales en el segundo piso, roca firme, una fachada muy rústica, le encantaba la casa y el lugar donde estaba sitiada. — ¡Dios mío! – Nat se puso l
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