Prefacio
Los gemidos y jadeos se escuchaban en la habitación, con cada embestida el sonido de las esposas resonaba en sus oídos, les provocaba un dolor en las muñecas y los tobillos, la cama rechinaba contra el piso, el olor a sexo y sudor, el cosquilleo en sus vientres señal de que estaban llegando al climax.
— Gus… Mierda – gimió la morena, con los ojos cerrados, sintiendo como todo su cuerpo se contrae ante el cercano orgasmo.
— Vamos nena – susurro a su oído, mordiendo el lóbulo de su oreja – Damelo.
— ¡Oh Dios! – volvió a gemir intentando moverse pero las esposas y las cadenas se lo impedían.
— Correte Nat, correte para mí — el rubio tomó el mentón de su chica para poder verla.
— ¡Mierda! ¡Gustavo! – estaba tan cerca de llegar.
Gustavo guió sus manos esposadas hacia su cabello para jalarlo hacia atrás y tener una mejor vista de cuando llegara al éxtasis total, aumentó sus embestidas y en pocos segundos ella llegó a la cumbre del placer, abriendo su boca y emitiendo un fuerte gemido, cerrando los ojos mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas combinandose con su sudor. Gustavo sonrió gustoso, saboreando el orgasmo de su chica, le acompañó un minuto después.
Juntaron sus frentes, jadeando y tratando de recomponerse para quitarse las esposas y poder moverse.
— Amo como me follas – susurró Nat cuando pudo recuperar el aliento.
— Y yo amo follarte cariño – jadeo Gustavo, la miró y le sonrió. - ¿Cuándo se nos ocurrió esposar nuestras manos juntas? – dijo tomando las llaves de ambas esposas, ya que habían esposado sus manos.
— Eso es lo de menos – Natalia masajeó sus muñecas que estaban rojas por los bruscos movimientos que llegaba a hacer Gustavo. – ¿Cuando nos encadenamos a la cama? – movió sus pies y sonaban las cadenas.
— Mayor placer – le dio un guiño antes de separarse de ella para desencadenar sus pies, cuando estuvieron libres se acercó a su chica y tomó sus muñecas que tenían marcas. – Siento haber sido brusco – masajeó las muñecas de la chica.
— Jamás te disculpes por ser el mejor en la cama – le sonrió y se acercó para darle un corto beso en los labios. – Debo ir a trabajar.
— ¿No puedes quedarte? – hizo un puchero mirando como se levantaba de la cama.
— Lo siento Gus – lo miró. – Hago turno doble en el hospital, salgo mañana temprano.
— Está bien -suspiró. – Pasaré por ti — pasó una mano por su cabello mientras seguía admirando el cuerpo desnudo de su chica.
— Vale – le sonrió. – Voy a darme una ducha y te lo digo porque aún falta una hora para que vaya al trabajo.
— ¿Qué estás insinuando? – sonrió divertido. Sabiendo que Natalia llegaba a tener ideas muy alocadas.
— Que tal vez alguien deba recibir un castigo – sacó un látigo de su cajón. – Antes de darse una ducha – le sonrió y se fue al baño.
— Esta mujer me matara un día – sonrió siguiéndola al baño.
{…}
El sonido de llantas derrapando sobre el asfalto llamó la atención de muchos, pero al ver de quien se trataba no le tomaron mucha importancia.
— Llego tarde de nuevo – dijo Natalia mientras se amarraba el cabello y arreglaba su labial.
— Eres la segunda al mando, no debes preocuparte por eso – sonrió Gustavo.
— Y es por eso que debo dar un buen ejemplo – se acerco a darle un beso en los labios. – Te veré mañana amor.
— Te veo mañana linda – sonrió mirando como salía de su auto para entrar al hospital. – Bien, ahora vayamos a joder a alguien – encendió la radio y condujo hasta llegar a la comisaría. – Pero miren al señor comisario.
— Gustavo, perro – sonrió Horacio al verlo. - ¿Qué haces tú por aquí?
— Ya sabes, quise venir a ver a mi hermanito – le sonrió. - ¿Estás ocupado?
— Debo organizar la malla – lo miro y Gustavo le dio una mirada que él entendió de inmediato, tomó su radio y suspiró. – Comisario Rodriguez se queda en H50, debo salir.
— 10-4 Comisario — respondieron por la radio.
— Vamos pues – suspiro siguiendo a Gustavo, subieron a su auto - ¿Auto nuevo?
— Tiene una semana que lo compre – le sonrió - ¿Te gusta?
— Me encanta – sonrió Horacio. – Ahora, ¿me dirás que pasa?
— Sí, mis muchachos encontraron una rata metida en las alcantarillas – suspiró, mientras se detenía en una luz roja. – Muy buena mercancia.
Todo el mundo sabía quién era Gustavo, sabían que era el ojo de todo Manchester y que ningún negocio sucio pasaba sin ser visto por él. Lo que le daba el poder de entregar a los repugnantes a su hermano el policía, mientras que él seguía en lo suyo. Todos ganaban.
— ¿Qué trafica? — preguntó una vez que la luz se puso verde.
— Te consigue lo que tú quieras, pero se especializa en el ámbito de los más jóvenes. – lo miró unos segundos. – Me ofreció una niña tailandesa por medio millón, me mostró fotos y todo el rollo.
El tráfico de niños y jóvenes era algo que a ambos les era muy repulsivo, algo que desearían eliminar por completo, pero era imposible.
— ¿Qué hiciste con él? — preguntó intrigado.
— Lo tengo en mi sótano, tiene mucha mierda para hablar por eso te lo digo, te serviría de algo.
— Vale, solo me das los datos y me encargo del resto — le sonrió.
— Vale bebé.
— ¿Cómo vas con lo tuyo? ¿Quieres una mano?
— No, por el momento estamos bien – le sonrió. – Remodele el club, ya puedes ir y si quieres llevar a tus amigos.
— Gustavo no puedo ir a tu club, soy agente de la policía.
— Un agente que me bailo en el tubo el dia de mi cumpleaños, joder no seas tan puritano y ven al club, te extrañamos todos. – detuvo el auto frente a una cafetería, los dos bajaron del auto. – Además ya está remodelado, ni reconocerás el viejo club.
— Está bien, me daré una vuelta antes de llevar a los demás – suspiró. – Ahora ¿me dirás que pasa? – dijo cuando se sentaron en su mesa.
— Sí, bueno – suspiro y saco una cajita de su chamarra.
— No es cierto – sonrió mirándolo - ¿Estás jugando?
— Claro que no – le sonrió -Es muy enserio.
— Hostia puta ¿realmente es la indicada? — dijo mientras tomaba la cajita y miraba la gran sortija.
— Lo es – dijo con una enorme sonrisa.
— Está pesado – dijo al tener el anillo en sus dedos.
— 5 quilates, oro blanco y sus hermosos diamantes – sonrió Gustavo.
— Esto debe valer muchísimo.
— Es todo tu sueldo de 6 años más el de tu retiro – sonrió Gustavo – Y lo que es aun mejor, lo mande hacer solo para ella.
— Joder – dijo Matt aun mas asombrado – Gustavo García sentando cabeza ¿Quién lo diría? Realmente existe Dios.
— Nadie – sonrieron divertidos. – Pero en verdad ella es la indicada, la amo demasiado.
— Y sin mencionar que está contigo en todo – sonrió Horacio entregándole el anillo - Es tu Reina.
— Así es, ella es la Reina de mi imperio.
Gustavo tenía una gran sonrisa, en verdad estaba locamente enamorado de esa chica.
— Te vas a casar con quien te sacó una bala del pecho.
— Era mi destino – sonrió divertido, guardando el anillo. – Se lo voy a proponer mañana.
— ¿Quieres que te ayude?
— Sí, ya sabes una escolta de policías o un helicóptero no estaría nada mal – soltó una risita.
— Aunque quisiera, no puedo – suspiró – Asuntos internos nos está jodiendo, de hecho mandaran a alguien para acá.
— No jodas, eso arruinará mi negocio.
— Tranquilo, tienes inmunidad – carraspeo un poco, y se inclinó en la mesa. – Pero escuche que el cabrón que mandaran es pesado, así que no le gustara que tome un helicóptero para propuestas de matrimonio.
— Maldición – gruñó.
— Pero no significa que no te vaya a ayudar – le sonrió - ¿A qué hora quieres hacerlo?
— Su turno acaba a las 9:00 quiero hacerlo fuera del hospital, justo donde inicio todo — sonrió de lado.
— Vale, tú déjame a mí – sonrió de lado – Tú solo vete guapo e impecable, me encargare.
— Sabía que podía contar contigo — palmeo su espalda, celebrando con entusiasmo.
— Te vas a casar, eso es de celebrar — revolvió su cabello.
— Desquitarnos en la despedida de soltero, ya verás – le dio un guiño y los dos rieron – Pero en fin ¿quieres un recorrido VIP por el nuevo club?
— No esperaba menos – sonrió divertido.
— Lo bueno es que eres policía – soltó una risita, puso los billetes en la mesa – Andando.
{…}
— ¿Este es el club? – dijo Horacio al entrar – Parece un bar más, incluso el Betche está mejor.
— Un respeto wey – dijo Pablo – No has visto nada.
— Esta es la fachada, pero - entraron por una puerta a la izquierda y vio mesas por varios lados, luces rojas, tubos por varios lados, el olor a cuero nuevo de los asientos, la barra del alcohol – Aquí está el mixto, en pocas palabras el lado de los heterosexuales como yo – sonrió y caminaron por un pasillo donde llegaron a otra puerta – El lado de los homosexuales – sonrió al ver como Horacio miraba todo – Y claro no podía falta el lado de las chicas – suspiro.
— ¿Aún está la opción de llevarse a alguien? – dijo Horacio con una sonrisa.
— Claro que sí – Gustavo lo guió por unas escaleras – Esto se ve de la mierda pero en la noche con las luces y la música – llevó sus dedos y los beso – Es una maravilla este lugar – llegaron a la segunda planta – Las habitaciones especiales, donde puedes llevarte a quien más te guste, sea del menú o no – abrió un par de puertas. Una cama, un espejo en el techo, varios juguetes, protección, música, un tubo por si querían un privado antes del show - ¿Qué te parece?
— Es una puta locura – sonrió – Me encanta.
— Eso si, no suben aquí sin haber firmado un acuerdo de confidencialidad antes para proteger la reputación de mis chicas y chicos, también que si ellos llegan a presentar la más mínima queja o presentan un mínimo rasguño, los desaparezco como polvo.
— Perfecto.
— Y bueno – lo miro – Aun falta una planta más.
— ¿Qué? – Horacio comenzó a seguir a Gustavo hasta llegar a la tercera planta, donde había un bar o eso parecía - ¿Por qué quieres dos bares?
— Este bar es para las parejas – lo miro – Las parejas liberales, aquí básicamente es lo que quieras – suspiro – Sexo sin condición alguna, son parejas que vienen a divertirse y conocer mas parejas que quieren sexo.
— Pocas palabras el morbo de ver como se follan a tu pareja – dijo Sergei.
— Exacto – sonrió Gustavo – Nuevamente un acuerdo de confidencialidad, que todo lo que pase se queda ahí, así te estés follando a tu mejor amigo frente a tu esposo se quedara aquí. Y también contratamos limpiadoras porque este lugar quedará muy sucio.
— Espero que la paga sea la mejor – dijo Horacio divertido.
— Será la mejor – le sonrió – Este es mi lugar de trabajo – suspiro – Claro mi oficina queda arriba en la última planta donde llevó a cabo mis trabajos.
— ¿Qué opina Nat de esto? – dijo Horacio.
— Sabes que ella y yo somos liberales – lo miró – Pero claramente me dijo que el día que esta parte se abra, debemos estrenarla como dueños del lugar y no espero más.
— Maldición, ojalá encontrar a alguien así.
— Lo encontrarás Horacio – le sonrió – Y por cierto, tienes un tubo con tu nombre para que el día que quieras hacer un trabajo aquí de calidad y con mejor paga – los dos rieron.
— Me lo pensaré – sonrió divertido. – Bien creo que debo irme.
— Está bien – suspiró. – Llama si necesitas algo para mañana.
— Lo tendré cubierto tranquilo.
Horacio salió del club y Gustavo se quedó reuniendo a todos sus amigos y compañeros para mostrarle el gran anillo que tenía para su chica.
— Ya era hora – dijo Jax – Ya estaba por bajar a tu chica.
— Calma hombre, que será mía por siempre – suspiró. – Aunque claro no del todo, sí saben a lo que me refiero — dijo con una sonrisa, justo antes de que su teléfono comenzó a sonar.
— Así se habla – dijo Pablo.
— Y hablando de la Reina – dijo Gustavo mostrando su teléfono.
— Aún no se casan y ya te controla – todos rieron.
— Calla idiota – dijo Gustavo contestando la llamada – Hola corazón ¿Qué pasa?
— Hola amor, necesito un trabajito.
— Dime de qué clase que por mi mente pasan muchos – los dos rieron.
— Está vez no será uno s****l – dijo después de una risita.
— Vale, dime la situación – dijo Gustavo poniéndose más serio.
— Niño de 7 años, necesita un corazón ya llevá más de dos operaciones y un marcapasos a su edad no es tan factible.
— ¿Algo más?
— En el área de pediatría vendría bien también un riñón y médula ósea, tal vez en el hospital del Norte necesitan más cosas.
— Yo me encargo – carraspeo – Dame unas horas amor, te llamaré cuando todo esté listo.
— Está bien, gracias.
— No agradezcas, es mi trabajo – suspiro – Te llamo en unas horas.
— Bien.
Gustavo cortó la llamada y se giró a ver a sus amigos, que al verlo sabían que había trabajo que hacer. Les dio las órdenes sobre lo que necesitaban, los órganos específicos que necesitaban y todos se pusieron manos a la obra.
Y solo esto era un poco de, digamos su trabajo “sucio” para la vista de ellos hacían una obra buena pero nadie lo tomaría como obra buena. Tomar la vida de un niño, para salvarle la vida a más de 10 niños, era algo justo a la vista de ellos.
{…}
— ¿Estás listo?
— Ojala no estarlo – suspiro antes de darle la última calada a su cigarro.
— Venga que será un trabajo de poco tiempo.
— Conozco a Collins, me trajo aquí solo para joder mi existencia – carraspeo, tiro la colilla de su cigarro – Andando, tenemos trabajo que hacer – los dos caminaron hasta llegar a la comisaría, abrieron las puertas y los comisarios miraron a ambos hombres - ¿Qué tal super nenas? Soy el nuevo Capitán en Jefe Jack Rusell y él es el nuevo Comisario, Viktor Petrov…
— Me cago en mi puta madre – susurró Horacio.
Esos no eran simples agentes, ellos eran de Seguridad Nacional.
{…}
Esa misma tarde Gustavo le hacía una llamada a su novia para informarle que el paquete estaba en camino y que 3 hospitales habían recibido un paquete igual. Cuando hablaba de paquete se refería a los órganos extraídos para salvar vidas. Natalia agradeció, no sin antes decirle que usaría el uniforme de enfermera cuando volviera a casa.
Natalia realizó un trasplante de corazón con total éxito. Horacio se acoplaba al nuevo régimen que había llegado, pensando en lo difícil que sería seguir siendo cómplice de su hermano cuando Seguridad Nacional estaba respirandole en la nuca. Jack por otro lado, sabe a la perfección la mierda que hay es ese lugar, por algo fue enviado ahí, más no sabe tras de quien estará. Y Gustavo dejaba todo listo para la gran apertura de su club, siendo uno de los Reyes del crimen organizado en Manchester, tenía que dar una gran fiesta.