Sofía
La rabia nunca fue una buena opción para mí pese a que me acompañó la mayor parte de mi niñez y adolescencia.
Un lado de mi se arrepentía de haberse excedido de esa forma con la persona que mejor me había tratado, amado y brindado su confianza sin pedir nada a cambio. No pretendía mentirme a mi misma, el divorciarme de Fernando Villa era lo que menos quería en este mundo, pero tenía razones de sobra para exigirlo.
La principal y más grande se debía a nuestras constantes peleas y ahora, sus tontas sospechas de que le era infiel.
Quizá esa era una señal más del cielo para darme cuenta de que la bendición de su amor no era para mí. Alguien como él merecía una mujer completa, libre de un pasado desastroso y capaz de hacerlo feliz. Yo ni siquiera podía ser la esposa modelo que lo esperaba con la cena lista y su postre favorito en la mesa.
"Soy un completo caos."
Pensé con todo mi pesar mientras me daba cuenta de que la exasperación me había llevado de forma inevitable hasta el gimnasio. El mismo lugar al que llegaba siempre que necesitaba ordenar mis ideas con un par de golpes en el saco de box.
–Otro hombre. –chisté para mis adentros y en voz alta, pensando en la insinuación de mi esposo acerca de un amante– ¡Qué imbécil! ¡Yo nunca he pensado en nadie más que en ti!
Un golpe, luego otro y uno más. La exasperación me volvió víctima del coraje que tomó forma en mis trancazos contra el saco de arena, hasta el punto de desahogarme con una lluvia de puños.
La concentración fue tan grande y las ganas de pegarle aumentaron tanto, que no me di cuenta cuando una persona conocida se colocó tras la pesada bolsa. Utilizándola para cubrirse de mis impulsos y lograr mirarme a la cara.
–¡Señora Villa! ¿Acaso planea despellejarse las manos? Empiezo a sentir pena por el pobre saco, déjalo vivir un poco más. Por favor.
Reconocí la voz jocosa y el bonito rostro delicado de Romeo Greco, el hijo mayor del candidato a primer ministro y dueño de la vinícola más grande del país.
–¿Qué haces aquí Greco? ¿Acaso no conoces el significado de privacidad?
–Ah Sofía, siempre tan delicada y amigable. Me sorprendió verte aquí un miércoles por la noche. ¿No era hoy el cumpleaños de tu maridito?
Incluso él lo sabía, y es que, el regalo nada discreto que le había hecho su propio padre, fue como la manera más descarada para pedirle una oportunidad de al menos tener una conversación. Que me lo recordará solo incrementó mi furia para con la bolsa, importándome muy poco que el muchacho se encontraba tras él.
Mi conexión con los Greco se debía netamente al trabajo, sin embargo, Romeo fue el único con quien logré congeniar medianamente pese a que era un par de años menor que yo. Coincidimos en nuestro lugar de entrenamiento y aquello nos había dado la cercanía que al parecer él mismo se buscaba.
–Eso no es de tu incumbencia. Si me disculpas, necesito estar sola.
Sus ojos azules me miraron fijamente, rehusándose a acatar mi pedido.
–Si estás aquí, desquitándote mediante el box, quiere decir que algo salió mal. ¿No es así? ¿Necesitas hablar con alguien?
Me detuve solo para tomar aire y pensar en su extraño, además de nunca solicitado apoyo moral. Tal vez sus intenciones eran buenas, pero yo no necesitaba de nadie para resolver mis problemas, mucho menos a él.
–Te estás equivocando si crees que vas a encontrar en mí a una Julieta, Romeo. –ironicé con su nombre– Detesto hablar de mi vida personal con amigos y tu y yo ni siquiera lo somos. Agradezco tu interés, pero en estos momentos, no necesito a nadie.
Y sin pensarlo dos veces me aparté de allí, dándole la espalda.
No necesitaba un amigo o un confidente. Solo quería caer rendida a la cama y soñar con mi vida libre de penurias.
–¡Si necesitas soltarlo todo con alguien no dudes en buscarme!
"Pero qué chiquillo para más atrevido y metiche"
Medité sin siquiera girarme a verlo antes de desaparecer tras los vestidores femeninos.