5.- Sentimientos

1489 Words
(Abril)    Sentí un golpe muy fuerte y me asusté, creí que la casa se estaba viniendo abajo conmigo dentro, pero me calmé al ver que todo quedaba en nada, no se venía ningún derrumbe ni se escuchó ningún otro ruido. Me asomé al ventanal y vi al líder del grupo acercarse a un auto azul metálico. Justo antes de subirse, miró hacia arriba, solo fue un segundo en el que nuestras miradas se cruzaron y me pareció ver culpa en sus ojos, de todos modos, retrocedí asustada. Ese hombre desbocaba mi corazón y lo hacía latir a mil por segundo, aunque no estaba segura si era miedo o atracción lo que sentía por él… O ambas cosas. Volví a la ventana cuando sentí alejarse el coche a toda velocidad, solo había cuatro vehículos. ¿Quién más habría salido? Manuel no, su auto estaba allí, por lo menos aquel en el que me había llevado a esa casa. Pensé en Manuel. Lo sentía extraño; aunque no me hizo daño, me sentía pequeña con él… Era como si estuviera frente a alguien con mucho poder sobre mí. Con Joseph era todo lo contrario, sentía que con él todo estaría bien. Recordé su mirada, su cara; aunque era un hombre sin edad, como todos allí, él parecía ser el más joven y agradable, también parecía triste, abatido y desolado; no obstante, ¡me miraba con tanto amor! Tenía tantas ganas de abrazarme a él y no soltarme nunca, por lo menos, hasta que todo aquello pasara, hasta que todo estuviera bien. ¡No podía pensar así! Tal vez a él ni siquiera le importara. No. Intenté convencerme a mí misma de que sí, se le notaba en la mirada; estuvo conmigo cuando me sentí mal, con una sola caricia calmó mis dolores y malestares, podría haberse ido y no hacerme caso, sin embargo, hasta que se fue del cuarto, se preocupó por mí. Volví a pensar en mi incierto futuro. ¿Qué me harían? Si Ricardo no acudía, yo pagaría las consecuencias, eso estaba más que claro, solo esperaba que no fuera tan doloroso y traumático como lo había sido la noche anterior, no quería seguir sufriendo. Esperaba que Ricardo sí apareciera y me sacara de ese lugar, aunque no estaba segura de querer irme con él. ¡Estaba tan confundida! Me dormí. Mis pesadillas no me abandonaban, mucho menos cuando dormía a ratos; cada vez que dormía, despertaba angustiada, incluso, cuando desperté por el golpe estaba soñando y cuando desperté llamaba a “Ray”, no sé quién sería, seguramente era quien me torturaba y mataba en mis pesadillas, esperaba que no fuera ninguno de los hombres que vivían en esa casa porque, entonces, estaría perdida. Mis pesadillas se harían realidad. Y el otro, Leo, al menos así se llamaba en mis sueños, parecía que no estaba de acuerdo con que me tuvieran allí, pero no podía hacer nada, la noche anterior había salido enojado cuando el hombre me cortó la mano, aparte de eso, ¿qué más podría hacer ante un loco como el que me tenía allí? Me sentí desamparada. Ninguno de ellos se arriesgaría por mí, ninguno me defendería. Y cómo hacerlo si el líder parecía no tener compasión por nadie y mucho menos la tendría por mí o por quien me defendiera. Mi fin estaba escrito, no había nada qué hacer, pero yo no quería morir, no de la forma de mis pesadillas. En realidad, no quería morir de ninguna forma. Mi vida nunca había sido fácil. Mi mejor tiempo fue cuando vivían mis padres y mis abuelos, pero cuando mi abuela murió, mi abuelo no pudo soportar estar solo y la siguió un par de meses después. Yo tenía diez años y, aunque era pequeña, todavía podía recordarlos con mucho cariño. En ese momento, recordé cuando mi abuela me decía que debía prepararme para grandes cosas, porque el futuro del mundo dependería de mí. Sonreí triste. Yo era una cobarde, no podía enfrentarme a seis hombres, ¿cómo se suponía que podría salvar el mundo? Me ovillé en la cama, tenía miedo. Si yo era alguien importante como decía mi abuela, era lógico que mis enemigos quisieran matarme. Y yo no quería morir, ni salvar el mundo. Quería ser una mujer común y corriente. Nada más. ¿Era mucho pedir? Ni siquiera me crie como una niña normal. Todo iba bien en mi vida hasta que, de un día para otro, todo cambió. Y ya nada volvió a ser igual. Mis padres murieron cuando tenía doce años, un accidente de automóvil los mató de forma instantánea. Un borracho, que se dio a la fuga, los chocó y los lanzó a un precipicio, iban con mi hermano, lo que hizo que yo quedara sola en el mundo, ya no tenía más parientes, mi mamá se crio en un orfanato y mi papá era hijo único. Yo corrí la misma suerte que mi mamá, fui a dar a un hogar de menores, de ahí en adelante mi vida fue en picada. Tuve la oportunidad de ser adoptada, pero no funcionó, así es que, al salir del hogar, no tenía dinero, ni siquiera había terminado mi cuarto medio, porque mis padres murieron en junio y yo no pude seguir estudiando ese año y como iba atrasada por la fecha de mi nacimiento, cuando cumplí los dieciocho aún no terminaba mis estudios. Tuve que tomar el primer trabajo que me ofrecieron, que era separadora de cartas en el correo. No pagaban mucho, pero era lo que había, no podía regodearme, las personas como yo no tenemos opciones. A pesar de todo eso, de todos esos malos recuerdos, de mi vida triste y dolorosa, no quería morir, no quería dejar de existir, sentía que tenía tantas cosas por vivir todavía… El amor, nunca me había enamorado de nadie, ni nadie de mí, pero debía haber alguien por ahí que podría llegar a sentirse atraído por mí, ¿no?; también quería viajar, conocer otros lugares como España, Francia y Alemania, sus castillos, su gente, su cultura; ir al cine, salir con amigos, ir a una disco; son cosas que jamás había hecho, aunque tenía veintitrés años. Siempre trabajando para apenas sobrevivir; pagar el arriendo de una pieza asquerosa, con una casera nada agradable; locomoción y comida. Lo justo para sobrevivir y unos cuantos y pequeños gustos. Siempre pobre… Y siempre sola. Me levanté molesta. Volví a la ventana a mirar el bosque. Tal vez en ese lugar sería asesinada, tal como mis pesadillas me lo mostraban, y todos mis sueños se irían al tacho de la basura; ni siquiera conocería el amor. Moriría sin saber lo que se siente ser besada o amada. Lo más parecido a eso era lo que yo sentía por ese hombre que me tenía secuestrada y que no dudaría en torturarme y hacerme daño… incluso matarme. Volví a llorar. No quería morir. De verdad que no lo quería. ¿Por qué tenían que pasarme esas cosas a mí? ¿Por qué tenía que ser tan cobarde? Para variar, después de llorar mucho rato, me dormí casi sin darme cuenta y volví a soñar feo. Me senté en la cama, mis piernas me flaquearon esperando mi destino. Escuché discutir a los hombres sobre mí, sabía que esa noche terminaría todo. La luz de la luna entró a la habitación, se abría paso entre las nubes, se veía hermosa y, aunque todavía faltaba para la luna llena, se veía resplandeciente. Me acerqué otra vez a la ventana, sentí que me iluminaba por completo, lo que me daba tranquilidad, era como si me acariciara con su luz. Tal vez mis padres y mis abuelos estaban mirándome desde arriba y me cuidaban, pensé con ilusión. Aunque no había dejado de llorar, en ese momento lo hice pensando en que pronto me reuniría con ellos en el Cielo. Y no quería… El hombre―líder entró con furia en el cuarto. Me encogí y me pegué al ventanal, aterrada. ―Tu noviecito no quiso venir ―me dijo con voz gutural. ―No… ―Sabía lo que venía, otra tortura. ―Vamos. ―Me tomó la mano sin mirarme. ―No ―le rogué―. ¿Dónde me va a llevar? ―Vamos ―insistió con voz potente. Bajamos la escalera a paso veloz y apenas sí alcancé a ver a los hombres que miraban impotentes nuestro paso por la sala; cuando salimos y vi el bosque, no pude más, mi corazón se aceleró al máximo y no pude resistirlo, sabía lo que venía y no quería. Intenté retroceder, cosa que el hombre no permitió. Mi corazón subió a mi garganta y me costaba respirar, apenas sí podía mantenerme en pie, mi cuerpo temblaba y sentía que ya no podía más.   El hombre me miró raro, sorprendido tal vez… Y caí desplomada.  
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