(Ray)
Aquella mañana, desde mi despacho, pude escuchar con claridad los sollozos de Abril y me sentí culpable, sabía que yo era causante de aquel padecimiento.
―¿Aún piensas quemarla? ―Max me sacó de mis pensamientos.
―Me conoces, Max. ―Negué con la cabeza.
―¿Y qué vas a hacer?
―Me tendrás que ayudar otra vez.
―¿Y después?
―No lo sé.
―¿La dejarás ir?
Lo miré abatido, eso debería hacer, pero no quería.
―¿Ray?
―No quiero dejarla ir.
―Escúchala, Ray, no puedes tenerla aquí por mucho tiempo, ella está mal, Leo no está influyendo en sus emociones. Si fuera Marina no actuaría de esta manera. No, esa chica no es Marina.
―No puedo, Max.
―¿Por qué?
―Por Ricardo. No… Yo no… ―No pude terminar la frase.
―¿Celos?
―Es más que eso, Max, es… Yo no quiero que vuelva a verla, no quiero que vea que está fuera de aquí y a salvo, aunque no hable con ella la verá y sabrá que…
―¿Sabrá que está bien o que te gusta?
―No me gusta ―protesté.
―¡Por favor, Ray, solo mírate!
―No me gusta, es solo que… no es como los demás mortales que conocemos. A ratos quiero matarla muy lentamente y otras, protegerla de todo mal.
―Como ahora.
―Es demasiado dulce y muy frágil… Aunque también pienso que…
―Podría llegar a ser peligrosa ―terminó por mí.
Salí del despacho, no quería seguir hablando. Mi amigo tenía razón. Pero no podía evitar sentirla frágil al oír cómo dormía agotada, gimiendo por su anterior llanto. Yo no me atrevía a subir y verla, lo más seguro era que no quisiera verme.
Pensaba en ello cuando vi entrar a Joseph cargando varias bolsas que dejó en la mesa.
―Traje algo de comida para Abril ―explicó antes de que le preguntáramos nada y acomodó todo en una bandeja.
Me sentí culpable, yo sabía lo que Marina significaba en su vida y, a pesar de todo lo que nos había hecho, su instinto lo obligaba a protegerla en la persona de Abril.
―Joseph. ―Max entró en la sala detrás de mí―. Pudiste decirme...
―No, yo andaba por ahí y le traje esto, nada más, se lo voy a dar antes de que se enfríe.
Lo vimos subir la escalera con paso cansino, aunque aquello fuera imposible.
Estuvo con Abril un buen rato, al principio ella no se sintió bien y Joseph la ayudó, él tenía esa capacidad, su don era sanar y lo usó con ella. Después de eso, pudo comer y conversaron un rato.
Cuando Joseph salió del cuarto, lo esperé al pie de la escalera, me sentía culpable por el dolor de Abril y estaba seguro de que a Joseph le dolía mucho más que a mí.
―Joseph… ―La verdad, no atiné a decir nada más.
―No digas nada, por favor.
Joseph caminó hacia la puerta, quería escapar. Nick apareció frente a él, Joseph no se sobresaltó, sabía que no necesitaba decir nada para que Nick lo entendiera y, lo más probable era que Joseph permitiera que leyera, no solo sus pensamientos, sino su corazón. Al poco rato, Nick se apartó de su camino y Joseph salió en su auto a toda velocidad.
―¿Nick? ―inquirí, necesitaba saber qué pasaba por la mente de Joseph en ese momento.
―Para él es más difícil, la extrañaba… la extraña ―aclaró―, y ahora que la ha vuelto a ver, se dio cuenta de cuánto la ama y que, a pesar de todo, no puede odiarla, por lo menos no en la personalidad de Abril, que le recuerda a la Marina de antes, a la verdadera. Y la necesita.
Joseph y su afán de decir que eran dos mujeres. Marina siempre fue Marina, solo que ocultó su verdadera personalidad para hacernos confiar en ella.
―¿Qué significa que le recuerda a la verdadera? ¿Acaso hay una falsa? ―preguntó Manuel entrando a la casa.
Me enfadé, en realidad, me molestó el solo hecho de verlo.
―No te metas, Manuel ―resoplé enojado.
―Y si me meto, ¿qué? Durante años los vengo escuchando de que Marina, de que Ricardo, de que esto es una guerra a muerte. Ricardo anda rondando por aquí, aparece la supuesta Marina, solo faltan unos meses para la esperada noche donde todo se decidirá para siempre… ¿Y ahora resulta que hay dos Marinas? Creo que tengo derecho a saber lo que ocurre si yo también soy parte de esto y arriesgaré mi vida en esa lucha a muerte, ¿no?
―Puedes largarte si quieres ―ofrecí.
―Eso es lo quieres, ¿verdad Ray? ¿Qué es lo que te pasa conmigo? ¿Te molesta que yo haya conseguido a la chica y no tú?
―No seas ridículo.
―¡Entonces, dime! Desde que ella llegó aquí tú me tratas como si yo fuera tu peor enemigo.
― No digas estupideces ―corté a pesar de saber que él tenía razón.
―Es la verdad. No quieres que me entere de nada, no quieres que intervenga, que opine…
―Porque no entiendes lo que yo hago.
―¡Explícamelo, entonces!
―No quiero hablar contigo.
―¿Lo ves?
―Ya te dije que no te metas.
―¿Por qué?
―Porque no confío en ti, por eso. ―No era del todo verdad, pero necesitaba una razón más allá de los celos que sentía.
―¿Qué? ―preguntó estupefacto y me miró como un animal herido.
―Voy a salir ―dije mientras caminaba hacia la puerta, quería escapar.
―No, no. ―Manuel se interpuso en mi camino―. Antes dime cómo es eso de que no confías en mí.
―Manuel quítate de mi camino. ―No quería discutir con él.
―¡Responde! ¿Por qué no confías en mí? ¿No te he demostrado lealtad todos estos años? ¿Acaso no te traje a Abril Villavicencio como querías?
―¿Y eso qué?
―¡Que no fuiste capaz de decirme que era igual a Marina!
―No había necesidad. ―Yo intentaba mantener la calma mientras Manuel luchaba por no perderla.
―¿Que no había necesidad? ¿¡Que no había necesidad?!
―No, no la había, tu trabajo era traer a la muchacha, nada más, así se pareciera a Lady D, a Teresa de Calcuta… o a Marina.
―Eres un idiota.
―Te gusta mucho ella, ¿cierto?
―¿Eso es lo que te molesta?
―No seas estúpido, solo que resulta divertido ver cómo te pones por ella, pero ten cuidado, Manuel, ella atrae a los hombres para convertirlos en peleles, su poder va mucho más allá de la fuerza física, que es algo contra lo que nosotros podemos luchar y ganar, pero si te enamoras de ella estarás perdido y mientras sigas tan enamorado de ella no confiaré en ti.
Manuel sonrió irónico.
― ¿Y por qué te molesta tanto que me guste si Joseph se derrite por ella y eso a ti no te molesta?
―No metas a Joseph en esto.
―¿Qué? ¿Esperas ver casado a Joseph con Abril y ser tú el padrino de bodas?
Craso error. Mis ojos cambiaron a n***o azabache, no iba a permitir que metiera a Joseph en nuestra discusión, su amor por Marina o Abril no tenía nada que ver. Tomé a Manuel de la camisa y lo arrinconé a la pared, lo golpeé contra ella y lo sostuve a varios centímetros del suelo, yo era mucho más fuerte y poderoso que todos mis amigos juntos y aquel día le demostraría a Manuel que conmigo no se jugaba y que a mí no se me desobedecía.
―Nunca vuelvas a decir algo así, no metas a Joseph en esto y no te metas tú en lo que yo haga o deje de hacer con Abril. No vuelvas a intervenir ni a dar tu opinión. ¿Me oíste?
―Sí.
―No te escucho.
―Si, Ray, lo siento, está bien, ya, suéltame, no lo volveré a hacer.
―Mas te vale ―le advertí soltándolo.
Salí de la casa, necesitaba pensar, aclarar mis ideas. No debí golpear a Manuel contra la pared, Abril despertó asustada al sentir el estruendo y me llamó desesperada. ¡Pobre chica! Miré hacia su cuarto, estaba asomada a la ventana; pese a que fueron un par de segundos, pude ver con claridad su rostro congestionado y sentir su corazón latiendo desbocado.
Era casi imposible que esa mujer fuera Marina, si lo hubiese sido, habría estado dando la lucha y de seguro, estaríamos todos muertos; en cambio, era tan tangible su dolor, que hasta podía sentirlo como mío.