El cobrizo se encontraba sentado en el piso, con la espalda pegada a la pared. Sentía que no podía respirar, algo le estrujaba el cuello con fuerza implacable y le cortaba el suministro de aire. Reposó su cabeza en la pared y miró al cielo. Sólo esperaba que ella se mantuviera a salvo. ¡Dios!¿Cómo volvería a su casa sabiendo que su leoncita no estaría aguardando por él? Abrió la boca y cogió todo el aire que pudo. Se moriría antes del amanecer.
—Bruno — La voz de su Alfa lo hizo girarse.
No pudo contestar, no encontró su voz.
—Debes permanecer calmado. Respira lento — ordenó con suavidad —. Eso, solo respira — pidió nuevamente—. Vamos, te llevaré a casa. Tal vez su olor te ayude a calmar al lobo.
Él asintió y, con ayuda de la mujer, se puso de pie. Caminó sin notar nada de lo que sucedía a su alrededor. No escuchó la risa burlesca de Arton desde el camión blindado que lo transportaría a aquella cárcel similar al infierno, o peor quizá. No escuchó a Nate intentando darle ánimos, ni la amenaza que Anders gritó a los cuatro vientos. No escuchó nada, solo podía sentir su interior desgarrarse y sangrar. No podría sin ella, no podría haberlo hecho nunca sin ella. La necesitaba, necesitaba su compañía, su sonrisa constante y esos comentarios fuera de lugar arrojados en los momentos menos oportunos. No podría…
Entró a paso lento, dejándose envolver por su aroma que aún flotaba allí. Nia lo ayudó a llegar a su cuarto, lo recostó sobre la cama y buscó alguna prenda sucia de la castaña. Volvió rápidamente a la habitación y depositó la prenda entre las enormes manos del hombre.
—Sé que no es lo mismo — explicó en un susurro tranquilizador—, pero por ahora servirá. Trata de dormir y mañana temprano vendré a verte. Bruno — lo llamó seriamente. Él la contempló desde su posición—, no hagas ninguna estupidez. Volverá, lo sabes.
Claro que lo sabía, pero cómo soportaría hasta volver a tenerla entre sus brazos. Sinceramente no tenía idea de cómo calmar al lobo, mucho menos cómo detener el dolor que se abría paso en su pecho. Tenerla lejos sería una pesadilla sin fin.
Se llevó aquella remera a la nariz y aspiró hasta poder quedarse dormido, esperando, rogando, que ella estuviese allí cuando abriera los ojos.
¡Qué equivocado estaba! No solo Cló no había vuelto, sino que sus tres hermanos decidieron instalarse en su pequeño departamento. ¿No era que Hernan no quería saber nada de la ciudad?¿Qué carajos hacía metido allí con los mellizos?
—Hermanito — exclamó con preocupación Paulette, bajando de la silla alta que estaba ubicada al lado de la barra.
—¿Qué hacen acá? — preguntó con mal humor. Sólo quería beber algo de café y volver a dormir.
—No pensaste que te dejaríamos solo ahora que mi cuñada desapareció, ¿verdad? — preguntó divertido Marcel mientras se cruzaba de brazos.
Mierda, no solo serían una jodida pulga en su trasero, sino que le recordarían que Cló no estaba allí, a su lado.
—Esperaba estar solo — murmuró sirviendo un poco de café.
—No, no, no. Debes alimentarte como corresponde — replicó Paulette quitando la taza de sus manos. Bruno la fulminó con la mirada —. No me pongas esa cara — regañó —, es hora de almorzar, no de beber café. Ven, Hernan nos está preparando una exquisita carne — dijo mientras lo guiaba a la mesa, sentándolo en el extremo de la misma y sirviendo un poco de jugo de naranja en el vaso que ella misma había utilizado momentos atrás.
—No tengo hambre — masculló.
—Sabemos — dijo Hernan —, pero debes alimentarte, sino nos obligarás a meterte la carne por la garganta, cosa que no creo que desees — lo retó con la mirada a contradecirlo.
Bruno podría ser el ejecutor de la manada, pero Hernan era su hermano mayor, la autoridad en su familia una vez que sus progenitores ya no estuvieron. Masticando el insulto se quedó en su lugar, aguardando la comida que no se le antojaba mientras sus hermanos mellizos conversaban de cosas que él poco escuchaba.
—¿Crees que el lobo intente buscarla? — preguntó en un murmullo el cobrizo a su hermano mayor.
—Si puedes dominarlo y mantenerlo calmado, no creo. Solo procura que no se salga de control — dijo depositando su enorme mano en el hombro del menor —. Ahora come — ordenó y Bruno solo le devolvió una mirada fugaz.
—Ven, te ayudo — dijo Paulette, tan animada como siempre.
—Puedo cortar mis propios alimentos — murmuró pareciendo un niño pequeño.
—Ya sé que sí, pero esta es la única oportunidad que tendré de mimarte. Nunca dejas que te demuestre mi amor — dijo haciendo un adorable puchero.
—Porque eres insoportable— exclamó Marcel sentándose al otro lado —. Tranquilo, hermano, yo la controlo para que no se vuelva loca con esto de los cuidados.
Bruno no lo supo en ese momento, pero la compañía de su hermana menor lo reconfortaría y distraería. No lo diría, pero estaría agradecido por siempre con ella, por aguantarlo todos esos días de mal humor y depresión, por no dejarlo caer. Tampoco Paulette sabía en ese momento que estaba incrementando los niveles de sobreprotección de su hermano para con ella a niveles demenciales, ya lo descubriría unos meses después.
La noche del primer día sin Cló llegó a su puerta Aly, acompañada de su Beta. Ambos, con los ojos puestos en el ejecutor, se quedaron en completo silencio hasta que Bruno, por fin, decidió hablar.
—No me miren como si fuera a suicidarme en cualquier momento. Paulette no me deja solo ni un instante — murmuró con fastidio, señalando a su hermana menor con el pulgar.
—Soy muy buena con mi trabajo — dijo ella alzando la barbilla con orgullo.
—¿Crees que haya ido a ver a la Primera Guardia? — Aly dejó salir la pregunta sin siquiera pensar. Estaba aterrada de lo que pudiera sucederle a su hermanita.
—La verdad que no lo sé— exclamó Bruno dejándose caer en el sillón, desordenado su pelo mientras clavaba su mirada en el blanco techo —. Supongo que no, pero con ella nunca se sabe.
—Es una leona astuta. Se mantendrá a salvo hasta que sepa que nada malo sucederá. Tengan fe — dijo Luca envolviendo a su bonita Aly entre sus fuertes brazos.
—Eso espero — dijo Bruno soltando un suspiro. Solo esperaba que ella mantuviera la cabeza fría y las ideas claras, porque él no podía ni pensar en qué ponerse en los pies.
La primera noticia de su leona tardó dos semanas en llegar. Eran dos simples palabras que le devolvieron la energía. Ella estaba a salvo, eso era lo que importaba. Por alguna extraña razón su mente trajo el recuerdo de cuando se vio obligado a dispararle en medio de aquel galpón. Se había odiado hasta la muerte por tener que hacerlo, pero estaba el idiota de Anders allí, contemplando cómo interactuaban ellos dos, analizando si había alguna razón para que él la dejara escapar. Bruno sabía que si no le disparaba Anders notaría aquello y comenzaría a indagar, tal vez descubriendo que su propio hermanastro trabajaba codo a codo con la policía para encerrarlo a él y a la mierda de Lewis. Eso último aún no lo podían hacer debido a que el cabrón de Anders se negaba a delatarlo, por más que en la cárcel donde estaba pudriéndose fuera el peor lugar en todo el jodido mundo.
Gracias al cielo el loco plan de Cló había salido a la perfección, él le disparó, ella sangró, el débil de Nate casi se desmaya al ver aquel líquido rojo y Anders jamás sospechó nada hasta que la verdad le explotó en la cara.
—Las extrañamos demasiado — se quejó el lobo con un llanto lastimero.
—Lo sé, hermano, pero debemos ser fuertes. Ella está sola en vaya a saber Dios dónde, mientras que nosotros seguimos aquí. Soportaremos esta mierda solo por ella.
—Cuando las tengamos enfrente no la dejaremos ir sola nunca más. Aunque antes debemos cogerla bien ya que no tendrán nuestro olor — exigió.
—Bien, es un trato — respondió sonriendo.
La vería pronto, realmente necesitaba verla pronto.
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Un mes después las Alfa anunciaban su enlazamiento. Finalmente, y luego del ascenso casi obligatorio de Mia Kal a Alfa de los leones, la felina había aceptado la propuesta de su par y unieron sus vidas a través de ese lazo inquebrantable.
—Felicitaciones, Alfa— dijo Bruno inclinándose en señal de respeto —. Ahora nuestras manadas se unirán y serán más fuertes que nunca — agregó aún inclinado.
—Gracias, Bruno— respondió Poz con ese brillo que desbordaba felicidad —. Tendrás más trabajo y deberás entenderte con Matt. Ambos seguirán en sus puestos.
—¿Seremos dos ejecutores? — cuestionó levantando la mirada, contemplando primero a su Alfa y luego a la de los felinos. Aunque ahora debía pensar en ambas como sus Alfa, una vez que se hubiese celebrado la unión de las manadas él juraría su lealtad a las dos.
—Al parecer — dijo Matt acercándose a ellos e inclinándose en señal de respeto, tal como lo había hecho su par.
—¿Y cómo funcionará? — cuestionó el cobrizo.
—Ambas dirigiremos la manada como una sola, los Beta, junto con cada uno de ustedes, cuidarán a nuestras manadas originales. Ya nombraremos a alguien más para que resguarde la nueva enorme manada y nos acompañe a cada paso, pero primero debemos lograr que salga de entre las sombras — susurró Mia Kal mirando a Bruno, haciendo que su mensaje fuera recibido sin malas interpretaciones.
Los ojos de Bruno brillaron con emoción, mientras que Matt dejó escapar un bufido. Bruno aún no entendía por qué el sujeto se había negado a aceptar el puesto de Beta, dejando el lugar a una tal Alma Johnson, alguien a quien él aún no conocía. Bueno, los leones sabrán que es mejor para ellos.
Volvió su mirada hacia el salón, lleno de conocidos y otros mandos de otras manadas, alejándose un poco de las mando y Matt.
—Si mi hermana estuviese aquí diría algo como: Ese tigre es caliente, ¿te molestaría hacer un trío con él? — susurró Aly bien despacito a su lado, asegurándose que nadie la oyera.
—También se lo puedes proponer a tu compañero, cuñada. Seguro él tendrá una encantadora reacción— respondió sonriendo con suficiencia.
—¿Qué debe proponer? — cuestionó Luca plantándose al lado de su compañera.
—Nada — respondió la mujer antes de beber rápidamente aquel dulce trago.
—Algo de un tigre y otra cosa más. ¿Qué era, Aly? — cuestionó divertido el cobrizo.
—¿Qué carajos les pasa con los tigres? — murmuró con los dientes apretados el Beta.
—Son calientes — Otra vez Mia se unía a la reunión.
—Te escuchará Nia y terminarán peleando. Te recuerdo que no pienso intervenir como aquella vez — dijo Luca tomando a Aly por la cintura y acercándola a él.
—Eso fue un malentendido. Yo no había dicho que me acosté con aquel Alfa, dije que me gustaría hacerlo. Son cosas muy distintas— explicó la felina con Aly apoyando sus palabras a través del movimiento de su cabeza hacia arriba y abajo en un asentamiento enérgico.
—¡Pero ya estaban en una relación!¿¡Cómo se te ocurre decir que querías tener sexo con otro!? — exclamó Luca.
—No lo entiendo. ¿Tú sí? — le preguntó a Aly la Alfa.
La aludida negó y luego, bajo la mirada de su compañero, desvió sus ojos hacia un punto muy lejano en el salón. ¡Mierda, otra vez tendrían esas charlas de no poder acostarse con otras personas!
—No es que me aburran, porque realmente no lo hacen — dijo Bruno —, pero debo marcharme. Saludos a la Alfa Poz y nos vemos mañana en la oficina — dijo dando dos pasos hacia la salida —. Ah — exclamó volviendo sobre su camino —, Luca no olvides de explicarle a Aly que no puede acostarse con el Alfa de los tigres. Creo que aún no lo comprende — dijo, disfrutando de los ojos cargados de furia de la aludida, y volvió a salir de allí. Si su bonita Cló no estaba allí para hacer esas bromas, él debía tomarse la molestia de reemplazarla.