—Ahora explícame por qué no siento tu olor — dijo mientras cortaba aquellas verduras. Cló, al otro lado de la barra, sonrió divertida antes de darle un lento sorbo a su copa de vino. Debía recordar el nombre de aquella botella porque era malditamente delicioso. —Aprendí cosas nuevas en mi nuevo, y no muy feliz, trabajo. —Cuenta— pidió dejando un segundo el cuchillo para mirarla a los ojos. —El Consejo necesitaba a alguien que… digamos, se encargue de limpiar la basura que a ellos les estorbaba — explicó—. Ahí llegué yo, entregada como un premio gordo que no dudaron en aceptar. —¿Qué tipo de limpieza? — La ceja elevada de Cló le dio la respuesta: ella eliminaba a cada ser que el Consejo le señalara. —Pero para hacerlo sin dejar realmente ningún rastro, debo saber ocultar mi olor. Me