Encontró a aquel sujeto en ese sucio callejón, luego de que le diera esa extraña jeringa metálica el sujeto desapareció, como si la bruma de la noche se lo hubiese devorado.
—Ahora sí — susurró contemplando el objeto entre sus manos.
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La mañana había comenzado con una buena sesión de sexo con su leoncita, quien parecía dolida por haberse visto obligada a enfrentar al idiota de Arton.
—Nos vemos a la noche — susurró antes de besarla con ternura.
—Comeremos lasagna — afirmó ella bastante feliz.
—Estaré ansioso por volver — dijo antes de salir de su hogar, ese que había vuelto a tener el calorcito del amor desde que Cló volvió a ocupar sus espacios.
Recorrió el camino de siempre hasta la comisaría, ubicó su auto en el mismo espacio reservado y bajó con esa mirada dura q
