Capítulo 12: Intentando salir con vida

1784 Words
—¿Por qué haces esto? —aprieto la herida en mi brazo para que deje de sangrar, pero el ardor aumenta en cuanto toco la piel desgarrada que demora más de lo normal en cerrarse. Esther me sostiene la mirada unos segundos, sin ninguna expresión en su frio rostro. Siento unas pisadas atrás nuestro, y me sobresalto viendo que su padre se acerca. Creí verlo salir cuando abrió la puerta… Al parecer la luz del exterior me jugó en contra. Los gritos de mi novio y mi tío James desde el otro lado, y la manera en que la puerta de salida de emergencia se sacude por los golpes que ellos le dan con tal desespero, me hace quedar en shock por la situación. Pensar que ellos están afuera, y que los Errantis se acercan… Y lo peor es que sé que no me dejarán aquí, por lo que deberán pelear y puede que salgan heridos, o peor… —Lo siento, querida —la voz de Esther resuena monótona sobre el caos proveniente de afuera, pareciendo surreal—, no es personal. —En verdad que no —insiste el señor Danvers, con las manos en los bolsillos, mientras sacude los pies con nerviosismo—. Lamentamos mucho esta situación, pero no tenemos alternativa. —Cállate, padre. Sabes que no podemos decir nada —los ojos de ella al fin muestran algo, un miedo y una angustia que no encaja con lo que sucede. —Lo sé, lo siento, yo… El hombre se cubre la cara con las manos, alejándose a paso apresurado hacia la otra punta de la cocina. Esther lo sigue con la mirada impregnada en preocupación, un sentimiento sincero y que denota que algo más ocultan. ¿De qué vendrá todo esto? ¿Por qué traicionarnos? Estábamos del mismo lado… —¿Por qué hacen esto? —insisto, intentando acomodar mis piernas en una posición que me sea más fácil pararme si debo salir corriendo— ¿Por qué nos traicionan? Vinimos por una misión, ustedes mismos… —¡Cállate! Ya deja de hablar —la histeria consume a la chica, quien saca con brusquedad su celular del bolsillo y teclea un texto con las manos temblorosas—. Es hora. —¿Estás segura, hija? —los ojos del señor están impregnados en temor e inseguridad, pero ella asiente con seguridad y una firmeza que me hela aún más la sangre. ¿Acaso planearon todo esto? ¿Fueron ellos los que les avisaron con anterioridad a Errantis para que nos atacaran y…? No me matarán, soy parte de su plan para algo más… —¿Me intercambiarán, acaso? —con eso llamo bastante la atención de Esther, y si sigo alterándola, quizás logre llegar hasta la palanca que traba la puerta — No parecen cobardes chupamedias, ¿o sí? ¿Entregarme les dará mérito ante Benedetto? —¡He dicho que te calles, maldita perra! —la cachetada llega antes de poder esquivarla, junto con el sabor de mi sangre gotear desde mi labio superior. Lamo lentamente esas pequeñas gotas de sangre, cerrando los ojos con placer, intentando recordar cuándo fue la última vez que bebí sangre con la temperatura justa de un cuerpo vivo. —Hija, no actúes de esa forma. Les debemos respeto a la Alianza, recuerda tus principios —la espantada voz de Lionel Danvers llega lejana a mi mente, que intenta con todas las fuerzas idear una forma de escapar de aquí. —“Mis principios” es mi madre —las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas coloradas, y su respiración se va agitando cada vez más. —Conque tienen a tu madre y soy tu intercambio perfecto —mi voz sale más gutural de lo normal, y siento mi piel erizarse con una descarga de adrenalina que comienza a crecer por mis venas, haciendo crecer las puntas de mis colmillos que se clavan en mi labio inferior al apretar la mandíbula—, ¿verdad? La puerta cede un poco, doblando la palanca hacia adentro, permitiendo ver hacia afuera por una r*****a entre el borde de la puerta y la pared. La luz que ingresa es destellante, junto con el volumen de los gritos ensordecedores. Una balacera irrumpe todo el alboroto, dejando un silencio absoluto por unos segundos, seguido de un estruendo mayor al anterior. Las puntas de mis dedos se van oscureciendo y alargando en filosas garras, mientras siento ese picor tan particular en mis ojos. ‹‹Cómo extrañaba esta sensación…›› En un instante en que Esther intenta sacar de su cinturón una pistola, salto hacia ella golpeándola contra la pared. Mis colmillos salen exigiendo su cuello, pero antes de poder morderla un disparo en mi pierna me dobla, y caigo al suelo arrastrándola a ella conmigo. Su padre sostiene un arma apuntándola a nosotras, e intento usar el cuerpo de Esther como escudo para que no dispare de nuevo. Siento que mi carne va empujando la bala dentro de mi pierna, haciendo que retroceda por donde impactó, y el dolor agudo cesa mientras la bala cae al suelo con un ruido tintineante. —¡No toques a mi hija! ¡No queremos hacerte daño! —el golpeteo en la puerta de emergencia cesa, y los disparos parecen alejarse cada vez más. ‹‹Ojalá se estén yendo, no podrán contra todos››. —Entonces, déjeme ir —aún en el suelo, intento aferrar mi brazo en el cuello de su hija, inmovilizándola y arrastrándola para poder sentarme un poco y tener mejor reacción para defenderme—. Por culpa de ustedes pueden morir mis seres queridos. ¿Acaso no les importan los inocentes? ¡Pudimos ayudarlos si nos lo decían! ¡Eran de los nuestros! —¡¿Y cómo salvarían a mi esposa?! ¿Tienen un ejército para irrumpir la sede Errantis y sacarla ilesa sin que la maten en el proceso? ¡No! —sacude las manos en el aire, con sus ojos desorbitados y aguados por las lágrimas de dolor que retiene. Da varios pasos por la cocina riendo con histeria, hasta apoyarse en la pared del lado opuesto al nuestro— Sólo son un par de adolescentes y unas señoras que creen poder contra miles de clanes que quieren verlos muertos, y que sí tienen ejércitos que pelearán en nombre de ellos. —Si nos dan la oportunidad, podemos salvarla —Esther está hipando, aguantando decir nada mientras sus lágrimas caen a borbotones hasta mi brazo, y su pecho sube y baja agitado. Tanteo disimuladamente mi costado izquierdo con mi mano libre, hasta dar con el arma que había guardado, y la navaja. Intento tomar ambas, pero la daga se me resbala, cayendo con un repiqueteo muy obvio. El señor Danvers suelta un suspiro con una sonrisa de burla, y vuelve a apuntarme con el arma, intentando no enfocar en su hija, quien sigue temblando y agitada. —Lo siento, señorita Carduccio, pero ya es demasiado tarde —coloca el dedo en el gatillo, listo para disparar a como dé lugar—. Y están aquí. La puerta doble que da acceso al vestíbulo se abre de par en par, rompiéndose en varios trozos al chocar tan bruscamente contra la pared. Alessander comienza a disparar a las piernas del señor Danvers logrando que por la sorpresa suelte el arma y caiga al suelo indefenso, mientras sostengo con toda la fuerza que me queda a Esther, quien comienza a gritar luchando para ir con su padre. —¡¿Qué mierda es lo que planearon?! —sus rasgos están contraídos y desfigurados, convertido en todo un depredador a punto de comerse vivos a los Danvers. Toma del cuello de la camisa al señor, y lo sacude con fuerza mientras él intenta soltarse sin éxito alguno. —¡Responde! ¿Cuántos más se acercan? ¿Qué planeaban? ¿Con quienes trabajan? El silencio es una mala respuesta, y Alessander sin pensarlo le suelta un disparo en la pierna a Esther, quien se retuerce gritando y desgarrando su garganta. Intento contenerla, pero ya su fuerza es aún mayor por la desesperación, y se zafa de mi agarre disparando al aire con su arma, intentando darme a mí o a mi novio. Con una velocidad que nunca creí ver, mi tío llega a donde estoy y le arrebata el arma a la chica, cubriendo su rostro con un paño húmedo, haciendo que caiga dormida, inconsciente. Sin dudarlo hace lo mismo con Lionel, quien se resiste con todas las fuerzas que le quedan, pero sin poder pelear contra dos vampiros decididos. El caos parece crecer afuera, y aunque los disparos ya no se oyen, los gritos sí, y transmitían un pánico tan intenso, que mi corazón parece querer salirse de mi pecho ante el espanto que provocan. —¿Estás bien? —asiento con seguridad mientras Alessander me toma en brazos para pararme y corroborar que no tenga heridas graves, hasta que ve mi brazo y mi pierna que aún siguen sin cicatrizar del todo. —¡Ayúdenme a llevarlos hasta el coche! —mi tío ya está cargando al señor Danvers en sus hombros, y comprendo que esto aquí no terminará para ellos. Intento sostenerla en mis brazos, pero no tengo la fuerza suficiente y Alessander me la termina quitando, sosteniéndola con facilidad. Aprovecho y tomo de nuevo la navaja y saco el seguro a la pistola, apuntando y disparando al primer vampiro que se nos cruza en el vestíbulo. A ellos se les dificulta cargar a los Danvers y disparar, por lo que esa tarea me la encomiendo a mí misma en cuanto cruzamos la puerta de la cocina, y vemos que el vestíbulo es un completo caos. Más de diez vampiros con aspecto de una película de terror se lanzan una y otra vez contra Margot, quien sigue deteniéndolos con la compacta pared de humo que la rodea a ella, junto con María y Julio, quien aún sigue inconsciente. Varios nos voltean a ver, acercándose a una velocidad espeluznante. Logro darles a dos, pero un tercero se me lanza encima, clavando sus colmillos en mi hombro con un gruñido gutural y bestial, causando que la pistola se me resbale de las manos. Alessander le da una patada, pero el vampiro cierra sus dientes con fuerza en mi carne, desgarrando y aprovechando a clavar sus garras en mis costados, llevándome con él unos metros hacia atrás. Mi respiración se corta junto con un grito que se cierra en mi garganta, y lo único que puedo sentir es mi sangre drenarse, empapando todo mi cuerpo y nublando mi mente en una oscura y espesa negrura.
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