Jemima.
Abro los ojos sintiendo que mi cuerpo duele entero, no quiero levantarme, quiero dormir más tiempo, para ser exactos dormir toda la noche sin interrupciones cosa que no puedo hacer aunque esté rendida, sola me despierto sin necesidad de alarma cosa que me pone loca porque quiere decir que mi supuesto descanso no sirvió de nada porque mi mente, mi sistema estaba en estado de alerta, me friego los ojos con deseos de llorar, ya mucho he llorado dónde no logro acostumbrarme a dormir poco, mi hija no me molesta ni me arrepiento de ella pero el sueño me atormenta, no puedo dormir siesta donde debo ir a la facultad, cuando llego debo lavar la ropa y hacer lo que me corresponde hacer en la casa, sin decir que hay días que debo llevarla conmigo como hoy que voy varias horas y ella toma pecho, y después debo llevarla a control médico.
—Jemi, ¿Estás despierta?.
—Si, ya me levanto. —Elias entra encendiendo la luz, me encandila de tal forma que siento que la luz me atraviesa el cerebro.
—Ve a prepararte que yo la cambio.
—Esta bien. —me paro estirándome completa—. No sé para que le compramos cuna si duerme conmigo.
—Mi vida, no la obligues a dormir solita. —mientras busco mi ropa él busca la ropa de Kezi ya que sabe exactamente donde esta cada cosa de mi hija—. A la noche cuando se duerma llevámela así descansas un poco.
—Si porque lo necesito, quiero girarme cómo se me dé la gana en la noche. —voy al baño con la ropa en las manos así me cambio—. No digo que mi hija moleste sino que me da terror golpearla o aplastarla entonces me muevo siempre con cuidado, bueno, más bien con miedo. —me cambio rápido donde debo preparar el bolso de la nena, salgo viéndolo cambiarla con Keziah dormida como un tronco—. La nena salió como los abuelos para dormir.
—Es verdad, nada la despierta. —busco mis cosas del colegio como loca dónde estuve estudiando hasta tarde, Kezi ya gatea y tiró todo dejando un despiole terrible hasta que Bena vino por ella así la entretenía y podía estudiar, pero hice eso, estudiar no limpiar—. Hola amor, hola mami.
—¿Se despertó?. —sonrío al ver cómo mi hija pone sus manitos en la cara de Eli dónde él le habla dándole besitos.
—Te amo mi amor, eres mas hermosa mami. —voy a la cama así le doy pecho porque los siento pesados de lo cargados que los tengo.
—Damela así le doy pecho. —se pone loca cuando me ve—. Como te amo mami.
—Armo el bolso. —mientras le doy pecho lo veo buscar las cosas—. Aparentemente hoy el día va a estar lindo, pongo ropa ligera.
—Pon el vestido verde para el médico.
—Si, y puse los zapatos negros. —busca los pañales, las toallitas, una toallita de algodón por si debo lavarle la cola, las cremas y una bolsita para los pañales sucios—. Te llevo yo a las facu así después voy a buscarlas.
—Dale, mejor porque no tengo ganas de manejar.
—¿Ya vamos?. —sin soltar mi pecho se sacude sonriendo al ver a Adi entrar—. Hola mi amor.
—Agarrala así me pongo perfume y agarro las cosas. —le da unos besos que la hacen gritar de alegría.
—Voy bajando.
—Ya vayan subiendo al auto. —agarro todo bajando corriendo, voy a la cocina sacando la vianda que dejo lista para no comprar comida que sabrá Dios como la hacen, salgo subiendo adelante en el auto donde pasamos a dejar a los chicos primero—. Hola Bena.
—Buenas. —mi hija va en medio de los dos en los asientos traceros tomando una mamadera con yogur.
—¿Cuándo le dieron la meme? Si bajé enseguida. —me pongo el cinturón mientras vamos saliendo de la casa.
—Bena ya la había preparado cuando subí a decirles si ya estaban listas. —saludo a los de seguridad con una sonrisa.
—Che Jemi, mucha sonrisita con los de seguridad.
—¡Que te pasa estúpido!. —me giro en el asiento tirándole unos golpes, Elias sigue manejando sin hacer nada porque no se mete en nada, es como mi mamá, interrumpe cuando la cosa es necesaria sino se queda con la boca cerrada.
—Decia no sé.
—Basta Adiel. —me saca la lengua dónde sabe que Elias se enoja mucho y no dice nada más—. Sientate bien Jemi.
—Si, —me acomodo sonriendo porque sé que dicen esas cosas de los de seguridad porque son celosos, pero no se dan cuenta que son todos hombres grandes, como de la edad de mi papá y feos a mi parecer—. ¿Subieron el carro de Kezi?.
—Si, anoche lo subí.
—Al menos sirven para algo, aaaAAAAGGGG MIERDA, —tiro las manos para atrás enterrándole las uñas a Adiel que me agarró de los pelos—. SUELTAME ESTUPIDOOOOO.
Paso la mañana haciendo lo que puedo, debo aprender a manejarme con mi nena, no debo ponerla como una escusa o un impedimento para poder avanzar, mi mamá se recibió con tres a cuestas y un embarazo, si, tenía la ayuda de mi papá así como yo la tengo de los dos y de mis cuatro hermanos, debo poder, tengo que poder, esto que hago nos va a dar el pan que vamos a comer, la ropa que vamos a vestir y el lugar donde vamos a vivir con mi hija, eso es lo que me motiva a seguir adelante dando lo mejor de mi.
***
—Pero que princesa más hermosa que tienen acá. —le sonríe al médico que le habla—. Eres una compradora Keziah. —con juegos le mira sus oídos y ya, terminamos con el control—. Esta reina esta perfecta mamá, lo haces de maravilla.
—Uuff gracias, me da miedo cada vez que vengo.
—¿Miedo porqué?.
—Por si me dice algo malo, aunque sigo todas sus indicaciones al píe de la letra me da miedo hacer algo malo para ella. —Elias la viste rápido para después alzarla en brazos.
—Aunque te equivoques en algo esta bien, debes relajarte y dejar que tus instintos de madre te guien, esto es aprender conforme la marcha, nunca va a ser todo perfecto ni salir como queremos que salga menos con una criatura que son impredecibles, te lo digo por experiencia, con mis hijos me creía que me las sabia todas todo por ser pediatra y la realidad me dió un buen golpe en la cara. —mi mamá siempre me dice lo mismo y yo soy la dura, me dice que disfrute de la maternidad porque ella dice que no lo hago—. Bien, el carnet, la receta para el jarabe y ya estamos, pasen por la leche y nos vemos el otro mes.
—Muchas gracias doctor. —salgo con el bolso leyendo los papeles que me dió, siempre controlo todo, desde el nombre hasta de los números del peso por si puso algo que yo no vi en la bascula.
—Guarda el carnet Jemi.
—Si.
—Míralos, que jovencitos y ya son papás. —con Elias nos miramos y no soportamos la risa.
—Buenas, quiero retirar la leche. —en el auto mi mamá me manda mensaje.
Mami—. ¿Ya la vió el medico?.
Jemi—. Si, estamos yendo para casa. —llevo a mi hija tomando pecho y queriendo dormirse donde se rasca la cabecita, ya le conozco los movimientos.
Mami—. ¿Salió todo bien? ¿Debes comprar alguna cosa?.
Jemi—. Si, jarabe por si le sube fiebre por las vacunas.
Jemi—. ¿Te fijas si quedó un poco del que compramos la última vez?.
Mami—. Pasa a comprar Jemi, puede que no sea seguro darle eso.
Jemi—. Mami no seas pesada, sabes que esta bien de fecha de caducidad.
Mami—. No vas a darle eso.
Mami—. ¡Pasa a comprar uno nuevo!.
—¿Qué pasa con esa cara?.
—Mamá que es re pesada, le dije si quedaba jarabe y dice que eso no le voy a dar a la nena, que pase a comprar uno nuevo.
—Pero si la semana pasada lo compré.
—No entiende, así que vamos a tener que pasar por uno.
—Esta bien, aunque al final no entiendo de quien es hija.
—No entiendes porque no estas en mi lugar.
—Si entiendo, pero aunque te estén manteniendo no quiere decir que no puedes opinar en nada Jemima.
—No digas eso porque yo decido que hacer con mi hija. —bufa fregándose la cara—. Siempre dices lo mismo.
—Ya Jemi.
—No, todos hablan pero nadie se pone en mi lugar.
—No podemos ponernos en tu lugar pero si embargo estamos ahí para ayudarte, y que lo hagamos no quiere decir que tengamos derechos en opinar en la crianza de la nena, esas cosas son tuyas eso es lo que no entiendes.
—El que no entiende eres tu.
—Ya listo o vamos a pelear en serio, voy a comprar el jarabe y vengo. —miro hacia afuera furiosa porque siento que me dicen que me desligo de las responsabilidades cada vez que me dicen una cosa como esa, en la casa me bajo sin siquiera bajar el bolso de Keziah, simplemente me bajo azotando la puerta del auto—. DALE... QUE ME LA VAS A TRABAR DE NUEVO. —entro a la casa haciéndome la tonta, mi papá que esta en el living es el primero en venir conmigo.
—¿Esta dormida?.
—Si, —se la paso con cuidado, la llena de besos que me hacen sonreir—. En las vacunas fue una reina, pero después en el auto comenzó a quejarse.
—Mi vida preciosa, —se la lleva con él al sillón.
—¿Y mamá?.
—Regando las plantas allá atrás.
—Voy con ella, si se despierta pégame un grito.
—Si hija, ve tranquila.
.
.