Las puertas del ascensor se abrieron y con el, Sara tomando el brazo del señor Smith y en cuanto dieron los primeros pasos, todas las miradas se dirigieron a ellos hasta que los perdieron de vista cuando entraron a una de las salas de reuniones.
Santiago frunció el ceño, no le sorprendía que Sara se hubiera unido con un viejo mayor para ella, tomó la mano de Julia y dirigió su mirada a otro lado, no quería ni soportaba verla.
- He venido porque mi hija, Sara, me lo pidió, al parecer existen personas que no pueden creer en su palabra. – dijo Máximo en cuanto tomó asiento frente a Santiago.
Santiago miró ingenuo ¿Escuchó bien? ¿Dijo su hija? Se preguntó una y otra vez. Julia se puso de pie para poder saludarlo, educada y con una sonrisa de ternura que aparecía en su rostro le dijo a Máximo.
- Sea bienvenido a empresas Mars, señor Smith. – tendió su mano esperando que él la tome.
- En el fondo no quería venir. Ya hace mucho tiempo abandoné el cargo y se lo dejé a Sara, pero ahora me encuentro aquí para que comprueben que no es una impostora que quiere llevarse mi fortuna. – Máximo habló con educación y tomó la mano de Julia. – acepto tu bienvenida, muchacha. – miró a Santiago y le dijo. - ¿Y tú que dices? ¿Ahora te encuentras mejor al saber que Sara no es una casa fortuna?
- No he dicho eso. – respondió Santiago desde su asiento con un tono neutro. – sea bienvenido a la empresa, señor Smith.
- ¿Qué hay de mi hija? – Máximo lo miró dudoso y volvió a preguntar. - ¿A ella no piensas darle la bienvenida como lo hiciste conmigo? ¿No piensas disculparte por creerla como una mujerzuela?
Santiago tragó saliva, sus manos bajo la mesa se convirtieron en un puño y rechinó sus dientes al mismo tiem que apretaba su mandíbula. Julia lo miró de inmediato, estaba que ardía por las palabras del señor Smith. Controlando aquellos impulsos y fingiendo amabilidad le dijo.
- Cariño, dale la bienvenida a la señora Sara.
- Papá, no es necesario hacer esto. – dijo Sara, ya lo había humillado y no quería sus palabras como una victoria o trofeo.
- Sara, por favor, el señor Santiago te debe la bienvenida y una disculpa. – lo miró, mientras dejaba escapar una ligera sonrisa.
- Bienvenida, Sara Smith Reyes. – habló Santiago arrastrando su nombre completo, después le dijo. – te pido una disculpa por pensar mal de ti, me era difícil creer que seas una mujer poderosa sin recibir algo a cambio.
- Señor Mars, su bienvenida y disculpas son aceptas. – respondió Sara, fue donde su padre y lo ayudó a ponerse de pie. – Es hora de irnos.
- Adelántate, quiero que Santiago me enseñe toda la empresa.
- Papá puedes hacerlo conmigo. – Sara habló de forma rápida, sorprendida por sus palabras.
- No Sara, quiero que sea el mismo Santiago quien me de un recorrido completo.
- No tengo problemas en hacerlo, señor Smith. – Santiago se puso de pie y fue donde él. – será un placer ser su guía y mostrarle todas las instalaciones.
Sara no entendía lo que su padre tenía en mente, dejó de pensar en ideas absurdas y le dijo.
- Te veo más tarde. – besó su frente para despedirse. - pórtate bien. - sonrió a igual que que señor Smith.
Julia no quería ser excluida de la reunión, coqueta se acercó donde Santiago y lo besó frente a todos, al separase le dijo con Una voz se niña caprichosa.
- No tardes mucho, recuerda que hoy cenaremos con mis padres. – arregló la corbata de Santiago y empezó a caminar para la salida. Sara sólo sonrió, miró una vez más a su padre y se fue.
El recorrido era lento, mientras Santiago le explicaba e indicaba cada parte de la empresa, el señor Smith pensaba en como hablar con él de forma discreta. Hasta que en una de sus conversaciones le dijo.
- Su novia es muy linda.
- Lo tengo presente. – respondió Santiago, dudoso por las palabras del señor Smith le preguntó. - ¿A que se debe su comentario?
- A nada, sólo que a veces no terminamos de conocer bien a las personas, algunos nos mienten y quien nos dice la verdad, la hacemos aun lado. – decidió mirarlo y continuó. – Se que eres el esposo de mi hija, no tengo nada en contra tuyo. – Santiago iba hablar para defenderse. – pero si me permites darte un consejo. – no tuvo de otra y asentó su mirada. – deberías de conocer más a profundidad a las personas y no desde la superficie. La verdad en el océano se encuentra en sus profundidades. – tocó su hombro en cuanto vio a Sara, había llegado por él para irse juntos a la mansión. - perdiste un gran tesoro y para volver a encontrarlo, tienes que enfrentar muchos obstáculos y quitarte ese venda de los ojos.
Santiago no tuvo palabras para responder. El señor Máximo sonrió amigable y caminó donde Sara, quien lo abrazó en cuanto se acercó a él.
- Es hora de irnos, papá. – dijo ella y tomó su brazo para marcharse.
Santiago los vio alejarse, las palabras del señor Smith lograron asimilar otras cosas. Dejó de verlos y se puso en marcha a su oficina, tenía muchas cosas que arreglar y no había tiempo que perder.
…
Santiago manejaba rumbo a su mansión, tenía una cena con los padres de Julia. Perdido en sus pensamientos por las palabras del señor Smith “Deberías de conocer más a profundidad a las personas y no desde la superficie. La verdad en el océano se encuentra en sus profundidades” no se dio cuanta que por poco choca con uno de los autos de en frente. Regresando a su realidad y restregando sus ojos una y otra vez convenciendose que todo era a causa del estrés, continuó conduciendo. Hasta que en una de las esquinas observó que una mujer algo mayor, quien cubría sus ojos con unas gafas azules lo observaba de lejo y en cuanto él la vio, la mujer dejó de verlo y continuó su camino ¿Qué miraba en él? ¿Qué hacía a esas horas de la noche y sola? se preguntó Santiago. Dejó de pensar en eso y se concentró en conducir.
…
Sara regresaba a la empresa después de haber dejado a su padre y a su hijo en la mansión, olvidó algunos papeles en su oficina y era urgente ir por ellos. Mirando por el parabrisas, se perdió en el tiempo y no notó que un coche que la perseguía la impactó desde atrás, haciendo que ella perdiera el control de su carro y diera vueltas de campana por la carretera. En cuanto la accidentaron, desaparecieron y dejaron a Sara a su suerte.
Ella algo desorientada por el impacto quiso escapar, pero su cuerpo no cedía a sus deseos. Con sus ojos entre cerrados observó una sombra misteriosa que la sacaba del coche hasta ponerla a salvo, después de eso, perdió la conciencia por completo y lo único que pudo ver de su salvador, fue una cadena que colgaba de su cuello.