- ¡Lárgate! ya no quiero verte, no quiero tenerte en frente nunca más, me das asco. – fueron las crueles y duras palabras de Santiago que hicieron que el corazón de Sara se congela de dolor.
- Tienes que creerme. – dijo ella entre llantos, sintiendo que todo su mundo se le venía encima. El hombre a quien había amado con todo su corazón desde que de conocieron y sellado aquel amor con un matrimonio, la despreciaba o en el peor de los casos la odiaba con todo su ser. – tu padre es el único moustro, te está mintiendo, por favor créeme. – habló desesperada, buscando en los ojos de Santiago algo de piedad y sobre todo que creyera en su palabra, como su mujer y esposa.
El gran despacho se había convertido en una escena de dolor para Sara, su suegro la acusaba de las peores atrocidades, de ser infiel y jugar con los sentimientos de Santiago para obtener parte de su fortuna, siendo ella una mujer millonaria que ya lo tenía todo ¿Por qué querer más?
- Hijo. – dijo el padre de Santiago tocando su hombro. Cesar un hombre ya mayor que utilizaba un bastón para poder caminar, con cabellos blancos y traje del mismo color se mostraba fuerte para su edad. – esta mujer te ha mentido desde el primer día de casados, te traicionó y ahora quiere ponerte en mi contra, acusándome de de… – no terminó sus palabras y mejor dijo. - Como tu padre y único familiar que tienes en este mundo, no lo pienses más y sácala a patadas de tu vida y de la mansión. – dijo el viejo sin piedad alguna.
- Esta mintiendo, Santiago por favor, fue tu padre quien se acercó a mi e intentó…
- ¡Basta! – gritó Santiago llevando ambas manos a sus cabellos. Miró con gran coraje a Sara, había escuchado tantas cosas de ella esa noche que creerle le resultaba imposible. Desconocía aquella desvergonzada mujer por completo que con tan sólo mirarla le provocaba nauseas o peor aún el deseo interminable de asesinarla, el deseo de ahorcarla en ese momento y matarla él mismo. Necesitaba aire para no pensar en eso, no podía caer tan bajo, sólo se ensuciaría las manos de su sucia sangre.
Su padre lo miraba con un semblante serio esperando que actuara de inmediato, Sara lo había acusado de muchas cosas, pero sólo fueron palabras, mientras que Cesar enseñó fotografías y documentos en su contra. Era suficiente para Santiago, Sara estaba mintiendo con semejante descaro que su actuación de lastima y víctima no le removió el corazón y la palabra piedad no se significó nada para él. Santiago dejó de escuchar a su alrededor y perdió la razón, caminó donde ella, la tomó del brazo con todas sus fuerzas y la jaló hasta la salida, botándola de la mansión como si fuera una funda de basura para desechar. La tiró al suelo y le dijo con todo el coraje y odio del mundo.
- Mañana muy temprano te enviaré a mi abogado para que firmes el divorcio. – su voz fue arrastrada por los mil demonios y esos ojos de los que Sara se había enamorado perdidamente, perdieron todo brillo de amor y en su lugar el odio habitaba.
Sara con la poca dignidad que le quedaba después de haberle rogado que la perdonara por algo que no hizo, de haberle contado la verdadera cara de Cesar y sus intenciones con ella, se puso de pie, limpió aquellas lágrimas que rodaban en sus mejillas y le dijo con el corazón partido en mil pedazos.
- Espero que cuando te des cuenta de lo que realmente es tu padre, no sea demasiado tarde, Santiago. – respiró para calmarse y volvió a decir. – porque yo espero no perdonarte.
Santiago la observó con una mirada descabellada, sus ojos negros como la noche empezaron a destellar de la rabia, no hizo caso a su advertencia y en su lugar le dijo con una leve sonrisa dibujada en su rostro.
- Yo no perdono las traiciones. – dejó de verla con asco y cerró la puerta de un sólo golpe.
Sara se abrazó así misma cuando unas gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre ella, ni siquiera el clima la acompañaba en sus momentos de dolor. Después abrazó su vientre plano, no tuvo oportunidad de decirle la gran noticia a Santiago que por mucho tiempo y con gran anhelo estuvieron esperando. Dejó de ver la puerta y caminó para la salida. Su vida cambió esa noche, su matrimonio se acabó, la persona que juró ante el altar protegerla le daba la espalda y la dejaba desprotegida ante el mundo con un hijo en su vientre. Cesar su malvado suegro, quien al principio se portó como un gran caballero cariñoso ante ella, resultó ser la peor de las escorias. Ella sólo fue un títere para él, para cumplir con sus objetivos y volverse poderoso. La fortuna de Sara lo volvió más fuerte al unir sus apellidos, y ahora se quedó sin ningún centavo, su reputación había sido destruida, pisoteada y enterrada en los fangos y todo por descubrir los negocios de su suegro y sus verdaderas intensiones con ella.
Camina sin mirar atrás, ya había llorado como nadie en el mundo, su único amor no le creyó y decide olvidarlo a partir de ahora. Su delgado vestido de color blanco y zapatillas negras es lo único que lleva puesto en ese momento, lo único que la acompaña en sus tiempos de dolor. Abre la pesada reja de la mansión y antes de irse, dice con una voz firme en la que se puede escuchar cierto odio y venganza.
- Volveré por lo que es mío.
…
- Es mejor que te divorcies de Santiago lo antes posible. – dijo Fernanda consolando a su amiga después de aquel amargo trago vivido.
Sara estaba recostada en sus piernas con la mirada completamente perdida, ocupaba una pijama de Fer para calentarse del frio y sobre ella una cobija de lana. Fue al departamento de su única amiga, sabía que ella la iba a recibir y ayudarla sin problema alguno. Ella la había acompañado desde muy pequeña y cuando murieron sus padres, era el único apoyo que tenía en ese fatal y terrible momento de su vida. Decidió ocultarle su embrazo a su mejor amiga, le dolía en el fondo, pero entre menos sepan, Cesar no hará nada en su contra.
- Lo único que quiero ahora es recuperar la fortuna de mis padres y mi reputación. – habló Sara, ya tenía un objetivo y sería ese. – Santiago me ha decepcionado, quiere el divorcio y se lo daré en cuanto me regrese lo que es mío.
- Es lo mejor, Santiago resultó ser todo un pantan. No creerte después de descubrir que su padre les robaba, que por poco te viola y que cometía fraudes en nombre de la empresa, es un verdadero idiota. – Fernanda estaba muy enojada por la terrible confesión que no paraba de mover sus manos en el aire, deseaba enfrentarse a Santiago y decirle todas sus verdades.
- Él ya decidió a quien creerle, yo decido pelear por mi fortuna hasta tenerla de regreso. – se puso de pie y dijo con coraje. - Cesar no ensuciará el buen nombre de mis padres, voy a destruirlo como lo hizo conmigo, haré que pague él y su hijo, Santiago.
Los padres de Sara murieron en un accidente automovilístico, dejándola huérfana a los 13 años. Su tutor, Manuel Jakson en ese entonces fue quien cuidó de ella y de su herencia hasta los 20 años, hasta que Santiago se acercó a ella con las intenciones de apoyarla y dos meses después se casó con él más enamora que nunca. A los dos meses Manuel se suicidó de forma repentina, al menos eso dijo la autopsia. Sara lloró su partida desconsolada en los brazos de su marido quien le daba su total y absoluto apoyo. Manuel había dejado una gran huella en su corazón tras la ausencia de sus padres, fue quien la cuidó, se encargó de toda su educación y quien la entregó en el altar a Santiago.
- Nada te faltara, te lo prometo. - dijo Sara, mientras acariciaba parte de su vientre. Ya estaba recostada en una de las camas que Fer le había dado para que descansara.
Tenía planeado hacer un viaje y no sabía cuándo iba a volver. Lo único que sabía, era que iba a regresar más fuerte que nunca a recuperar lo que le pertenece.