3. Escogeré nuestra canción

1621 Words
3. Escogeré nuestra canción Lily Estoy en el estudio de mi madre, creando nuevos diseños. A través de mis audífonos escucho una de las canciones de moda. Mientras la tarareo, voy trazando líneas en el cuaderno, que pronto se convertirán en bellos vestidos. Me veo en el espejo que está colocado frente a mí y sonrío. Cada día me veo más mayor. Recuerdo que contaba los días para cumplir dieciocho años, pues sería la señal para que me lanzara con todo mi armamento para enamorar al hombre de mis sueños. Doy un gran suspiro. Sus hermosos ojos me acompañan cada noche y su dulce voz diciendo Pequeña Lily, suena en mis oídos como la mejor de las melodías. Me pongo de pie y me calzo las sandalias para ir a la cocina por un poco de agua. Escucho que mi madre habla por teléfono. —Si, no hay problema. Estoy encantada de que Diana se integre a la empresa. –Dejo de tomar agua, pues lo que escucho me interesa. –Si, está bien. Gracias por tu apoyo. –Mamá cuelga el teléfono y me acerco para que me vea. —Hola hija. ¿Estás escondida? –Suelto una pequeña risita. No me estaba ocultando pero si escuchando a escondidas. —¿Hablabas con la señora Dorantes? –mamá me quita el vaso y se toma el resto de mi agua. Ambas reímos pues es una costumbre que tenemos desde siempre. —Si, hablaba con ella. Diana, la madre de Franco, comenzará a trabajar con nosotros. –me quedo pensando en lo que dice. Si mi futura suegra estará más seguido por allá, tal vez sea hora de que yo acepte la propuesta de mi madre de ir a trabajar con ella. —Oh, me parece bien. Justamente yo estaba pensando en aceptar acompañarte. Quizás aprenda más cosas si estoy por esos lugares. —Mamá sonríe y se acerca para darme un beso. —Siempre serás bienvenida. Si quieres mañana mismo vas conmigo. –Asiento y me retiro. Voy a mi cuarto para planear lo que haré. Si me gano a la señora Diana, quizás de esa manera pueda acercarme a Franco. Él tiene debilidad por su madre, y estoy segura de que ese sería un punto a mi favor. Doy un salto de alegría por la idea. De algunos años para acá, las cosas se han ido acomodando para estar cerca de mi amado futuro esposo. Es el hombre más guapo y perfecto del mundo. Incluso le gana a mi padre, pero nunca se lo diría. El señor Juan Luis Peña odia con toda su alma al tío italiano y a Franco. Siempre ha creído que le robarán a mi madre, a pesar de que Le Monde ya está casado y el abogado nunca ha dado señales claras de interés por mamá. Afortunadamente actué a tiempo y pude conseguir que papá considerara el pedir una oportunidad a mi madre, aunque aún no se decide a hablar directamente con ella. Pero si se tarda un poco más, quien estaría hablando de boda con mamá sería Franco. El solo pensarlo me provoca escalofríos. Franco —Ay hijo, estoy tan feliz. No pensé que a mi edad podrían contratarme, pero gracias a mi comadre y a Amelia que me están dando la oportunidad. Veo sonreír ilusionada a mi madre. Está muy contenta porque pronto va a comenzar a trabajar en el área de finanzas de la empresa de mi madrina. Ella siempre fue muy eficiente en su trabajo, pero cuando llegó el momento de su jubilación y sin nada que hacer en casa, se había estado sintiendo deprimida. El gran problema de los adultos mayores. Muy grandes para trabajar en una empresa, muy jóvenes para quedarse en casa sin hacer nada. —Me alegro mamá. Y mañana te invitaré a cenar para celebrar. –Ella me abraza y le dejo un beso en su frente. Es la mejor madre que pude tener. Me despido de ella y voy hacia mi casa. En el camino, recibo una llamada. —¿Hola? –escucho una risa, la cual conozco perfectamente. —Licenciado. ¿Qué mala cara vio en mi casa que no ha vuelto por acá? Necesito que mi amigo venga a cenar esta noche o me voy a molestar demasiado. Suelto una carcajada. Amelia es la única persona con la que me permito ser un poco más libre en mi comportamiento. Con los demás debo mantener mi reputación de hombre sin sentimientos. Un auténtico tiburón. —Pues si es por las buenas, creo que no tengo otra opción. Llegó en media hora. –mi amiga se despide y ya sé lo que va a decirme. Ella aprecia mucho a mi madre y sabe lo importante que es para mí que le estén dando una oportunidad. Decido parar en el camino para comprar un pequeño pastel en uno de mis locales favoritos. No es que sea amante de las cosas dulces, pero aquí venden ese postre que le gusta mucho a la pequeña Lily. Desde el día de la estática al tomar mi mano, volví menos a su casa, pero conforme pasaba el tiempo y ya no se presentó otra situación parecida, bajé la guardia y volví a visitar esa familia. ***** Cuando llego a la casa de Amelia, el cielo ya estaba oscurecido. Estaciono el coche, me bajo y tomo el pastel para la pequeña pelirroja. Al parecer me estaba esperando, pues apenas voy a tocar la puerta, y ella ya la estaba abriendo. —¡¡Franco!! –me dice mientras se arroja a mis brazos. No me había dado cuenta que está mucho más alta, incluso que su madre. —Hola Lily. Cuidado que tumbas el pastel que te traje. –Ella lo toma con reverencia. En ocasiones me causa gracia la manera como actúa. Cómo si de un tesoro se tratara todo lo que le traigo. Sus ojos están cristalizados y eso me causa curiosidad. —¿Qué tienes? ¿Por qué vas a llorar? –ella niega, pero yo sé que es así. —No, no voy a llorar, solo estoy muy conmovida. Pero ven, pasa. –me guía hacia la sala. No veo a su madre por ningún lado. —¿Y Amelia? –ella hace una pequeña mueca. En ocasiones me he dado cuenta que hace ese gesto cuando pregunto por su madre. —Ella está arriba, en un momento baja. Pero cuéntame. ¿Qué tal te va en el trabajo? –me provoca risa la manera en la que habla. En ocasiones actúa como una niña y eso me causa ternura. —Pues me va bien. Tengo nuevos casos y nuevos clientes. Lo mismo de siempre. A veces es un poco aburrido. –ella no dice nada. Pero pasa un rato y sigue sin hablar. —¿Pasa algo? —No, no pasa nada. Solo quiero que sepas que no eres aburrido. Por el contrario. Eres el mejor hombre del mundo. De seguro habrá muchas enamoradas detrás de ti. Me da gracia la manera en que me dice las cosas. Pareciera que está celosa. —Bueno, en realidad no. Sabes que no tengo tanto tiempo libre y las mujeres que conozco no están interesadas en alguien tan soso como yo. –Ella sonríe y baja su mirada pero no dice más nada. La cena transcurre ligera entre la charla de las pelirrojas. Son dos mujeres hermosas y me alegra ser parte de las personas que aprecian. El timbre suena y Amelia pide disculpas para ir hacia la puerta de manera veloz. Me imagino de quien se trata. Sonrío al pensar en la mala cara que va a poner Peña cuando me vea. —Buenas noches. –Saluda al entrar. Me pongo de pie para saludarlo, mientras Lily va hacia su padre para lanzarse en sus brazos. El hombre la recibe con agilidad. Ya tiene práctica, pues es la manera habitual que la pequeña tiene de recibir a los hombres de su familia, aunque ahora que lo pienso, yo no soy nada de ella. No le doy muchas vueltas al asunto. Tal vez mira como a un tío o a un padre, que se yo. La mente de las adolescentes es un misterio sin resolver. —Bueno, yo me despido. Mañana hay mucho trabajo en la oficina. –Amelia se levanta, pero Peña también lo hace. Veo que Lily observa esa acción y se adelanta a ellos. —No se preocupen. Yo acompaño a Franco a la puerta. –les dice y están conformes, por lo que me despido ahí mismo. Mientras vamos a la salida, Lily se cuelga de mi brazo. Una nueva costumbre de ella. —Franco, ¿te das cuenta de que ya crecí? –me pregunta de pronto, lo que me hace voltear a verla. Si, definitivamente ya creció. Su figura ha dejado de ser la de una niña. Se está convirtiendo en una bella mujer. —Si, me doy cuenta. En el momento menos esperado, nos dirás que tienes novio y que te vas a casar. –su sonrisa se apaga. No menciona nada más. Cuando estoy a punto de caminar hacia mi auto, me detiene. —Franco…¿bailarás conmigo en mi fiesta? –me dice y solo asiento. —Claro que sí. Bailaré contigo. –le doy una pequeña sonrisa, pero lo que me dice a continuación, me deja pensando. —Escogeré nuestra canción. Será la mejor. –dice, y no pregunto más. Es mejor que me marche. Lily Lo veo alejarse en su auto. Doy un gran suspiro. «Si Franco. Escogeré nuestra canción. La misma que bailaremos el día de nuestra boda» Sonrío para mí mientras regreso con mis padres.
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