34. Empate en el juego del amor
Lily
Después de escuchar lo que dijo Franco de no querer tener una boda religiosa conmigo, subo a mi habitación. El encanto del paseo por el jardín se ha perdido. Y para no hacer un berrinche delante de él, prefiero retirarme a mi habitación a rumiar mi tristeza.
Decido llamar a mi amiga Caro. Ella no sabe todo esto que está pasando. Así que tomo mi teléfono y le marco.
—¡Hola Lily! ¿Estás en casa? –me pregunta antes de que diga algo.
—Si, aqui estoy. ¿Vienes? –le pregunto, porque creo que su intención es visitarme.
—Si, estoy cerca. Llego en diez minutos. –nos despedimos y cuelgo. Me tiro en la cama y miro hacia el techo. ¿Estaré haciendo lo correcto? Aún es tiempo de retractarme.
Cierro los ojos y recuerdo nuestra mágica noche. Una
