Cuando Elizabeth lo empujó a un lado para que se alejara de su cercanía, el hombre lobo sintió cierta molestia, porque hasta ahora en sus mil años de vida, ninguna mujer se había resistido a sus encantos. Normalmente él tenía que alejarlas a ellas para que lo dejaran en paz, sin embargo ahora parecía que los papeles se habían invertido. —¿Qué ocurre?, esta es la segunda vez que me alejas de ti ¿Tienes miedo acaso?, no te haré nada que tu no disfrutes—dice Harald, asumiendo que Elizabeth se alejaba de él por miedo. La pelinegra pensó por un instante decirle a Harald acerca de las voces que estaba escuchando en su cabeza, y las visiones que llegaban en su mente cuando lo besaba, pero luego prefirió no hacerlo, porque ella quería investigar primero por su cuenta que era lo que estaba ocurri