Esa misma noche había ido al departamento que compartía con Leilah, sacando las pocas cosas que me pertenecían y habían quedado en ése lugar.
A punto estuve de claudicar cuando la vi echada sobre el sillón, seguramente llorando desde hacía horas la sensación no fue agradable pero trate con todas mis fuerzas de ignorarla.
Más nada podía hacer, ella misma había acabado el acuerdo y yo estaba plenamente convencido de que eso era lo mejor, que pronto podría sacarla de mi cabeza y que no quedaba otra opción.
Recogí mis cosas y me dirigí a la salida, dejandole el examen final que no había podido hacer. Ya me lo daría luego, daba igual.
Me encaminé hacia la puerta, deteniéndome un momento en el umbral tratando de no devolverme hasta donde ella estaba; podía oír sus sollozos, sentir su calor,
