Me dejo caer sobre la cama admirando el techo, como suelo hacer cuando mis pensamientos logran rebasarme.
He trabajado en los últimos detalles de mi tesis, dejando el cuadernillo sobre la mesa ratona para que a la mañana siguiente no se me fuera a olvidar. Luego intento molestar a Hillary, sin embargo, ella está demasiado atareada con sus clases así que la dejo en paz.
Y dado que necesito distraer mi cerril mente, decido matar dos pájaros de un tiro llamando a Marion: comenzaré con la maratónica tarea de preparativos de boda y también les demostraré (a ella y a mi inconsciencia), que sigo firme en el camino hacia mi felicidad.
Alan es mi sueño real. Mi decisión tomada.
Estoy calculando cuántas veces cabe mi mano en la extensión del techo, cuando Marion atiende.
—¿Leilah? —musita.
¿En
