Capítulo 13: ¿A quién perteneces?

2080 Words
—¿Qué dices? —Franco esta involucrado con alguien. —¿Te refieres a una mujer? —Exactamente. Una sonrisa oscura se forma lentamente en el rostro de Aron Walk mientras se recarga en el respaldo amplio de su sillón de piel n***o mostrando una imagen siniestra para un chico de diecisiete años. —Explica la parte de “involucrado” El hombre mayor pero inferior en rango sonríe a la par del chico. —La compró. —¿Qué dices? La baja luz en la habitación no disimula el entusiasmo en el hombre. —La compró por cien mil dólares. Iban a venderla a una de esas subastas de mujeres cuando él llegó y la compró. Realmente la salvó. Todo un caballero en brillante armadura.— se burla. —¿Quién es la chica? ¿Sabes de dónde la conoce?— pregunta Aron sin mostrar como su cerebro esta yendo a mil por hora. —Lo averiguaré. —Buen trabajo, hazlo. ¿Entonces la piedra imperturbable de Franco en realidad es capaz de preocuparse así por alguien? Aron no dejaría ir esa oportunidad. ─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── Nunca pensé estar tan asustada y excitada al mismo tiempo. Es como estar parada frente a un acantilado con un arnés de dudosa resistencia mientras me juran que no me estamparé contra el suelo y antes de que tenga oportunidad de pensarlo me empujan al vacío. —Franco, no es lo que crees—finalmente encuentro mi voz. —Es exactamente lo que creo— me dice bajando el cierre de mi pantalón— tal vez tenga que recordarte a quien perteneces. Mierda. Brinco cuando su mano se cuela en mis pantalones y encuentra el lugar exacto con una precisión aterradora. Debo dejar de usar ropa interior tan pequeña. Su dedo grueso y largo se empieza a mover sobre mi clítoris y yo apenas puedo recordar como respirar. El movimiento es lento, preciso y torturador. Intento moverme mis caderas pero su cuerpo sobre el mio me mantiene en mi lugar. —¿A quién perteneces? —¿Qué… —¡Dilo! ¡Ahora! Cierro los ojos y aprieto las sabanas bajo mis manos mientras me pregunto como puede estar tan calmado un momento y tan apasionado al siguiente. Voy a cambiar su nombre de contacto de Franco a Bipolar del año. Deja de mover su dedo contra mi y creo que voy a morir. Quiero moverme contra él pero no me deja. —Responde— me exige con voz baja pegada a mi oído. Me esta torturando para escuchar lo que quiere. Bueno, ¿quién soy yo para oponerme? —Tuya— la respuesta sale más como una suplica que como una afirmación. —No te escuché, dilo más claro. —¡Tuya, mierda!— grito sin pensar en si mis vecinos tendrán el oído pegado a mi pared en este momento. —Buena chica— me dice y vuelve a frotar mi clítoris, esta vez más fuerte y más rápido. Hecho la cabeza hacía atrás cuando la acumulación empieza a ser más fuerte pero justo en la cúspide… Se detiene. —¿Qué vas a hacer si te cruzas a Tony de nuevo?— me pregunta sin tocarme. Despiadado. Esto es despiadado. ¿Por qué no me arranca las uñas o algo menos doloroso? —Voy a llamar al presidente de Corea del Norte y le pediré un par de misiles para estrellárselos en la cabeza. Siento su sonrisa sobre mi hombro mientras vuelve a moverse y finalmente el orgasmo me envuelve maravillosamente. Me dejo caer sobre la cama. —Franco… —Mmm— me responde sin sacar la mano de mis pantalones. —Se me están durmiendo las piernas. Siento un resoplido parecido a una risa en mi hombro antes de que él se levante. Hago el gesto de levantarme y me giro hacia él pero al segundo siguiente Franco esta sobre mi de nuevo solo que ahora mi espalda está en la cama y puedo mirarlo a la cara. —¿Puedes? —¿Puedo?— preguntó sin comprender. Pone un brazo a cada lado de mi cabeza creando una prisión para mi con la cama. —¿Puedes lidiar conmigo? —¡Claro que… —No estoy preguntando a la ligera, Jessica— me interrumpe.— es una pregunta que tienes que pensarte bien. No soy cariñoso, afectuoso y cuidadoso. No aprendí y no me creo capaz de aprenderlo. Si yo tuviera una hija no la dejaría acercarse a un hombre como yo. No lo digo para parecer interesante, Jessica. Tienes que entender que lidiar con un hombre como yo no es algo que vaya a ser fácil y si quieres retirarte este es el momento, después de esto no tendrás opción… no te dejaré ir. No lo dice como algo que desea si no como una sentencia, como si nos estuviéramos sentenciando a ambos a la muerte. No dejo pasar la sombra de profunda tristeza que cubre su rostro. Nunca lo había visto mostrarse tan vulnerable. —¿Eso quiere decir que puedo llamarte mi novio?— pregunto con un tono juguetón esperando que eso lo relaje. No lo hace. —Eso quiere decir que no habrá escapatoria ni para ti, ni para mi. Si me permito quererte…—me detiene como si la sola idea fuera dolorosa. ¿Qué le ocurrió para pensar de esa manera?— si me permito quererte te convertirás en un blanco, tu vida jamás volverá a ser segura, hay una razón por la que nadie ha podido detenerme jamas y es porque no hay nada con que hacerlo. Serás lo primero y eso sería lo más egoísta que podría hacerte. Así que si quieres ir con ese hijo de puta de Tony ve ahora, no tendrás otra oportunidad, porque Jessica, yo no se querer correctamente, no se ser comprensivo o prudente, mi amor es difícil, controlador y sofocante para mi y para la persona que este a mi lado, por eso no me permito sentirlo. Entonces ¿Puedes lidiar con un hombre como yo? No tendrás una segunda oportunidad para responder esta pregunta. Eso… Eso es mucha información en muy poco tiempo. Él cree que va a hacerme daño, pero soy yo la que va a traicionarlo. Soy yo quien tiene que advertirle. Pero no lo hago. —Si este es el resultado de hacerte enojar tendré que hacerlo más seguido. Él eleva una ceja con confusión. —¿Eso es un si? Alzó mis brazos y tiro de él hacía abajo. —Fuiste mío desde el momento en que nos conocimos. Envuelvo mis piernas alrededor de su cadera y él se deja caer sobre mí envolviéndose con todo su peso. Aprisionándome. No hay vuelta atrás, ni para él ni para mi. Sus caderas se mueven contra las mías y yo gimo contra su boca. Mi cierre ya está bajo así que solo me las arreglo para bajar mis pantalones y tirarlo por ahí mientras mis manos luchan con su camisa, el pasa la blusa por encima de mi cabeza y la lanza hacía atrás. Yo termino reventando los últimos botones de su camisa y la abro. Dios, tener ese abdomen debería ser ilegal. Él se acomoda mejor entre mis piernas y rompe mis bragas para tener un contacto directo. No se en que momento se quitó los pantalones solo se que ahora estoy viendo su m*****o en toda la expresión. Eso va a doler. No es que me esté quejando. —Condones— le digo mientras esta lamiendo mi cuello. Lo escucho desgarrar algo y veo que había pensado en ese antes que yo. Tener hijos no esta en mis planes más cercanos y parece que en los de él tampoco. Ya estoy bastante húmeda cuando su pene se acomoda en mi entrada. Y entra. Abro la boca y cierro los ojos mientras la amplitud de su longitud me atraviesa. He pasado un buen rato sin estar con nadie y él no es precisamente un hombre pequeño. Duele y él parece darse cuenta porque en un instante su boca envuelve mis pechos y su mano encuentra mi clítoris y me estimula hasta que no puedo pensar en otra cosa que en lo mucho que quiero un orgasmo ahora mismo. Él empieza a moverse, sus estocadas son lentas pero profundas. Yo me quedo sin aire con cada embestida. Una y otra vez mientras su boca encuentra la mía. Lo siento tensarse sobre mi al mismo tiempo que el orgasmo se acumula dentro de mi. Lo alcanzamos juntos. Es tan maravilloso que no puede pensar en nada más que las sensaciones de mi cuerpo. Él se derrumba sobre mi. Nos quedamos en silencio con solo el sonido de nuestras respiraciones acompasadas. Entonces algo ocurre que arruina por completo el ambiente. Mi estomago gruñe. —¿Tienes hambre?— me pregunta él con voz adormilada. —Bueno mi desayuno consistió en una gloriosa tasa de café y un poco de aire. El gruñe algo y su acento italiano se le desliza sin que se de cuenta. Es sexy, no es que vaya a decírselo. Pronto. —No deberías descuidarte así. —¿Por qué no? soy fuerte— me quejo mientras mi mano encuentra su cabello corto. Él se levanta y me mira a los ojos. —Tenemos un hijo de quien cuidar. Cierro y abro la boca como un pez un par de veces sin creer lo que acabo de oír. . —¿Realmente acabas de decir lo que creo que acabas de decir? —No se de que hablas— me dice levantándose. Su tono lineal volviendo. —¡Te estas ablandando, cariño!— le grito cuando sale del cuarto y me gruñe en respuesta. Sonrío. No se que me espera en el futuro, pero ahora mismo, en este momento, nunca había sido tan feliz. ─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── —¿Estas bien? Pareces preocupado. Ada observa a su hijo que no come y solo jugueteaba con el plato. Desde que Jessica había hablado con él, Aron la había llevado a cenar cada viernes, él escogía el restaurante y lo pagaba todo sin dejarla gastar nunca ni un centavo. No quería ponerse a prensar en como había obtenido el dinero. —No te preocupes. Son cosas del trabajo. La comida en su boca baja con dificultad. —Aron… ¿realmente eso te hace feliz? ¿Ese trabajo? Vivir al día, arriesgado tu vida. Aron deja el cubierto junto a su plato y mira a su madre como si hubiese esperado todo ese tiempo a que ella sacara el tema. No parece sorprendido ni preocupado. —Estoy bien madre, estaré bien. No seré otra vez un motivo para preocuparte, esta vez… cuidaré de ti. Es el apetito de Ada el que se ha ido ahora. —Aron… ¿algún día perdonarás a tu padre? Aron baja la mirada con esa pregunta. Él jamás baja la mirada. —Yo… La voz de Aron se ve difuminada con el sonido del teléfono de Ada. Ella pone una mano sobre la bocina para acallarlo pero Aron niega con la cabeza. —Contesta, madre. Esta bien. Ada suspira con resignación antes de tomar la llamada. Es su esposo. —¿Qué ocurre? Ada escucha en silencio a la persona al otro lado de la llamada antes de llevarse la mano a la cara. —¿La viste en el hospital?… ¿Realmente esta saliendo con ese tipo?… Jessica tiene un deseo de muerte. Colgó poco después y se dió cuenta que la atención de su hijo estaba por completo sobre ella. —¿Ocurre algo malo?— pregunta con honesta preocupación. O al menos en apariencia. —Jessica, siempre está metiéndose en problemas. —¿Qué hizo ahora?— pregunta como si solo buscara hacer conversación. —Esta saliendo con un tipo peligroso, realmente tiene gustos extraños. Ada notó que su hijo había dejado de comer en el momento en que esas palabras salieron de su boca. —¿Con quien está saliendo? —Un tipo que conoció en mi bar— responde extrañada por la repentina atención de su hijo sobre ese tema en específico. —Vaya, así que no cambia— dice con repentino desinterés. Fingido desinterés. Ada se da cuenta pero prefiere ignorarlo. Por el momento. Tal vez debió poner más atención a la razón detrás del trato que Jessica y su hijo habían hecho.
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