Capítulo 12: Mía

3618 Words
Capítulo 12: Mía —Entonces hay un “Tony”. Estoy pensando seriamente en raparme el cabello y cambiar mi nombre a Martha. O Diego. Pero si decido ser Diego tendré que hacer más cambios que solo raparme. Franco es tan alto que se eleva sobre mi, por lo que Tony puede verlo sin que yo me mueva… y no es que pueda moverme en ese momento. Creo que mis pies se han fusionado con el piso y se han hecho uno mismo. —Lo hay— es él mismo quien responde parece valiente mientras alza la barbilla y se muestra prepotente pero lo conozco de hace años, puedo decir sin lugar a dudas que esta asustado, Franco le da miedo, y es comprensible soy una chica temeraria a la que le gusta el peligro, los hombres tatuados hasta los dedos con esa temible expresión me encantan, pero Tony debe estar pensando dónde esta la salida más cercana. De nuevo: cobarde. Tal vez es mi imaginación pero Franco parece estar más cerca de mi cuando habla de nuevo. —¿Entonces esta es la razón por la que temías volver a casa cada vez que te dejaba? Me doy cuenta que en todo este tiempo Franco no se ha dirigido ni una sola vez hacía Tony, como si ni siquiera mereciera su atención. —¿Entonces este es tu novio, Jessica? No sabía qué hacías obras de caridad en la prisión.— se burla Tony tratando de parecer valiente. Su comentario me revuelve el estomago pero Franco permanece inalterable tras de mi. Parece que va siendo hora de que haga que mis pies y el piso rompan su relación dependiente y haga algo antes de que esto se salga de control. Me giro hacía Franco y me doy cuenta de lo realmente cerca que esta de mi. Tengo que dar un paso atrás para mirarlo a la cara. Sus ojos están fijos sobre mi. ¡Dios! ¿Este hombre no parpadea? Tragó saliva. —Este… hola, ¿qué dice la familia?— creo que mi cerebro se hizo papilla. No se porque me siento culpable, como si me hubiese agarrado con las manos en la masa cuando realmente no he echo nada malo. Técnicamente no estamos saliendo, en caso de que fuera así no estoy siéndole infiel con nadie, menos con la basura de Tony. Aún así se siente… mal. Su pregunta me sorprende. —¿Quieres que me vaya? Es una pregunta trampa, lo se. Si le pido que se vaya lo tomará como si estuviera tomando partido por Tony, si le pido que se quede lo tomará como que Tony realmente representa un peligro para mi o algo así, que realmente estaba huyendo de él. ¿Qué haría entonces? ¿Realmente le importo lo suficiente para que hiciera algo al respecto? Mi yo del pasado estaría realmente emocionada por una situación así, mi yo de ahora quiere meterse bajo su manta de tigre y rezar diez padres nuestros. Abro la boca para responder pero la voz de Tony suena sobre la mía. —Por supuesto que quiere que te vayas. Estábamos hablando si no te importa. Nunca dejará de ser un idiota. Para mi sorpresa Franco no quita su atención de mi, como si Tony ni siquiera llegara al nivel de mosca molesta, como si ni siquiera estuviera ahí. Eso parece molestarlo más. Conozco a Tony, claramente esa intentando provocarlo y esto funcionaría con cualquier otro hombre normal. No con Franco. Nunca se como va a reaccionar. Al final la verdad se resbala de mis labios sin que pueda detenerla. ¡Al diablo con Tony! —Tiene a Kanan.— digo y me arrepiento al segundo siguiente. Un grito involuntario sale de mi garganta que se ve armonizado por el grito de Tony cuando Franco le apunta con su arma. Es un gesto simple, fluido y sencillo, sin esfuerzo, como si fuera algo que hace en el día a día. Una tarea aburrida. No hay emociones en él mientras le apunta con su arma pero Tony ya esta en el suelo sudando como un gordo de cien kilos en un maratón de tres horas. —¿Qué carajo, Jessica? ¡Esta armado!— me grita desde el suelo como la típica rubia en las películas de terror que se caen cuando son perseguidas por el asesino. Pero el asesino es mi novio. Y yo soy pelirroja. Franco no dice nada pero entiendo su gesto perfectamente. Me vuelvo a Tony que sigue temblando como un chihuahua. —¿Dónde esta mi perro?— le digo dejando entrever toda mi rabia y mi hartazgo desde que llegó a mi vida de nuevo. —¡¿Qué?!— vuelve su atención hacía mi solo un segundo antes de volverse a mirar al hombre con el arma. Tengo que hacer esto rápido antes de que alguien llegue y pueda meter a Franco en problemas. —¡Mi perro! ¡Ahora!— gritó. Él finalmente parece reaccionar. —¡En el baño! ¡Esta en el maldito baño! Corro hacía ahí sin pensarlo dos veces. Afortunadamente todos lo departamentos tiene el mismo diseño y cada cuarto esta en el mismo lugar. Encuentro el baño rápidamente y encuentro a Kanan tras la tasa del baño completamente aterrorizado. Ladra sin parar y gruñe mientras se agolpa en el pequeño espacio entre el inodoro y la pared. Nunca le perdonaré esto. En cuanto Kanan me ve me reconoce y afortunadamente se acerca hacía mi, esto no lo ha hecho volver a encerrarse en su c*****o de miedo y eso es un alivio para mi. —Ven aquí pequeño, todo esta bien ahora. Aprovecho para buscar mis llaves y las encuentro dentro de su chamarra colgada en la silla de la sala tal y como esperaba. No cambia. Cuando vuelvo a la puerta Tony sigue en el suelo y Franco sigue sosteniendo el arma frente a él, pero ahora esta recargado cómodamente en la puerta como si Tony solo fuera una molesta tarea que terminar y no un peligro real. Sonrío cuando su atención se mueven de Tony hacía mi. —Esta bien, podemos irnos. Sus ojos verde oscuro bajan por una fracción de segundo a Kanan antes de volver a Tony. Paso por encima de Tony sin darle una segunda mirada y es Franco quien cierra la puerta tras de mi dejando a Tony adentro. Espero que ese susto lo deje fuera de juego un tiempo. Voy hacía mi departamento y Franco me sigue. Dudo un momento antes de abrir. ¿Él va a entrar conmigo? Sería la primera vez que esta en mi departamento. Mi estomago se encoge mientras abro la puerta, no la cierro y Franco entra tras de mi poco después. Dejó a Kanan en su cama y beso su cabecita. Las llaves de repuesto que Tony me robo tintinean en mi mano, pienso un segundo si tirar el juego de llaves por el fregadero o por el inodoro. Al final me giro hacía Franco y se las lanzo, él las atrapa ágilmente con una mano. Él mira el juego de llaves con confusión. —Consérvalas, tal vez necesite tu servicios de guardaespaldas otra vez. Ya se esta haciendo costumbre y eres bueno evitando que me meta en problemas, lo que de echo es un gran logro. Él no dice nada pero se guarda las llaves en el saco. Un silencio extraño nos invade y yo miro “realmente” interesada el piso de mármol gris de mi departamento. Miró a Franco de reojo y es sorprendente como llena el espacio en dónde está con tanta facilidad. Esta recargado en la encimera de mi cocina con los brazos cruzados, el saco abierto y un gesto relajado. Debí haber hecho algo bien en mi otra vida para merecer esta maravillosa vista. Cuando mis ojos llegan a los suyos esta observándome de nuevo con esa expresión tan confusa. —Quería dispararle.— me dice pero parece más una confesión más para si mismo que para mi, como si no pudiera creerlo. —Bueno, Tony es realmente el miss universo de los idiotas. Cualquiera querría dispararle, si la madre Teresa lo conociera te aseguro que lo empujaría frente a un auto. Bromeó tratando de disimular lo aterrada que me siento bajo su fija atención. Me sobo el brazo y de pronto me siento como una adolescente que acaba de meter a su novio a hurtadillas a su habitación. —Dijiste que llamabas a todos los hombres Tony, ¿es gracias a él? Si, cuando dije eso no esperaba que Tony apareciera de pronto frente a mi puerta, pensé que solo será una de esas divertidas y miserables historias sobre exes basura que se cuentan cuando uno está demasiado ebrio en una fiesta. O en mi caso en casa de Ada. —Tal vez— respondo y ni si quiera soy capaz de mirarlo a la cara. Estoy mirando el piso así que me doy cuenta cuando sus pies se me mueven hacía mi, no retrocedo pero me encantaría hacerlo. Nunca me había sentido tan acorralada en mi propia casa. La punta de sus zapatos lustrados roza mis botas de escalar descuidadas. Sus grandes manos agarran mis antebrazos y se inclina sobre mi para susurrarme al oído. —¿Si le hubiese disparado… qué habrías echo? ¿Qué habría hecho? Tardó unos segundos en entender lo que realmente quiere preguntar debido a su cercanía. ¿Qué habría hecho? Es decir a quien habría elegido. El lado que hubiese tomado. Entonces… ¿Esta celoso? Algo dentro de mi da una vuelta mortal y tres giros de bastonera. ¡Esta celoso! —Bueno… hubiese encontrado la manera de cubrir tus tatuajes y cambiar tu nombre a Marcos. Conseguir una identidad falsa es sencillo, pero tu imagen es muy llamativa, tal vez tendríamos que mudarnos a los Alpes un tiempo y después a Paris, dicen que ahí el vino es como agua así que me adaptaría fácilmente, Kanan tendría que ir a escuelas diferentes los primeros años pero finalmente nos asentaríamos en un pueblito cerca de la costa dónde la policía no nos reconocería y empezaríamos una nueva vida como el señor y la señora García, entonces nos apoderaríamos del pueblito y luego del mundo. Si nos apoderamos del mundo nadie podría enviarte a la cárcel entonces yo… Dejó de hablar cuando él me calla con sus labios, su boca se mueve con habilidad y con exigencia contra la mía. Su lengua encuentra la mía y yo me quedo sin aire. Sus manos sobre mis antebrazos se aprietan tan fuerte que empieza a dolerme pero no me quejo ni siquiera cuando mi espalda encuentra la pared con fuerza. —No vuelvas a hablar con él.— me dice y parece una orden. —Solo si me lo pides correctamente— le respondo y mis manos se cuelan en su entrepierna. Su boca no deja la mía cuando me meto en sus pantalones y encuentro su m*****o caliente y palpitante. Gimo satisfecha cuando siento su tamaño. Tengo buen ojo. Empiezo a acariciarlo con habilidad antes de que su mano encuentre mi muñeca deteniéndome. —Déjame hacerlo— le suplico y parece reticente hasta que finalmente me suelta. Su pene se hace más grande en mi mano conforme más lo acaricio y sus besos se hacen más insistente y más exigentes, ni siquiera me da tiempo a respirar cuando acelero mis movimientos. Sus manos en mis brazos dejaran marcas por lo fuerte que esta apretando, entonces él se separa y me dice: —Si sigues así no podré contenerme más tiempo. —No lo hagas.— le digo y eso parece ser suficiente para él porque se viene contra mi mano y su cuerpo se derrumba sobre el mio apretándome contra la pared. —Eres una mujer problemática— me dice besando mi cuello. —Lo se— respondo orgullosa. ─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── Tony me ha estado evitando. Eso es tanto un alivio como una sorpresa. Somos vecinos pero no me lo he encontrado una sola vez. Pongo una correa de chaleco al rededor del pecho de Kanan y estamos listos para nuestro primer paseo oficial. Es tan pequeño que ninguna correa al cuello le quedaba y terminaba soltándose y esta opción parece gustarle también. Pese a la correa lo llevo en brazos hasta la puerta principal de mi edificio. Casi tropiezo con una mujer sentada en el pórtico. Llama por teléfono con una clara expresión de angustia y se balancea sobre si misma con ansiedad. Su cabello desordenado cubre parcialmente su rostro como si hubiese estado tirando de él con angustia. —¿Podemos posponer el paseo cinco minutos?— le pregunto a Kanan que me gruñe en respuesta.— tomaré eso como un “si”. Me acerco a la mujer para preguntarle si necesita ayuda cuando algo se estrella contra mis piernas. Una linda niña me mira desde abajo. —Lo siento— me dice con su voz dulce y sus ojos azules y su rubio cabello lacio se mueve graciosamente. —Ana, ¡ven acá!— la regaña la mujer sentada en los escalones y la niña se disculpa una vez más antes de volver con su madre. La mujer levanta la cabeza para disculparse conmigo también pero las palabras se le quedan atoradas en la garganta al reconocerme. Yo… Mis manos tiemblan mientras obligo a mis piernas a moverse de vuelta al edificio. Cierro la puerta principal tras de mi y me recargo en esta mientras recupero el aliento. Por supuesto que me reconoce. Soy la mujer a la que le robó el novio. Y esa niña… es idéntica a él. Vuelvo mi atención a Kanan cuando este me muerde ligeramente la mano. —Lo siento, pequeño. Tendremos que posponer tu primer paseo. Kanan se eleva sobre mi hombro y lame mi mejilla limpiando una lagrima que yo no me di cuenta que había dejado salir. Tony tiene una hija. Abrazo a Kanan contra mi pecho y él lame la lagrima que sigue a la primera y las que vienen después. Al final él eligió a la mujer por la que me dejó. Tuvo una hija con ella. La eligió a ella. ¿Entonces que demonios hace aquí? ─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── Al final le cumplo a Kanan, ya es de noche cuando volvemos del paseo pero no tenemos ningún encuentro no deseado. Estamos dando la vuelta en la calle de mi edifico cuando un quejido en un callejón llama mi atención. Pero más llama la atención de Kanan que comienza a ladrar. Para ser un pequeño cachorro ladra bastante fuerte. Lo levanto para que deje de intentar jalarme. —Nunca escuchaste ese dicho de “la curiosidad mato al cachorro”— le digo comenzando a caminar en dirección contraria pero el quejido se hace más fuerte. Y lo reconozco. Mierda. —No regreses, Jessica, no regreses— me digo a mi misma sin dejar de caminar. Pero entonces mis pies se detienen.— No lo hagas, Jessica. No lo hagas, no mires atrás, no regreses. Ya estoy regresando. Rayos. Cuando me asomo ligeramente en el callejón oscuro veo a varias personas. Y las reconozco a todas. Son los tres hombres que intentaron robarse mi auto, y en medio de ellos completamente sangrante en el suelo esta Tony casi inconsciente. Por la apariencia de su ropa y las cosa en las manos de los hombres, están robándole. Kanan ladra atrayendo toda la atención sobre nosotros. —¿Quién…— comienza el líder de altura más baja pero se corta al reconocerme.—Hola señorita, le dije que no debería andas sola en las calles a estas horas— me dice como si fuésemos viejos amigos. —No estoy sola— señalo a mi feroz cachorro y él se ríe. Se vuelve a Tony en el suelo y luego a mi. —Por favor vuelva a su casa, esto no le concierne— me dice volviéndose a Tony. Debería irme, debería dejar que lo despedacen parte por parte. Pero los ojos azules de una linda niña mirándome me detienen. No voy a dejar a esa niña sin padre, así sea la basura más ruin de padre que haya podido conseguir, pero, ¿todos los padres aman a sus hijos no?. Bueno, los míos no, pero sin dudas los padres normales lo hacen. Me odio a mi misma al decir. —No lo lastimen. Lo conozco— me las arreglo para decir. Los hombres que rodean a un Tony inconsciente se detienen. No se quien soy para esos hombres o porque tienen tanto miedo de lastimarme, pero usare esa única carta y espero vivir para contarlo. —No es una petición— digo con voz firme. Se miran entre si como si no hubiesen esperado esas palabras. Susurran palabras entre si que no entiendo y luego se vuelven hacía mi. —¿Entonces que quiere que hagamos con él? Suspiró de alivio. —Tráiganlo por favor.— sorprendentemente ellos me obedecen. Aún parecen dudosos pero me siguen hasta el edificio, me detengo a unos pasos de entrar. —Se ve algo mal, las personas podrían hacer preguntas. Rápidamente el mas joven de los tres se quita el saco y se lo pone en la cabeza a Tony que es llevado como un saco de papas por el más alto de los tres. —Eh… gracias. Esto es una mala idea. Los llevo por las escaleras de emergencia para no encontrarnos con nadie. El alivio me invade cuando llegamos a mi piso y no hay nadie en él. —Alguno de ustedes tiene sus llaves.— pregunto considerando que tienen su cartera. Los veo buscarse en las bolsas y el más joven me las entrega. Eso es tan surrealista. Justo a mi medida. Abro la puerta de su departamento y les indico que entren. —Solo déjenlo dónde puedan. Lo dejan en el sillón y se me encoge el estomago. Le dieron una buena, muy buena paliza. —¿Por qué le hicieron esto, solo para robarlo? —Fueron ordenes de arriba, señorita— me ordena el mayor. —¿Órdenes de arriba? ¿Entonces los enviaron para hacerle esto? Él simplemente asiente. Hay no… —Pero no sabíamos que era amigo suyo, ya llamé a la mano derecha de Thorsen para decirle que no lo haremos. No se preocupe. Mi cerebro apresura a la ardilla en mi cabeza para que organice toda la información nueva rápidamente. Thorsen es un nombre que ya había escuchado cuando me atraparon en ese almacén. Parece ser un pez grande en su mundo. Las “manos derechas” de ese tipo de hombres suelen hacer el trabajo sucio. Cosas realmente terribles con las que los grandes lideres jamás se ensuciarían las manos. —¿La mano derecha de Thorsen? —Su protector, señorita— me dice el líder como si fuera obvio, como si debiera saberlo. Creo que voy a vomitar. Kanan se ha quedado dormido en mis brazos y su calor apenas me mantienen en la tierra. —De casualidad el nombre de la mano derecha de Thorsen es… —Jessica. Los tres hombres en el departamento se vuelven hacía la puerta todavía abierta. Franco esta agitado, como si hubiese llegado corriendo. —Oh ya esta aquí, le comentaba a la señorita que… Intenta explicarse el líder pero es ignorado cuando Franco lo pasa de largo y llega hasta mi. —¿Qué estas haciendo? —¿Qué… Antes de que pueda terminar mi pregunta él tira de mi y me arrastra fuera del departamento. Me empuja dentro de mi propio departamento abriendo con la llave que le di y cierra de golpe, solo entonces me suelta. —Deja a Kanan en el suelo.— me ordena. —¿Qué… —¡Ahora!— me grita. Nunca me había gritado antes. Bajo a Kanan quien parece adormilado todavía. Entonces Franco se acerca a mi y me agarra de la muñeca para tirar de mi de nuevo. Nunca había sido tan brusco. Entra en mi habitación y cierra la puerta separándonos de Kanan. —¿Qué estas haciendo?— vuelve a preguntar. —Yo… —¿Por qué te involucraste?— en medio de la oscuridad puedo ver sus ojos enrojecidos de rabia. Tragó saliva. —¿Tú hiciste eso? ¿Tu ordenaste que le hicieran eso? —¿Y si lo hice qué? ¿Entonces me mentiste esta tarde? Al final te pusiste de su lado. —¡Eso no es verdad! ¡El tiene una hija! No podía dejarlo morir. Pero no se que tan prudente sea decir eso en este momento. No se hasta que punto este dispuesto a llegar Franco y no quiero involucrar a más personas. Menos a una niña de cuatro años. …El mismo tiempo que llevamos separados. Dejó ese nuevo descubrimiento para procesarlo después. —Te preocupas por él. Todavía te importa— no son preguntas. Me sorprendo cuando Franco me gira y me empuja contra la cama boca abajo. Su cuerpo queda sobre el mio impidiéndome levantarme. —Te compré, pague por ti. Todos esos hombres lo saben. Siento su m*****o apretarse en mi espalda y su peso sobre mi me dificulta respirar. —Te dije que te alejaras de él y no me escuchaste. Me doy cuenta que él esta luchando con el cierre de mi pantalón. Oh carajo… —Franco, no es lo que crees—finalmente encuentro mi voz. —Es exactamente lo que creo— me dice y el cierre cede— tal vez tenga que recordarte a quien perteneces.
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