—Jessica… eso es una serpiente.
—¡Dijiste que eligiera!
Lucho por no llevarme las manos a la cabeza.
—Me refería a los cachorros Jessica. No a los reptiles.— le explico sin mucha paciencia.
Ella hace un puchero mientras le entrega la serpiente de dos metros a la mujer que casi la convence de adoptar un reptil mortal.
¿A qué clase de tienda llegamos?
Simplemente me detuve en el primer lugar que vi.
La mujer la guía hacía los cachorros que ladran dentro de una pequeña reja. Ellos brinca tratando de alcanzar a Jessica en cuanto la ven. Me acerco por detrás mientras ella se inclina hacía ellos y acaricia a todos los que se lo exigen.
Notó que entre todos ellos hay un cachorro n***o que esta hecho un ovillo en una esquina de la reja, a diferencia de los otros cachorros de diferentes razas y colores, este no intenta acercase a Jessica, por el contrario se acurruca en la esquina de la jaula como si temiera que alguien fuese a lastimarlo en cualquier momento.
—Lo recatamos hace poco.— me dice la voz de la dueña del lugar al notar mi atención.— estaba siendo criado para perro de pelea.
Me doy cuenta entonces que es un cachorro de Dóberman. Parece más pequeño de lo normal y puedo ver que a una de sus orejas le falta un trozo en la punta.
Esta aterrorizado.
Siento la atención de Jessica sobre mi cuando rodeo la jaula para acercarme al pequeño cachorro que esconde su rostro entre sus patas como un avestruz.
En cuanto hago el gesto de intentar tocarlo el empieza a gruñirme. Me pongo de cuclillas y dejo que olisque mi mano sin tocarlo. Él me olisquea un poco más antes de mirarme con curiosidad. Vuelvo a intentar acércame y ya no huye esta vez. Lentamente, muy lentamente le toco la cabeza.
Él lo permite.
Escuchó a la dueña suspirar de alivio a un metro de mi.
—Él ni siquiera había dejado que yo me acercara. Me sorprende que usted lo lograra.
¿Le sorprende que yo lo lograra?
¿Eso fue un insulto?
Ella se da cuenta de su error porque abre grandes los ojos con vergüenza antes de sonrojarse.
—Quiero decir… es que usted no… no parece un hombre de mascotas. No pensé que supiera…
La risa estridente de Jessica interrumpe las disculpas de la mujer.
—Nadie esperaría que un hombre grande y malo como tu hiciera sentir tan seguro a un cachorro eso es todo— la defiende Jessica dejando a los cachorros que siguen saltando hacía ella para acercarse hacía mi.
Ella mira al cachorro que aún acaricio. Se acuclilla junto a mi para mirar mejor al Dóberman aterrorizado. Ver a un perro de esta r**a tan imponente completamente aterrorizado es algo realmente triste.
Jessica intenta tocarlo también pero él se aleja.
—Deja que te huela primero.— le digo y la tomo de la muñeca para acercar su mano al cachorro. Siento su cuerpo tensarse con mi gesto pero no me detengo. El cachorro huele su mano un poco pero aún parece asustado, probablemente porque ahora Jessica trae impregnado el olor de los otros perros.
—Esta bien, pequeño, no voy a hacerte daño. Nadie va a lastimarte ahora— le habla Jessica con una voz dulce y comprensiva y algo cambian en el perro que finalmente se deja tocar por ella.
Esta vez el suspiro de alivio viene de mi.
Jessica lo acaricia un par de veces antes de darle de nuevo su espacio.
No me sorprendo tanto cuando Jessica se levanta y le dice a la dueña.
—Nos llevamos este.
La mujer sonríe como si ya hubiese esperado esas palabras.
—Traeré todos los documentos para la adopción— dice y la regordeta mujer parece ardiente mientras corre al interior de la tienda.
En ese momento el teléfono de Jessica empieza a sonar. No paso por alto cuando ella mira su pantalla y luego me mira a mi de reojo antes de cubrir con su mano el nombre en la pantalla.
—Tengo que contestar, ahora regreso— ella sale de la tienda y la campanilla de la puerta suena cuando ella desaparece en la calle.
Estoy por acercarme de nuevo al cachorro cuando la campanilla de la tienda vuelve a sonar, pero no es Jessica quien entra si no un hombre que no conozco.
—Hola Tony— dice una voz femenina pero no es la de Jessica si no la dueña que trae un par de papeles y una pluma en las manos. Saluda al hombre con un gran abrazo entusiasmado.
No puedo evitar recordar lo que dijo Jessica el día que nos conocimos acerca de llamar a todos los hombres Tony. ¿Esta mujer hace lo mismo o él realmente se llama Tony? ¿Es “Tony” un extraño código entre mujeres?
La mujer y el hombre hablan un poco más antes de que él finalmente deje la tienda. Finalmente ella se acerca con los papeles de la adopción en la mano y me los entrega.
—Solo debe llenar algunos datos personales y podrá llevarlo a casa—me dice refiriéndose al cachorro.
Jessica entra en ese momento y le entrego los papeles.
—Solo llena esto y él será tuyo— le digo y ella los recibe.
La veo observar las hojas y luego a mi y luego las hojas y de nuevo a mi.
Y luego esta llorando.
¿Qué mierd…
Al segundo siguiente siento su cuerpo envolver el mio y tardo un momento en darme cuenta que me esta abrazando.
Suspiró antes de dejar caer una mano sobre su cabeza como único gesto.
Ella se queda un segundo más así antes de alejarme y mi cuerpo empieza a sentir frío.
—Gracias. No sabes lo mucho que esto significa para mi.
—No exageres— respondo antes de caminar hacía el cachorro para tener algo más que hacer mientras una incomodidad extraña me invade.
Después de llenar los papeles, es Jessica quien saca al cachorro de la jaula. Este afortunadamente no opone resistencia y pronto parece estar cómodo en los brazos de su nueva dueña.
—Te llevaré a tu casa— le digo señalando mi auto.
—¿Dónde quedó el: “no quieres involucrarte conmigo”?— se burla acariciando al cachorro.
—Entra al auto antes de que me arrepienta— le respondo.
Ella se ríe antes de caminar al asiento del copiloto.
Y de nuevo esas reacciones. Nada de lo que yo haga o diga parece asustarla o molestarla.
Es frustrante.
Afortunadamente el camino sigue en silencio porque ella dedica toda su atención al cachorro en su regazo. Pero a unas cuadras antes de llegar a su casa ella abre la boca…
—¿Cómo vamos a llamar a nuestro hijo?
Y golpeo el auto de enfrente.
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—Vamos déjame pagarlo— suplico con el teléfono entre mi mejilla y mi hombro mientras intento abrir la enorme bolsa de croquetas para cachorro.
—Déjalo así. Ahora tienes otra boca que alimentar— me dice con ese tono cortante que me encanta.
—Tenemos. ¿O vas a dejarme ser madre soltera? ¿Serás uno más de esos padre que abandona a sus hijos y deciden volver veinte años después para exigir que los cuiden de viejos?— pregunto furiosa mientras acaricio al cachorro que se ha echado a mis pies.
Hay un largo silencio al otro lado del teléfono antes de que él hable.
—Eres una mujer extraña.— me dice pero no parece molesto. En medio de sus palabras monocromáticas he aprendido a leer esos ligeros cambios en su voz.
—Pensé que eso ya había quedado claro.— respondo levantando al cachorro a quien su padre no se ha dignado en ponerle un nombre.— dile “hola” a papá— le digo al cachorro acercándolo al teléfono.
Escuchó como si Franco se hubiese golpeando con algo por accidente.
—Tengo que irme.— me dice.
—Pero no vas a ponerle un hombre a tu hi…
Me colgó.
Mal padre.
Beso la cabeza de mi pequeño sin nombre antes de dejarlo en su nueva cama que por ahora es un montón de sabanas y ropa acomodadas en una canasta.
—Prometo comprarte una cama decente pronto— le digo acomodándolo. Él se acurruca en una bolita como en la tienda de mascotas lo que rompe mi corazón. ¿Qué tanto dolor tuvo que pasar para sentirse en peligro todo el tiempo?
Me recuerda a alguien.
Realmente Franco me consiguió un cachorro después de que le contara como había perdido a mi compañero anterior.
Pongo una mano sobre una puerta de madera en el librero. Tras ella esta la urna con sus cenizas. Nunca pude dejarlo ir realmente. Cuando todo se fue a la mierda en casa con mi familia él fue mi único compañero, mi único amigo, la única familia que realmente tuve y curiosamente ni siquiera era de mi misma especie.
Y a él también me lo arrebataron. Como si la vida me dijera que estoy destinada a la soledad, que cada persona que ame sufrirá por mi culpa.
Carajo tengo que dejar de ver las telenovelas de las nueve que veía mi abuela.
—Te prometo que no te estoy remplazando— le digo a través de la puertita con la urna.— este nuevo m*****o de la familia jamas tomará tu lugar. Fuiste mi protector y mi único compañero por muchos años y nadie jamas podrá tomar tu lugar.
Tragó saliva para tragarme las lagrimas y me vuelvo para dejar un periódico junto a mi cachorro sin reales esperanzas de que haga en él antes de salir por el correo y tal vez conseguir una cama decente para él.
Mis vecinas Nina una pequeña de ocho años y su madre me saludan mientras la primera vuelve de la primaria.
—Tengo un cachorro— le susurro a la niña cuando pasa junto a mi.
Ella brinca emocionada y se vuelve a su madre emocionada.
—Ya la has alborotado ahora me exigirá conocerlo— me dice su madre con un tono de falso reproche mientras su hija tira de su brazo.
—Bueno será una buena excusa para invitarla a comer. Desde que eres una mujer de negocios apenas te pasas por mi casa.
La mujer niega con la cabeza sin dejar de sonreír antes de entrar en el elevador.
Ella tuvo que sufrir a manos de un hombre horrible que la golpeaba antes de tomar la mano de su hija y dejarlo para siempre.
Es una gran mujer.
Ojalá mi madre hubiese tomado la misma decisión.
Carajo, creo que va a bajarme porque estoy demasiado emocional, no puedo llorar dos veces el mismo día.
Sacó mi correo de mi buzón en el primer piso y en ese instante mi teléfono en la cintura de mis pantalones comienza a sonar. Me meto algunas cartas en la axila y me las arregló para sacar el teléfono con tres dedos de una mano.
—Hola, por favor diga su nombre, dirección y número de tarjeta de crédito— respondo.
Hay un silencio largo en la línea hasta que la voz de Aron me sorprende.
—¿Y bien? ¿Tienes la información?
Carajo este niño da miedo.
Y no tiene sentido del humor.
—Lo siento cariño, mis clientes tienen que esperar a que yo los contacte.— respondo intentando fingir que no me intimida.
—Una jodida semana Jessica. No estoy jugando.— y me cuelga.
¡Estos niños de ahora!
¡Ya no respetan a nadie!
Regresó sobre mis pasos hacía mi departamento. Es extrañamente agradable saber que alguien me espera en casa.
Y si es un adorable peludo que no puede escapar de mi, mejor.
Me detengo cuando veo a alguien frente a mi puerta.
El hombre tiene la mano levantada como si estuviera listo para tocar.
—¿Se te ofrece algo?— pregunto molesta.
Entonces él se gira hacía mi.
Y lo reconozco
Mierda.
—Jessica— me dice casi radiante.
Su sonrisa casi toca sus orejas.
La razón de que llame a todos los hombres “Tony” esta frente a mi ahora.
—Tony.
—Tanto tiempo…