Capítulo 7: Confío en ti
∗ ⋅Franco⋅ ∗
No puede ser posible.
¿Realmente ella esta en frente de mi edificio?
La veo agitar la mano en mi dirección con entusiasmo. Me saluda como si fuéramos amigos de toda la vida y la veo intentar cruzar la calle sin éxito debido a que los autos pasan uno tras otro sin darle oportunidad a moverse.
Ella vuelve a agitar la mano en mi dirección y da pequeños saltos intentando llamar mi atención.
Esta loca.
Es de madrugada y las calles están básicamente vacías a excepción de los autos que pasan a toda velocidad.
—¡Franco!— me llama por mi nombre.
Completamente desquiciada.
Cuando un auto se apiada de ella y le da el paso, Jessica cruza la calle a toda velocidad y llega frente a mi en un instante.
Y se lanza a mis brazos.
—¡Franco, que gusto verte!
La agarro con fuerza de los brazos y me la quito de encima.
—¿Qué demonios estas haciendo?
—Saludarte, ¿no es lo que hace la gente cuando se reencuentra con alguien?
Quiero llevarme las manos a la cabeza pero estoy sosteniéndola.
—Estas loca.
Ella sonríe como si le hubiese hecho un cumplido.
—¿No te da gusto verme?
La suelto y voy en dirección a mi auto sin responderle.
Y me sigue.
¿No tiene sentido de conservación?
—¿Pasaste de la acción infraganti al ataque directo?
Ella se para frente a mi sin dejarme avanza.
—Así es, ahora te cortejaré directamente.
Se mete la mano en el escote innecesariamente sugerente y saca una flor marchitada y aplastada y hace el gesto de entregármela.
La ignoró y sigo caminando.
Y vuelve a adelantárseme haciendo que me detenga.
No tengo la paciencia para esto.
—¿Qué es lo que quieres Jessica?
—Me gustas— me dice directamente y por unos segundos mi mente se queda en blanco.
—No tienes filtro ¿No es así?
—Quería que lo supiera antes de la graduación.— me dice y se que ni ella ni sus palabras tienen sentido.
—Si solo vas a jugar tengo trabajo que hacer.
La hago a un lado y ella se deja lo que me hace pensar que realmente gané la discusión esta vez.
No lo hice.
Ella me agarra del saco desde atrás impidiéndome moverme.
—Necesito tu ayuda.
Me giro hacia ella con esas palabras.
—¿Qué te hace pensar que es buena idea pedirme ayuda a mi?
Ella hace un puchero que se que es falso pero que mueve algo en mi pecho que no me gusta.
—No tengo a quien más recurrir. Me sacaste de una grande la otra vez, pensé…
—¿Pensaste que ahora seré tu caballero en armadura y te resolveré la vida?— es una pregunta alegórica pero ella asiente con la cabeza entusiasmada como si hubiese dado en el blanco.
Suspiró y pregunto solo por curiosidad.
—¿Te metiste en problemas?
Ella niega con la cabeza con entusiasmo infantil. Cuando ella mueve la cabeza su lacio y largo cabello descubre una parte de su rostro y veo una marca en su mejilla.
Una cortada.
Parece una cortada por una bala. Una bala que estuvo muy cerca de ser mortal.
—No pero lo haré.
—Te dije que no te involucraras conmigo— hago un gesto de subir al auto pero sus siguientes palabras me detienen y me paralizan por completo.
—Tiene que ver con Aron Walk.
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∗ ⋅Jessica⋅ ∗
—¿Su hermano te contrató?— me pregunta pero su voz es tan lineal que no se hasta que punto me cree y hasta que punto esta solo dándome por mi lado.
—La duda ofende— le respondo haciéndome la ofendida— en el mundo de los ricos soy una detective muy solicitada, se cada trapo sucio de varios de los hombres más ricos del mundo.
Franco está silencioso, demasiado silencioso. Bueno más silencioso de su normal silencioso. Como si la bomba que acabo de lanzar fuese demasiado para manejar. Estamos dentro de su auto pero no nos hemos movido. Las personas se empiezan a hacer más abundantes a nuestro alrededor. Las calles comienzan a despertar y tendremos que movernos pronto.
Brinco cuando siento su mano agarrar mi barbilla y volver mi rostro de la ventana hacía él.
Nuestros ojos se encuentran pero él baja la mirada a mi mejilla.
—¿Te ganaste esa herida investigando a Aron Walk?
Me toco el lugar dónde está cicatrizando la herida. Fue algo superficial así que espero que no deje cicatriz.
O buscaré a Aron en cada maldito rincón de la tierra para castrarlo.
Si arruina mi linda cara conocerá una parte de mi que no sabe de piedad.
—Tomaré tu silencio como un si.
—Vi que tenias información de Aron en tus documentos. Pensé que podríamos trabajar juntos para atraparlo.
Soy una buena mentirosa.
A veces.
—Eres una detective privada— es su respuesta— ¿cómo no lo vi?— su mirada ahora esta al frente perdida en algún lugar así que supongo que no esta hablando conmigo.
En ocasiones hablo sola también.
La sensación de su mano en mi mejilla se queda aunque ya no me toca.
—Buenos estabas ocupado metiendo la mano en mis pantalones.— susurro lo suficientemente bajo para que no me escuche.
—¿Qué fue eso?— me pregunta mirándome.
—Nada, nada— respondo mirando por la ventana
—¿Y tienes alguna pista?
—¿Cómo?— me vuelvo hacia él.
—¿Tienes alguna pista de dónde encontrarlo?
Sonrío.
Este lobo esta metiendo la pata directo en mi trampa.
¿Por qué no me siento tan satisfecha como debería?
—Tengo un lugar.
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—¿Un orfanato?
Se que Aron fue traído aquí cuando fue arrebatado de los brazos de su madre, si Franco rebusca sin duda encontrará algo interesante, con suerte, lo suficiente como para hacerlo confiar en mi.
No me engaño a mi misma.
Es un hombre asquerosamente listo, se que va a descubrirme tarde o temprano.
Espero que tarde.
Lo suficientemente tarde como para que me de tiempo de correr.
—Parece que registraron a Aron aquí. Seguro encontraremos algo interesante.
Lo insto para ir frente a mi y una mujer sale a recibirnos antes de que podamos tocar la gran puerta con diseño de iglesia.
—¿Tienen cita?— pregunta mirándonos con recelo.
Franco abre la boca para hablar pero yo lo interrumpo.
—Venimos de la congregación. Nos aseguraremos de que los víveres estén siendo aprovechados correctamente.
Eso sorprende a la mujer y también la pone un poco nerviosa. ¿Estarán desviando fondos? ¿De un orfanato?
¡Qué poca vergüenza!
—Pasen— dice haciéndose a un lado.
Franco va pegado a mi mientras entramos. El interior esta limpio y es sorprendentemente agradable. Hay niños uniformados corriendo aquí y haya y solo se detienen brevemente para mirarnos un segundo antes de volver a correr.
—Los víveres y las cuentas esta por aquí— me dice señalando unas escaleras de piedra. Todo el lugar tiene un aire barroco interesante aunque algo aburrido para ser un lugar lleno de niños. La mujer parece solo dirigirse a mi como si la presencia de Franco la intimidara.
No la culpo.
Me sorprendo cuando al llegar al segundo piso una bola de pelos color dorado se estrella en mis piernas.
—Canela, ¿cómo te soltaste?— lo regaña la mujer pero antes de que ella pueda alcanzarlo yo lo levanto en mis brazos.
—¿Su nombre es canela?— pregunto.
—Los niños lo encontraron y no pude quitárselos. Terminó siendo otro de nuestros huérfanos pero hace muy feliz a los niños.
Para mi sorpresa Franco extiende una mano y acaricia la cabeza del perro que responde lamiendo su mano con confianza.
—Parece que confía en ti— digo admirando lo dócil que se muestra el cachorro con él.
—No debería— responde secamente antes de bajar la mano.
Este hombre… su coraza es más dura que mi cabeza.
La mujer nos lleva a su oficina y nos muestra papeles sobre la forma de sus gastos e intenta convencernos de que no se está robando nada de la iglesia. Mientras ella habla directamente conmigo puedo ver que Franco aprovecha para echar un ojo en la oficina. Intencionalmente me pongo en el campo de visión de la mujer para dejarlo agarrar y buscar a sus anchas. Cuando él vuelve a mi lado se que ha terminado.
—Nos iremos, entonces. Gracias por recibirnos— le digo a la mujer que asiente entusiasta.
—Como puede ver cuidamos bien de nuestros niños… dígaselo a su superior.
Sonrío lo más falsamente que puedo.
—Le aseguro que lo haré.
Pobre.
Salimos y estamos por entrar al auto cuando la voz demasiado aguda de una niña nos alcanza
—¡Se robó a canela!— grita y me señala.
¿Cómo se atreve…
—No le hagas caso— le digo a Franco intentando ir al auto pero él me detiene y mira mi bolso.
Se mueve.
Rayos.
Suspiró con tristeza y dejo salir al cachorro de mi bolso. En cuanto lo bajo al suelo corre hacía la niña llorona.
La coordinadora nos alcanza poco después al ver el alboroto y me despide con la mano sin prestar atención a la historia de la niña sobre como soy una malvada secuestradora de cachorros.
—¿Te robaste a su perro?— me dice Franco al subir al auto con una impresionante voz lineal para sus palabras.
Frunzo el ceño y cruzo los brazos como una niña regañada.
—Tal vez
—¿Por qué?— pregunta él de nuevo y realmente me siento regañada esta vez.
Ruedo los ojos antes de decidirme a decir un poco de verdad en medio de esta relación llena de mentiras que hemos formado.
Que he formado.
—Por qué un imbecil mató al mio.— admito y quema decirlo en voz alta. Carajo voy a llorar.
Odio llorar.
Franco arranca el auto sin decirme nada más y eso me da tiempo a recomponerme. Poco después vuelvo a escuchar su voz.
—Ada Walk— me giro hacía él al escucharlo decir el nombre de mi mejor amiga.
—¿Qué dices?
—Encontré algunos datos interesantes. La dueña del orfanato es Ada Walk… la madre de Aron Walk. ¿Por qué su propia madre sería dueña del orfanato dónde fue abandonado?
No puedo decírselo pero en realidad el orfanato no era de Ada, ella lo compró después de recuperar a su hijo con la intención de conservar algo de la infancia que le fue arrebatada.
Solo los ricos pueden tratar sus traumas de formas tan extravagantes.
—Es extraño— me limito a responder.
—Lo es— vaya esta de acuerdo conmigo en algo por una vez.
El auto se detiene y espero encontrar su casa frente a mi pero en su lugar hay…
¿Una tienda de mascotas?