Capítulo 16: Alexander

2559 Words
∗ ⋅ Ada ⋅ ∗ —Odio estar en cama. Mason deja una bandeja de comida en mi regazo. La mayoría de las veces que estuve en cama en el pasado fue gracias a a que mi ex esposo me golpeaba hasta que no podría levantarme, o debido a que mi padre hacía exactamente lo mismo. No tengo una buena relación con estar en reposo. Mason se ha desvivido por mi desde que salimos del hospital. Fue un poco incomodo ser sacada en brazos pero simplemente no escuchó mis quejas. —No tienes opción, el doctor dijo que debías descansar. Extiendo una mano y la pongo sobre la de él que se ha sentado cuidadosamente en el borde de la cama. Es un poco extraño ver a un hombre tan grande como él con ese aspecto tosco y rudo cuidar de mi con tanto cuidado. —Gracias.— le digo apretando su mano.— por cuidar de mi, de todas las formas posibles. Él me mira en silencio un momento antes de sonreír un poco avergonzado. Se inclina hacía mi y besa mi frente y luego mis labios. A diferencia de mi ex esposo y mi padre, Mason jamás me ha puesto una mano encima… no para lastimarme. Sus labios vuelven a los míos y siento como él aumenta la presión hasta que estoy completamente apoyada en la cama. Desde que supe de mi embarazo no hemos hecho el amor y eso estamos empezando a resentirlo los dos. —Reposo— me dice él haciendo el gesto de alejarse pero yo tiro de su nuca hacía mi y lo obligo a besarme otra vez. Finalmente lo dejo ir. Él tiene más autocontrol que yo sin duda. —¿Qué ocurrió en el hospital?— pregunto mientras él recoge mi comida después de terminarla. —¿De qué hablas?— me pregunta pero se que sabe exactamente de que hablo. —El hombre con el que Jessica ha estado saliendo apareció en el hospital, Jessica se fue con él ¿no es así? Y tu pareces molesto desde que llegamos y hablas menos de lo normal. Ahora vas a decírmelo o vas a seguir fingiendo que no pasó nada. Él deja de recoger mis platos y se queda quieto frente a mi sin mirarme. Es tan extraño verlo en un estado tan vulnerable. —¿Mason?… —El doctor dijo que no debías tener emociones fuertes— me dice derrotado, como si hubiese fallado. —He pasado por suficiente en mi vida Mason, lo que sea que me digas estaré bien. Lo veo morderse la mejilla interna antes de asentir resignado. —El hombre con el que Jessica está saliendo— él hace una pausa que envía una punzada de angustia a mi pecho— legalmente hablando él es mi hermano. De acuerdo… eso no lo esperaba. —¿Cómo…?— me incorporo en la cama y él se apresura a ayudarme acomodando las almohadas tras de mi.—¿Cómo que tu hermano? ¿Tienes un hermano? Tenemos un hijo de diecisiete años y uno más en camino, pero me doy cuenta que realmente no se mucho sobre el pasado de mi esposo. Él cierra los ojos y se recuesta en mi regazo. Extiendo una mano para acariciar su cabello. Pienso que sea lo que sea que su hermano signifique en su vida debe ser algo doloroso por la forma en que aprieta los párpados y se aferra a mi. Por un momento puedo ver a través del hombre de roble al niño del pasado que fue herido de formas que desconozco. —Mi nombre no es Mason— me dice abriendo los ojos para mirarme. Y yo sonrío con afecto. —Lo se— eso parece sorpréndelo por que se reincorpora también. — ¿C… cómo que lo sabes? —Bueno tomaste mi apellido cuando nos casamos, y nunca quisiste hablar al respecto de quien fuiste antes de mi. Por supuesto que esperaba que hubiera más ahí… eso y que Jessica investigó un poco. Él se ríe pero no parece molesto solo sorprendido. —Nunca dejas de sorprenderme. Me inclino hacía el frente y despejo el cabello de su rostro que se ha oscurecido de repente. Cuando hago el gesto de alejar mi mano él la sostiene en su lugar y besa mi palma en su lugar. —Mi nombre es Alexander— me dice en voz baja como si le avergonzara. Cuando Jessica descubrió que el nombre de Mason no era real elegimos no investigar más al respecto, decidí confiar en él y en que algún día me diría toda la verdad. Supongo que ese día llegó. —Alexander— repito con cuidado cada sílaba probando como suena en mi boca. No parece él. —No. No es ese mi nombre, fue mi nombre en el pasado pero no lo es ahora. No lo uses.— me exige y me suplica. En todo este tiempo no ha soltado mi mano en su rostro y yo aprovecho para acariciar su mejilla suavemente. —No lo haré. Te conocí como Mason, me enamoré de ti como Mason y ese es lo que vas a seguir siendo para mi. Su agarre en mi mano se afloja y puedo ver cierto alivio en su rostro. —¿Me hablaras ahora de tu hermano? Él asiente. ─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── ∗ Orfanato religioso para niños “especiales” ∗ Si combinas bicarbonato con limón con unas gotas de lejía sobre ti antes de dormir los insectos no te picaran mientras duermes. Es lo que Alexander aprendió después de dormir en un colchón que alguien recogió de la basura por un año. Fue reasignado ahí después de su tercer straiks por golpear a los niños con los que compartía habitación. ¿Nadie se tomo la molestia de notar que los niños eran al menos cuatro años mayores que él? Que un niño de once años peleara con niños de quince no habla de problemas de conductora si no de supervivencia. ¿Por qué nadie hizo un escándalo todas las anteriores veces que él fue quien terminó en la enfermería bañado en sangre? Ese día aprendió que los adultos eran una mierda y que nadie iba a ir a rescatarlo. Si no sobrevivía por si mismo estaría acabado. El cuarto al que lo habían asignado estaba oscuro, pero no lo suficiente para no ver que estaba rodeado de humedad e insectos. Era sin duda un almacén abandonado del orfanato. Era un prisionero. No recibía muchas visitas si no era para recibir la comida. Era el cuarto de castigo después de todo, pero nadie había pasado tanto tiempo ahí como él. Por eso fue extraño ver a la madre superiora entrar ahí. Su gesto tosco y sus arrugas marcadas no se vieron difuminadas por la poca luz del lugar. —¿Has reflexionado sobre tus pecados, Alex? Alexander no respondió. Escuchó a la monja suspirar como si él fuera un caso perdido. Lo era, jodidamente lo era y no estaba disculpándose por ello. —Te conseguimos una familia temporal, tienen una hija pequeña y los padres son maravillosos, también adoptarán a otro chico de tu edad, son personas muy cercanas a nuestra iglesia y ciudadanos modelo, espero que eso te ayude a enderezar tu camino y a buscar a Dios de nuevo. Alexander apretó los dientes para no abrir la boca y preguntar dónde estaba Dios ahora y dónde estuvo desde el día de su nacimiento. Tal vez la monja estaba equivocada, tal vez no todos eran hijos de Dios, tal vez él fue un error de fabrica que Dios desechó y por eso sus padres lo abandonaron ahí. Al darse cuenta que no recibiría ninguna reacción del niño sentado en el suelo húmedo, la mujer mayor añadió. —Ve a los baños, date una ducha y usa la ropa que dejé para ti. Ellos estarán aquí pronto. Alex se tomó unos momentos para levantarse del suelo antes de convencerse de levantarse. Tal vez y solo tal vez esto sería para mejor, las cosas podrían mejorar. Al menos saldría de ahí. La ropa que la madre superiora le dejó era cuando menos ridícula. Era lo que los hijos de la reina Isabel usarían pero con telas más baratas. ¿Hacía esto como un último castigo hacía él? Pues estaba funcionando de maravilla. Cuando llegó a la oficina de la madre superiora había otro chico ahí sentado. Parecía de su edad, lo primero que notó fue que una larga cicatriz subía por su cuello pero la ropa cubría que tan profunda era realmente. Tenía el cabello oscuro y los ojos negros como Alex pero tenía la piel ligeramente menos bronceada y un rostro más severo que no lo hacía parecer un niño. Este ni siquiera se giro en su dirección cuando Alex entró en la oficina y se sentó junto a él. —Ya que los dos están aquí— dijo la mujer mayor abriendo la puerta al patio principal que daba con su oficina. Una pareja entró y Alex tuvo nauseas de nuevo. Eran la perfecta parodia de una pareja altamente religiosa llena de ilusiones y de un mundo color pastel. La mujer llevaba una falda hasta los tobillos del café más feo que Alex había visto en su vida, su cuello de tortuga n***o cubría el resto de su cuerpo. El hombre llevaba un traje n***o simple con un moño en lugar de corbata, sus lentes estaban torcidos y claramente enmendados en el medio con cinta adhesiva. Alex tuvo el impulso de salir corriendo pero se contuvo. —Alex, Luis ellos son sus padres temporales el señor y la señora Ortega. —¡Amor, mira son tan bellos!— dijo la mujer en un tono demasiado agudo. —¡Lo son cariño!— añadió su esposo acomodándose inútilmente las gafas torcidas.— saluda Nina— dijo la mujer a algo detrás de ella, entonces una pequeña niña que no podría tener más de ocho años emergió de entre sus piernas. Tenía el cabello oscuro y ojos negros como ellos, si entrecerrabas los ojos podría pasar por su hermana legitima. No, en realidad no. —Hola— dijo tímidamente antes de volver a esconderse tras su madre. —Vamos, iremos a comer pizza para celebrar que se han unido a la familia. Alex tragó saliva antes de comenzar a caminar hacía la excéntrica pareja, por otro lado, el otro niño se tomó su tiempo, como si estuviera haciéndole un favor a ellos por prestarles su presencia. —Suerte Alexander. — le dijo la monja como despedida al pasar a su lado, al otro niño no le dirigió ninguna palabra. Asintió secamente como respuesta antes de caminar al mamámovil blanco que los esperaba. La pareja agito la mano en su dirección con entusiasmo. Alex tragó saliva. Finalmente subió al auto. El otro niño al que la monja había llamado Luis subió detrás de él y se volvió a la ventana sin mirar a nadie en su interior. La pequeña niña estaba sentada en el suelo del auto cubierta por una manta de tigre que ella sostenía hasta la altura de sus ojos como un escudo pero los miraba ambos con grandes ojos como si aún no pudiera creer que estuvieran ahí. —¡Listos ahí atrás!— preguntó el hombre, la falta de respuesta no pareció reducir su entusiasmo ni un poco— no olviden sus cinturones— añadió poniéndose el propio. Entonces el auto arrancó a un mundo incierto. Conforme el orfanato se perdía en el camino Alexander comenzó a recordar las últimas palabras de la madre superiora. “Buena suerte, Alex” No pudo evitar pensar que sonaba como una advertencia. ─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ──── Lo primero que noto es el olor a guardado que me rodea. Almacén sin duda. Tengo los ojos vendados pero los almacenes son el lugar favorito para secuestrar, estar estratégicamente instalados en lugares aislados en medio de las carreteras para que las maquinarias puedan pasar. Así que nadie podría oírme pedir ayuda y la policía más cercana esta a kilómetros. Tengo las manos atadas tras de mi con mucha más fuerza de la necesaria lo que explica porque no siento los dedos. A menos que me los hayan cortados. Realmente espero que no sea así. Con los ojos vendados y las manos atadas en realidad no es la primera vez que despierto de esta manera, aun que no siempre es porque este siendo secuestrada. Tengo fetiches muy específicos. —¿Alguien podría rascarme la nariz?— pregunto tratando de averiguar que tan sola o acompañada estoy. Escuchó un movimiento seguido de otro y algunos murmullos cuando se dan cuenta que estoy despierta. Escuchó las preguntas habituales sobre mi salud mental antes de que alguien quite lo que me cubre los ojos llevándose un par de cabellos míos en el proceso. —¡Oye, acabo de ir a la estética!— le grito al hombre lleno de esteroides frente a mi. —¿Esta loca?— pregunta y parece una pregunta genuina a alguien detrás de él. —Ella es así, déjamela a mi— dice una voz que si reconozco. El hijo de mi mejor amiga aparece frente a mi vestido por completo de n***o, tiene tatuajes nuevos que no le había visto y también cicatrices. Noto una quemadura en su mejilla y recuerdo las palabras de Franco: “Intentó quemar a una niña pequeña” De pronto empiezo a asustarme. —Aron, tu mamá va a castigarte un mes sin celular por secuestrarme. Para mi sorpresa mi comentario parece causarle gracia por que se ríe cálidamente, casi como un niño normal antes de acercarse a mi. —No se como te han tratado en tus secuestros anteriores pero nosotros sabemos tratar a nuestros invitados. Aron le hace un gesto a una mujer de complexión enorme que se acerca tras de mi para desatar mis manos. Duele cuando la circulación de la sangre vuelve a mis dedos. —Los modales hacen al secuestrador— me burlo sobando mis muñecas que están al rojo vivo por la cuerda vieja y sucia.— ahora, ¿podrías dejarme ir? Aron sonríe. Al menos entiende mi humor. —Lo lamento pero no será posible. Bueno lo intenté. —¿Y si digo por favor? Aron se acerca a mi y yo sudo frío cuando lo veo sacar una afilada… aun que bonita, navaja de bolsillo. —Tu no eres mi objetivo Jessica, es Franco, seguro sabes como funciona esto, serás una moneda de cambio, si él paga su parte tu estarás bien… pero si no… Ni siquiera un grito sale de mi garganta cuando la navaja en su mano se entierra en mi muslo limpiamente. Él la saca casi al mismo tiempo. —Cúrenla— ordena y la mujer enorme y dos hombres más hacen torniquete en mi piernas mientras dejan un botiquín a mis pies. —¿Qué te ocurrió para que te convirtieras en esto, Aron?— pregunto sin aliento por el dolor. El juguetea con la navaja que aún gotea mi sangre antes de encogerse de hombros. —Supongo que lo que le ocurre a la mayoría: estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado… o el correcto, depende de cómo lo mires.
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