Capítulo 9: Su propiedad
—Estas pensativa— la voz de Franco resuena dentro del auto.
Si él inició la conversación debo estar realmente pensativa.
—No es nada.— me muerdo la cutícula de las uñas mientras la ansiedad me consume.
Claro que no es nada. ¡Es mucho!. ¿Cómo me metí en este hoyo sola? La persona que este encargada de evitar que yo me meta en problemas esta despedida.
—No parece nada— me dice con su clásica seriedad absoluta y su voz lineal.
Ay lo amo.
Afortunadamente no tengo que continuar esta conversación porque el hospital se dibuja lentamente frente a nosotros.
—Es aquí— le digo desviando el tema.
Me bajo del auto y se que es muy evidente que estoy huyendo. Él baja detrás de mi poco después. Entramos juntos al hospital que afortunadamente no parece tener mucha gente un domingo por la mañana.
—Intenta con las enfermeras, seguro alguna va a querer coquetear contigo. Yo iré con ese lindo recepcionista de ahí.— señalo al chico que ya esta mirando mis piernas sin nada de sutileza.
Doy dos pasos y regreso tres cuando Franco tira de mi brazo.
—Ve con las enfermeras, iré con él— señala al recepcionista que ha dejado de mirarme bajo la mirada dura de Franco.
¿Está siendo posesivo?
Lo dudo, pero soñar no cuesta nada.
—Pero será más fácil si le coquet…
Franco comienza a caminar al recepcionista ignorándome por completo.
En realidad no necesito averiguar nada. Se que este fue el hospital dónde Aron, el hijo psicópata de mi mejor amiga, nació. Solo espero que Franco lo descubra por si mismo.
Es lo único que puedo hacer para mantener mi conciencia tranquila. Al menos le daré a Franco algo con lo que defenderse cuando Aron lo ataque.
Cuando yo lo traicione.
Soy una basura. Solo falta que los mapaches vengan a comerme.
Por mi parte lamentablemente no he logrado mucho. Este hombre es un impermeable enorme de información. No habla nada acerca de su vida, de su familia, de sus ex… no se, ¡algo!
No habla.
Me gustan los hombres que no hablan, pero esto es demasiado.
Nadie lo visita, su casa no tiene decoración, personalidad, nada. Es como llegar a una lujosa habitación de hotel, sin fotos, sin recuerdos, sin direcciones, nombres. Ahora entiendo porque Aron me contrató, es evidente que por si mismo no hubiese logrado encontrar nada.
Soy la mejor en lo que hago y simplemente es como escarbar en un pozo sin agua cuando se trata de investigar a Franco.
Franco parece solo haber sido puesto en este mundo sin pasado, sin vida, sin nada.
¿Qué es esto, la Matrix?
Aunque una parte de mi se siente aliviada de no encontrar nada, eso quiere decir que tendré más tiempo de estar a su lado… antes de que me odie e intente matarme.
Intente, porque correré en dirección contraria tan rápido como pueda.
Y corro muy bien.
Me acerco a la enfermera que lleva los brazos cargados de vendas, medicamentos y cosas de las que no se su nombre.
—Hola— le sonrío. Ella se detiene al notarme.
—¿Puedo ayudarla?
Le quito un poco de su carga sin que me lo pida antes de responder.
—¿Alguna vez has pensado en traficar órganos?
La enfermera no tiene tiempo de responderme porque alguien tras de mi la interrumpe.
—¿Qué haces?— siento a Franco detrás. Me doy cuenta poco después que a la enfermera se le ha dio el color del rostro.
—Era broma, ¿a dónde debes llevar esto?— señalo el montón de cosas que lleva en las manos.
—Déjalo encima— me dice cortante y en cuanto lo hago huye lejos de mi.
Ella también es buena corriendo.
—¿Conseguiste algo?
Él niega con la cabeza frustrado.
—Tienen mucho cuidado con la información de sus pacientes. Deben atender muchas personas que no quieren ser notadas.
Sonrió.
—Y eso significa que estamos en el lugar correcto.— mi sonrisa se amplia como el del gato de Alicia en el país de las maravillas— para tu suerte, se hackear computadoras. Solo debemos distraerlos y añadiré un virus a su computadora.
Señalo al recepcionista.
Antes de que Franco pueda detenerme voy hacía él.
—Hola cariño, podrías ayudarme con algo— el chico que antes miraba mis piernas con deseo ahora mira un punto fijo en el suelo al responder.
—¿Qué necesita?
¿Qué le ocurre a este chico? Parece un niño regañado.
Y maltratado.
—En realidad, pensé que tu y yo podríamos hablar en otro lugar— sueno descaradamente insinuante y el chico finalmente levanta la mirada.
Y va directo a mis pechos.
No hay nada más fácil que un hombre.
Y se atreven a llamarnos putas.
Mis palabras se cortan cuando un cuerpo grande y cálido me envuelve desde atrás.
—Estas tardando demasiado— escucho la voz de Franco sobre mi hombro.
Esto me trae recuerdos.
Pero lo esta arruinando. El chico vuelve a mirar al suelo como si ahí estuviera el secreto de la inmortalidad.
Me giro hacía Franco y lo miro mal.
—Casi lo tenía— le susurro.
—¿Es tu auto el que se esta llevando la grúa?— le pregunta Franco al chico quien mira a través de las puertas de cristal al estacionamiento.
Carajo, ¡realmente la grúa está llevándose un auto!
El chico sale corriendo en ese momento sin pensarlo demasiado.
Franco tiene un gesto de suficiencia que me hace darme cuenta que fue obra totalmente suya.
—¿Tu llamaste la grúa?— pregunto gratamente sorprendida.
—Estaba dos centímetros encima de la entrada de la ambulancia.
Quiero interrogarlo más sobre sus métodos sospechosos pero tengo que revisar la computadora rápidamente. Me mentó tras el escritorio como si tuviera todo el derecho de hacerlo, eso hace que las personas no me den demasiada atención. Insertar un virus en una computadora es mucho más fácil de lo que la gente cree. Entrar en una computadora con contraseña es incluso más fácil si sabes hacerlo.
Terminó y el chico ni siquiera da señales de volver pronto.
Siento un poco de lastima.
—Recuérdame no hacerte enojar— le digo a Franco apagando el computadora.
—Eso fue rápido.
Sonrío orgullosa.
—Soy una genio en secreto.
Paso junto a él contoneándome como si una alfombra roja estuviera bajo mis pies. Él me sigue poco después sin decirme nada.
—Te llevaré a tu casa— me dice al subir al auto. La sonrisa se borra de mi cara. Esas palabras se han vuelto una constante desde que nos volvimos una especie de equipo.
Pero esta vez no quiero ir a casa.
Los recuerdos del día anterior vienen a mi mente…
─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
—Tanto tiempo…
Había ido a recoger la correspondencia cuando la última persona que esperaba ver estaba ahora frente a mi.
—Me alegra mucho saber que sigues viviendo en el mismo lugar. Eso facilitó encontrarte.
Da un paso hacía mi y yo doy uno lejos de él.
Realmente es él.
—Tony…
Es todo lo que sale de mi boca.
Tony es el nombre con el que llamo a todos los hombres que conozco y de los que no se su nombre. Y el hombre frente a mi es la razón.
Llamó así a todos los hombres para recordarme que todos son iguales hasta que se demuestre lo contrario.
Todos son un Tony hasta que demuestren que pueden ser diferentes.
Como un Franco por ejemplo.
—Si, tanto tiempo…— le digo con todo el desagrado que logro expresar.
Me acerco a la puerta con recelo. Él da un paso atrás dejándome abrir.
—Tengo un enorme Dóberman en la casa y te arrancará la cara si no te vas— le digo abriendo la puerta. En ese momento mi lindo y atemorizante cachorro me espera tras la puerta moviendo la cola.
Tony lo ve por encima de mi hombro y se ríe.
—Sigues siendo la misma ¿no es así?
—Vete a la mierda— le digo entrando.
Mi bebe sin nombre me sigue de cerca. Estoy por cerrar la puerta pero su pie se atraviesa. Intento de nuevo con toda la intención de lastimarlo pero esta vez mete las manos.
Siempre he sido una fan de los hombres grandes y fuertes pero es un problema cuando quiero deshacerme de ellos. Tony no ha cambiado mucho con el tiempo, sigue usando ropa casual incluso para un funeral. Tiene ese rostro de niño bueno y lindo que no va con su personalidad pero que logró engañarme en su momento. Su cabello dorado de príncipe de cuento tampoco va con su personalidad.
En fin, un cucaracho.
—Sabes que soy perfectamente capaz de romperte ese pie si no te largas.
—Sigues molesta— se burla como si yo no fuera más que una niña pequeña y berrinchuda.
—Por supuesto que no. No estoy molesta. Estoy furiosa. Ahora tienes tres segundos para quitar tu pie o yo voy a…
Me besa.
Este imbecil…
Lo muerdo antes de empujarlo con toda mi fuerza. Como tenía el pie en una mala posición se tambalea hacía atrás y se cae de culo.
¡Y sigue sonriendo!
Aprovecho para cerrarle la puerta en la cara.
—Supongo que te veré mañana… vecina—me grita Tony desde el otro lado de la puerta.
¿Qué carajo dijo?
¿Vecina?
Mierda, carajo, jodida mierda.
Puede irse mucho al infierno en lo que a mi respecta. Me vuelvo hacía mi bebe dóberman que ha observado todo el intercambio con las orejas bajas y los ojitos confundidos.
—Tengo que enseñarte a morder, amigo.— me inclino y beso su cabecita antes de añadir— serás mi fiel defensor.
El ladra en respuesta.
—Lo tomaré como un si.
─── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
Vuelvo al presente cuando llegamos frente a mi edificio de departamentos.
Estoy por bajarme del auto de Franco sin ganas de hacerlo, pero en cuanto abro la puerta él vuelve a cerrármela inclinándose sobre mi para alcanzarla.
—¿Qué pasa?— pregunta y esta vez su monótona voz tiene un tinte de preocupación que me sorprende.
—¿Sobre qué?
Ahora se ve molesto.
—Preguntaré de nuevo. ¿Qué pasa?
—¿Por qué pasaría algo?— respondo con otra pregunta.
Uy ahora esta más molesto.
—Eres la mujer más imprudente y temeraria que he conocido en mi vida. Estuviste en una habitación llena de basuras que querían violarte y negociaste tu liberación sin sudar.— toma aire como si buscara paciencia antes de añadir— y en ningún momento vi temor en tus ojos. Pero ahora… parece que te espera la muerte en ese edificio.
Cuando intento alejar la mirada de él me agarra del rostro impidiéndomelo.
¿Cuándo estuvo tan cerca?
—¿Nunca te callas pero ahora no quieres hablar?
Oh esta tan sexy molesto.
No puedo evitarlo. Mis labios están sobre los de él en un instante.
Ademas es una buena forma de hacer que no haga preguntas.
Para mi alivio él no se resiste demasiado. Me toma del cuello y comienza a besarme con más fuerza. Me subo a sus piernas y aplasto la bocina del auto con mi trasero.
Eso no me detiene.
Él baja las manos a mis lindos glúteos y me presiona hacía abajo en parte para que deje de presionar la bocina y hacer que todos al rededor miren en nuestra dirección y en parte para mostrarme lo excitado que esta.
Para mi deleite sus manos no dejan mi trasero después de eso. Sus dedos hacen círculos por encima del pantalón erizando toda mi piel.
Me frota sobre su longitud hinchada y yo abro la boca para gemir, él aprovecha ese momento para meter su lengua en mi boca.
Claro que lo dejo.
Es rudo cuando tira de mi obligándome a estar más cerca. Es tan dominante que creo que me voy a correr solo con esto.
Por alguna decisión cruel del destino abro los ojos en ese momento y mi mirada se encuentra con alguien en la puerta del edificio mirando en dirección al interior del auto. Y jodidamente las ventanas del auto de Franco son polarizadas.
Pero no cerré mi ventana.
Tony me mira en silencio. Puedo leer la decepción en sus ojos.
Mi vieja yo, la que estaba locamente enamorada de él quiere bajarse e intentar justificarse, quiere alejarse de Franco para que él no siga viéndome en esta situación.
Pero mi nueva yo…
Mi nueva yo mira fijamente a Tony mientras Franco besa mi cuello y mete las manos en mi blusa.
Y sonrío.
La sorpresa de Tony se convierte en rabia antes de darse media vuelta y entrar de vuelta al edificio.
Ni siquiera puedo pensar en lo que acaba de pasar porque las manos de Franco están en mis pechos en un instante.
Amo que mi brasier se abroche al frente.
Brinco cuando un golpe en la capota del auto nos interrumpe. Una mujer mayor amargada y muy molesta que es la dueña de mi edificio nos mira furiosa después de haber golpeado el auto con su bolsa de mandado.
—Esto no es un hotel, niña. Respeta el lugar donde vivo.
Me bajo de Franco y saco medio cuerpo por la ventana para hablar con ella.
—Hola Martha. Va a ser tu cumpleaños pronto ¿te gustaría un vibrador de velocidad ajustable de cumpleaños?
Ella me mira horrorizada antes de entrar corriendo al edificio.
O lo más cercano a correr que una persona de su edad puede lograr.
—No deberías provocarle infartos a las mujeres mayores.— me regaña Franco.
Hago un gesto de “sin importancia” con la mano.
—Estará bien. Peor la próxima vez deberías llevarme a tu departamento en lugar de al mio.
Me inclino de nuevo sobre los asientos para besarlo en la boca. Planeaba que fuera un pico de despedida pero él tira de mi nuca profundizando.
—No creas que ya olvidé que no le has puesto un nombre digno a nuestro hijo. Mal padre.— me quejo.
Para mi sorpresa él…
¿Sonríe?
¿Él puede sonreír?
Es un poco aterrador pero me encanta.
Tira de mi para besarme de nuevo antes de responder.
—Kanan.
—¿Kanan?— preguntó sorprendía.
—Significa guardián, qué es lo que espero que él sea para ti.
Esa… esa es la respuesta más dulce que me han dado.
—Ahora fuera de mi auto— me dice volviendo a ser él.
Supongo que no podía esperar menos.
—Hasta luego, guapo— le digo bajando del auto. La estúpida sonrisa en mi rostro no se va ni pellizcándome una bubi.
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Sonrío al ver el collar en el cuello de Kanan. Mi chico es todo un guerrero, tan pequeño pero ha pasado por tanto. Es digno de ser nuestro hijo.
Y Franco ya no discutió sobre el tema de compartir paternidad así que es un paso más al éxito.
—Ni siquiera el corazón de hielo se pudo resistir a estas lindas patitas— le digo a Kanan que descansa en mi regazo.
Se suponía que Aron llamaría en la noche y yo estaría lista para mandarlo a la mierda pero no lo hizo.
Eso es raro.
Tomó en brazos a Kanan para ir a la cama. Él se acurruca en mis sabanas rápidamente y yo me pongo la pijamada mientras tanto. Estoy pasándome la blusa sobre la cabeza cuando me doy cuenta.
De que no estoy sola…
Sigo en sostén cuando una sombra se hace presente desde la sala hacía mi habitación.
Él enciende la luz.
—Creo que la casera olvidó que ya no somos pareja porque me dió unas llaves de repuesto cuando se las pedí.— me dice Tony jugando con las llaves en sus dedos.
No debí haberle dicho que le regalaría un vibrador de cumpleaños a Martha.
Los viejos son rencorosos.
El karma es una perra.