Capítulo IX El comprador me había contratado así: El año anterior, unos días después de Navidad, me llamó un joven a la hora de la cena. Con la cadena puesta, entreabrí con suspicacia, a pesar de que aquel vestía de forma elegante y hablaba con propiedad. Se presentó como uno de los secretarios del financiero Angelo Tartaglia Fioretti, para cuyo diario todavía escribía y, sin preámbulos y como si se tratara de sus credenciales, me mostró un fajo de billetes de 10.000 liras cada uno. —Son un adelanto para usted si acepta escribir y vender al presidente una veintena de poesías. Deben ser todas de amor en elogio de una tal Tatiana, cuyo nombre debe aparecer al menos cinco veces. Tenga cuidado: después del p**o, ya no podrá reclamarnos derechos —El hombre no dijo ni diría su nombre. Confies