—Luces preciosa.
Gin sonrió complacida y lentamente dio una vuelta sobre su eje. Llevaba un vestido blanco con la manga larga del lado derecho, y del lado izquierdo no tenía manga; la falda era corta y se abría un par de centímetros por el lado izquierdo; pero la espalda, eso era lo más atrayente, sin duda alguna, terminaba en uve hasta sus vértebras lumbares. De repente, quise tirar por la borda todos los planes y quedarme en la habitación con Gin toda la noche.
—Esos vestidos son muy caros para la poquísima cantidad de tela que tienen —dije.
—Bueno, piensa en lo fácil que será quitarlo —respondió Gin, más cerca de mí y con una mirada provocadora. Me tomó del cuello de la camisa y ajustó el nudo de mi corbata—. Tampoco te ves mal.
—Hubo un cambio de planes con mi sorpresa —dije tomá
