—Sí, así que habló de ello hace décadas. ¿Ninguna vez más?
—P… pues… no me acuerdo.
—¿… y sus señores estuvieron al corriente del funeral de sus hermanas?
—No, yo estaba demasiado destrozada como para hablar con nadie. Encargué todo a la empresa de pompas fúnebres, intenté no pensar en ello y hacer como si no hubiera pasado nada.
—Pero al funeral sí que fue, ¿verdad, señorita Bencontenti?
—Sí, claro.
—¡Entonces la doctora supo del funeral!
—No, doctor D’Aiazzo, le pedí medio día de permiso diciéndole que tenía que hacer algo con mis hermanas sin extenderme mucho, estaba muy abatida y no tenía ganas de hablar de su muerte, si se lo hubiera dicho a la doctora, me habría preguntado cómo y cuándo habían muerto y no me sentía con fuerzas para contarle esa monstruosidad, solo quería ir a
