—Tú eliges, Sasha —dijo el anciano mientras me clavaba la mirada. Abrí los ojos asombrada por unos segundos, pero rápidamente recobré la compostura. —¿Cómo sabes mi nombre? —pregunté acercando más mi cuchillo a su cuello. —Sé muchas cosas de ti, pequeña. Cosas que ni siquiera tu equipo sabe —al mismo tiempo que sonreía, acentuaba muchas de sus arrugas. A simple vista parecía inofensivo, pero eso no significaba que pudiera confiar en él. A fin de cuentas, no podía dejarme llevar por las apariencias. Ya no. —¿Cómo sé que puedo confiar en ti? Alzó una de sus manos cogiendo mi colgante de plata. Lo abrió y me miró. —Miezi tisa baadaye kuunda moyo wako, usiruhusu mtu kuja na kuharibu mtu yeyote katika sekunde kumi na tani —recitó. Tardé nueve meses en formar tu corazón, no dejes que