Me encaminé por los pasillos hacia la cafetería y, una vez allí, me envolvió el aroma del café recién hecho. Entre el bullicio de la gente, divisé a mis amigas Jennifer y Annie y me acerqué con una sonrisa en la cara hacia ellas. Éstas, por el contrario, me miraban extrañadas. —¿Qué has hecho? —me preguntó Annie nada más llegar—. Solo tienes esa sonrisa cuando has hecho algo perverso... —parecía disgustada, pero enseguida se entusiasmó—. Cuéntanos. Yo reí y cogí mi comunicador. —Gabriel ¿Sigues vivo? —comencé, burlándome. El silencio era sepulcral. ¿Se habría ido de la habitación? —Sasha, ¿eres tú? —escuché una voz masculina al cabo de un rato. Me mordí el labio intentando contener una sonrisa. —Estamos todos en cafetería. ¿Por qué no te vienes un rato? —les guiñé un ojo a las