Encerrada

3094 Words
Capitulo 2: Encerrada Llevo encerrada en este lugar mucho tiempo, no sé el tiempo exacto, solo sé que es mucho. Aún recuerdo mi primer día aquí... flashback Cuando desperté luego del viaje con mis "nuevos padres", estaba en un lugar oscuro, muy oscuro, solo sentía algo frío en mis muñecas y tobillos y algo que pinchaba mi brazo. Al intentar moverme, recuerdo que el frío pesaba mucho y no me dejaba mover mis brazos y piernas y cada vez que me movía sonaba como cuando mi mamá agitaba sus llaves de la casa, pero más fuerte, en ese momento no sabía qué pasaba. No sé cuánto tiempo estuve ahí, solo sé que, aunque sentía hambre y sed no moría por hambre o sed, solo estaba viva. Después de un tiempo una puerta se abrió, al abrirse quise ver el sol, pero jamás llegó su luz. La persona que entró jamás me dijo nada, recuerdo suplicarle que me dijera cuanto tiempo había pasado, que me diera agua y que me dijera dónde estaban Ana y John, pero nunca respondió. El tan solo me quitaba una aguja para ponerme otra, o cambiaba algo donde estaba conectada la otra punta de la aguja, quise moverme y tocarle para que me respondiera pero no podía levantar mis manos, ahí entendí que estaba atada a la cama. Por favor - suplique en medio de mis sollozos - Quien sea, digame que esta pasado, ¿en donde estoy y quién es usted?- nada, sólo silencio, sabía que estaba ahí porque podía oír cómo movía algunas cosas y su pesada respiración  ¡AYUDA!-empecé a gritar ya desesperada, quería irme, quería volver con Ana y John -¡ANA! ¡JOHN! ¡AYUDA!- Solo se podía escuchar las cadenas chocar entre sí y mis sollozos, hasta que en medio de mis gritos escuche como un golpe seco de algo metálico, lo asocié con la puerta cerrándose, ahí entendí que se había ido. Seguí gritando y llorando por un largo tiempo, hasta que me sentí pesada y muy cansada, para luego caer en un sueño profundo, sabía que estaba soñando porque veía luz y eran como pequeños recuerdos de mis padres y los últimos momentos junto a John y Ana. Cuando volví a despertar seguía en el mismo lugar, estuve un rato hablando pidiendo que me dejaran salir pero no tuve respuestas, al cabo de un rato escuche como se abría nuevamente la puerta de antes, escuche sus pasos por el lugar y luego oí su voz por primera vez. -Por fin dejaste de gritar niña malcriada - su voz era grave y profunda, era áspera y se sentía como odio en cada palabra que pronunciaba, me genero escalofríos - De ahora en adelante cuando empieces a gritar o si quiera hablar te voy a sedar, tu horrible voz irrita mis oídos y me pone de muy mal humor y tu no quieres hacerme enojar ¿verdad? - no señor- susurré por lo bajo, sentía verdadero terror de este señor, no reconocía esa voz de antes y temía porque le hubiera hecho algo a Ana o a John. -te dije que no hablaras, shhhh- me quede callada, solo oía su pasos en todo el lugar- no llores tampoco, me estresa oírte- me fui calmando, tenía miedo y no sabia que pasaba y porque este señor yo no le agradaba.  Estuvo en la habitación dando vueltas, lo podía sentir a mi lado moviendo varias cosas, pero era incapaz de moverme, tenia pánico a que me hiciera algo por hacer el más mínimo ruido, lo escuche alejarse del lado de la cama y el gran ruido que asumí como la puerta abriéndose. -Ya vas a ver como luego me lo vas a agradecer abominación del demonio- tras decir esas palabras se escuchó un golpe seco de la puerta cerrándose.   Desde entonces, empezó a venir más seguido, siempre que venía hacía lo mismo. Nunca volví a intentar hablar con él, solo me quedaba callada. Estaba perdida del tiempo, solo podía distinguir cuando me dormía y soñaba o me acordaba de mis padres y mis momentos felices en mi casa, en el colegio con el gato de la vecina, era los únicos momentos donde había luz en mi vida, siempre de despertar de mis sueños me preguntaba ¿Qué había hecho? Era muy confuso todo y no sabía él cómo había llegado a este lugar.  Luego de un tiempo me soltaba cuando estaba dormida y me dejaba caminar por el cuarto, dentro de este solo estaba la cama, lavamanos y un inodoro, no había más dentro de ese lugar, cuando caminaba trataba de encontrar una puerta, pero jamás la encontré.  Cada vez que él me soltaba, quitaba la aguja de mi brazo para andar libre, un día incluso trate de huir enterrando la aguja en alguna parte de su cuerpo, ese día pude pararme, pero no llegue muy lejos, solo logre dar tres pasos cuando sentí sus manos en mis tobillos y frenarme, caí de un golpe seco al suelo para luego sentir como me enterraba en el cuello una aguja. -Perra rabiosa - me sentía atontada y sin fuerzas para pararme, los oídos me palpitaban y me dolía el pecho - Un poco más arriba y me sacas un ojo, como odio los de tu clase- trate de moverme, pero mi cuerpo tan solo no reaccionaba- Ni lo intentes, te inyecte muérgano, tu cuerpo simplemente está paralizado - lo oía caminar a mi alrededor - pero puedes sentir, oír y ver todo lo que hago, bueno, ver no tanto. Escuche su risa, era seca y fría, podía sentir su oído, escuche como volvió abrir nuevamente la puerta, pero no escuche que la cerrara, sus pasos cada vez se alejaban más y se oían menos, era la primera vez que dejaba la puerta abierta. Trate de pararme, pero simplemente es como si mi mente no estuviera conectada con mi cuerpo, podía sentir cómo las lágrimas descendían de mis mejillas, tenía miedo y desespero al no poder levantarme, al paso de un rato volvió a escuchar sus pasos y otro ruido, era como de algo que arrastraba, sonaba metálico al choque contra el piso, cada vez se sentían más cerca al cabo de unos segundos asumí al sonido algún palo metálico ¿tal vez un bate? ¿me iba a pegar? el desespero me inundaba cada vez más.  -Lobita, lobita - ya estaba cerca de mí, supongo yo dentro de esta habitación - no sabes como vas a lamentar haber tratado de huir- pude sentir su mano levantar mi cabello - es hora de aprender modales, niña malcriada-  susurro cerca de mi oído para luego jalar fuertemente mi cabello. me arrastro hasta otro lado y luego simplemente empezó patearme y a pegarme con un palo en las piernas, podía sentir todo y ni siquiera podía gritar, era tanto el dolor que caí inconsciente… Cuando volví a despertar estaba nuevamente en la cama, atada con cadenas, pero esta vez tenía algo que cubría mi boca, me dolía hasta respirar. Esa fue la primera vez que me golpeo.  Dure atada por lo que suponía yo varios días, a ciencias ciertas no sabía cuando era de día, cuando era de noche y el paso del tiempo. Ni siquiera sabía qué edad podría tener ya.  Al paso de los días me empezó a volver a soltar, pero esta vez no me daba cuenta en qué momento entraba a soltarme ya que siempre me dormía. Siempre daba vueltas por la habitación, tratando de encontrar la puerta, tanteaba con mis manos cada rincón pero todo se sentía igual, la pared era de textura rugosa y el piso era liso, ni siquiera era capaz de encontrar las cadenas con lo que me ataba o la cama, sólo podía sentir un inodoro y una especie de llave que salía de la pared en la cual salía un chorro pequeño de agua, el resto solo era un espacio vacío, duraba un rato dando vueltas y luego simplemente entraba un olor raro y volvía a caer dormida, al despertar estaba nuevamente atada en la cama con algo en mi boca lo cual la cubría entera desde la nariz hasta la barbilla y una aguja en mi brazo.  A medida que estaba en este lugar mi vista se fue adaptando a la oscuridad, podía distinguir un poco en ella, era leve pero podía ver figuras entre la oscuridad, era leve, pero me hacia feliz ver así sea algo mas que solo n***o. La primera vez que salí del cuarto, fue la primera  vez que me llegó el periodo. Recuerdo haber sentido algo húmedo entre mis piernas, al inicio creía que me había orinado. Cuando él entró, no dijo nada y solo me desató, era la primera vez que lo hacía mientras estaba despierta, recuerdo estar emocionada al imaginar que me iba a dejar ver la luz o asustada porque podría darme una paliza por orinarme, ciertamente no me había vuelto a pegar desde la vez que intente escapar; , desde que estaba encerrada no veía nada de luz, pensar que iba a soltarme para salir era una idea fascinante, no me importaba a donde me llevaba, solo quería ver la luz, pero no fue así, antes de salir el me vendo los ojos y dejó el bozal.  Aunque estaba vendada de ojos igual pude sentir algo diferente, caminamos un rato y luego  me detuvo al final del pasillo. -No intentes hacer nada raro o esta vez te voy a golpear hasta que dejes de respirar- me dijo antes de empujarme, caí al suelo y luego escuche una puerta cerrarse, asumí que me había dejado en otra habitación, desde afuera lo escuche gritarme. -Dúchate rápido, te puedes quitar la venda y el bozal, al volver lo debes tener nuevamente puesto, entendido- y otro golpe seco en la puerta. Antes de levantarme quise asegurarme que ya no oía sus pasos, una vez que ya no los podía escuchar me quite la venda de los ojos en primer lugar. Al abrir los ojos había una luz roja que iluminaba de forma parcial, era una habitación mediana , tenía duchas a un lado y al frente había unos lavamanos. Era la primera vez que veía algo diferente, puede que solo estaba viendo cuatro paredes  bajo una luz roja, pero era algo diferente, al revisar que la habitación estaba completamente vacía, procedí a quitarme lo que llevaba en la cara, al quitármelo detalle que era un bozal de cuero, era terrorífico pensar que siempre tenía eso puesto, me dieron unas ganas inmensas de llorar, no sabía ni quién era yo, cuánto tiempo llevaba aquí, pero sobre todo ¿por que a mi? ¿Qué hice yo? Mi respiración era entrecortada, estaba llorando en silencio, me daba miedo que me hiciera algo por hablar o llorar muy fuerte. Me fui quitando la bata que tenia puesta y ropa interior, corrí a abrir la ducha antes de que volviera, era la primera vez que me bañaba, el siempre me dejaban unos paños húmedos con los cuales me limpiaba, pero no era lo mismo a estar bajo el chorro de agua. El agua era sumamente fría, y aunque al principio me asustó un poco, era tanto mi necesidad de sentirla que al paso de unos segundos  mi cuerpo se adaptó y sentí una increíble paz interna.  Aun lado de las duchas había una barra de jabón, con esa misma barra me lave todo el cuerpo, en medio de mi enjuague me di cuenta que había sangre que descendía  por mi pierna, por un momento me asuste hasta que recordé el porque había pasado esto. Flashback Era navidad, y mi mama se estaba arreglando para salir con mi padre, se había cambiado varias veces y no sabía que ponerse, mientras ella se volvía a cambiar decide entrar al baño, a buscar el maquillaje de mi madre, siempre me había gustado jugar con él. Cuando entre al baño empecé a sacar de una cesta todo el maquillaje de mi mami, pero me entretuve un rato viendo un paquete muy bonito, adentro había unos paquetitos, abrí uno de ellos y eran como una especie de acolchado, no sabía que era, así que fue a preguntarle a mi mama. -Mami ¿Qué es esto?- le preguntaba a mi mama mientras mostraba mi nuevo descubrimiento. Ella al ver lo que tenía en la mano, solo se rio y me explico que era. -Mi niña, eso es una toalla, esas toallas las utilizamos las mujeres una vez al mes, cuando nos llega el periodo- Mi mamá notaba mi cara de confusión, no sabía de qué hablaba y no sabía cómo se utilizaba eso. Mi mama se la pasó dos horas explicándole que era la menstruación, porque solo las mujeres tenían eso y que a mí también me iba a llegar la menstruación. ..Fin ¿podría ser mi menstruación? ¿Cuánto tiempo llevo aquí? Mientras me duchaba utilice la barra de jabón en todo mi cuerpo y cabello ya que era lo único que había en el lugar para lavarlo. No había un espejo en el lugar pero pude notar que ciertas zonas de mi cuerpos habían cambiado. Duré un largo rato debajo del agua, hasta que empecé a escuchar unos golpes fuertes provenientes de la puerta.  -MUÉVETE, NO TENGO TODA LA NOCHE PARA ESPERAR- gritó él muy enojado por mi tardanza- TE QUEDAN CINCO MINUTOS ANTES DE QUE TE SAQUE DE AHÍ DE LOS PELOS. Cuando por fin dejó de gritar me apresure a cerrar la ducha y secarse el cabello, aun lado vi un banquito donde estaba doblada una bata blanca, una panti y por ultimo un paquete de toallas íntimas, sabia como usarlas gracias a mi madre. Como extrañaba a mis padres. Una vez vestida y con la toalla bien puesta, empecé a peinar un poco mi cabello con los dedos, a los pocos minutos lo volvía a escuchar. Ponte el bozal y las vendas- me gritó desde detrás de la puerta - Cuando los tengas puestos te vas a sentar en el suelo ¿me entiendes niña? . Una vez lo escuche corrí a buscar la venda y el bozal - Tienes hasta que cuente 30, cuando diga 30 voy abrir y espero que tengas todo listo. Me senté en el suelo para empezar a poner el bozal - ¡¡UNO, DOS, TRES!!- me apure poniendo esas correas tan complicadas - ¡VEINTE! - me apure a ajustar la correas hasta que lo sentí  bien y por último me puse rápidamente la venda - ¡TREINTA! una vez que termino de contar sentí como la puerta se abría de golpe - Vaya, vaya, ya eres una perra obediente - luego sentí como me jalo del brazo y le empezó a empujar fuera del lugar.  Cuando salí del baño y volví a estar en el cuarto encerrada, tuve una pequeña esperanza de que pudiera mejorar mi situación, pero fue peor. Después de mi primer periodo, él me empezó a torturar todos los días. Ya no era igual que antes, ahora, entraba a mi cuarto por diferentes razones, a veces venía y me sacaba para llevarme a otro cuarto, donde me torturaba, golpeándome con látigo, correas e incluso cadenas, siempre que me dejaba con muchas heridas abiertas me lanzaba en la ducha y me llevaba al cuarto, luego me encadenaba de nuevo. Así era mi nueva rutina, tortura más tortura, solo me podía bañar cuando estaba en mi periodo o muy llena de sangre para poder lavar mis heridas, a veces cuando estaba muy débil, me torturaba echándome limón en mis heridas, lo peor es que jamás veía que pasaba, siempre estaba con mis ojos vendados. Así dure por un tiempo y todo eso empezó desde mi primer periodo, la segunda vez que tuve mi periodo empecé a llevar cuentas del tiempo a través de mi periodo, así me hacía una idea de cuánto tiempo había pasado. Luego de mi segundo periodo, algo cambió en mí, algo grande, estaba ese día, o noche, en mi cuarto y empecé a sentirme mal, sentía como si el cuerpo se  estuviera quemando, como si mis huesos se estuviera quebrando por partes. Ese fue el dolor más intenso que alguna vez había sentido en mi vida, no sabía que pasaba, solo podía llorar y pensar que por fin iba a morir y dejar esta tortura, dure un largo rato revolcándome del dolor, hasta que todo se detuvo por un momento y luego se intensifico al doble el dolor. De un momento a otro ya no estaba sobre mis pies, esta como en cuatro patas. Me había convertido en una especie de animal peludo. A causa del ruido, hice que mi captor entrara a la habitación, cuando él entró, al verme tan solo se rió con una sonrisa macabra. -Ahora si nos vamos a divertir, pequeña lobita- después de eso me disparó con algo y caí inconsciente. Desde ese día las torturas eran peores, pero de igual forma mis heridas se sanaban de manera rápida y mi resistencia al dolor era más. Como yo notaba eso, igualmente lo notaba mi captor, como era más fuerte y podía soportar más dolor, él empezó a intensificar las torturas y sus métodos. La segunda vez que me convertí, me dejó salir. Había despertado en una especie de patio, estaba rodeado por grandes muros de cemento y una reja electrificada que cubría la parte superior, era como una jaula, sin la más mínima posibilidad de escape, estuve en ese lugar un rato, hacía frío. Durante este tiempo me quedaba viendo el cielo y sus estrellas, hasta que apareció la luna y ahí fue cuando volví a sentir esa sensación de huesos fracturados y un fuerte dolor, esta vez pude ver algo de mis patas, era una especie de perro o como él me llamaba, era una loba, estuve dando vueltas hasta que la luna se escondió, al despertar estaba de nuevo encerrada en mi cuarto, mientras estaba afuera tuve la leve esperanza de ver el amanecer. Así fue como empecé a contar el tiempo, a través de las lunas y mis periodos, sabía que ambos eran una vez al mes, lo de la luna lo sabía desde pequeña porque siempre me llamó la atención la astronomía. Pasaron más períodos y más lunas llenas, desde la primera vez que salí al patio habían pasado ya 60 lunas, aún no sabía qué edad tenía, pero sí sabía que estaba mucho más grande que la última vez que me vi en un espejo.
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