Si había algo que odiaba Elizabeth eran los sucios taxis, pensar en la cantidad y tipo de personas que subían a diario ahí solo la enloquecía, además de que un extraño se encargaba de su seguridad y de la de Megan. –Es temprano, seguro nadie ha subido al que nos llevará –intentó persuadir Megan. –Eso sería útil si los lavarán todas las noches. –Tal vez lo hacen. Elizabeth vió la mueca de Megan y sabía que solo intentaba animarla, en ese momento el detestable vehículo se detuvo frente a ellas, Megan entró primero y Elizabeth se tomó su tiempo, al taxista no le importo mucho porque entre más se demorará mayor sería la tarifa. Después de dejar a Megan en el instituto fue hasta el edificio Anderson donde subió a la oficina directo al baño privado para vomitar, aún tenía el dilema de q