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Capítulo 1. Mi Último Deseo.
Salí de la clínica después de estar en el consultorio de Javier con los resultados en la mano, creo que deje de oírlo apenas ingrese en él. Lo único que sé, es que mi vida no será la misma de estar ahí, necesito pensar, necesito salir de este lugar, necesito respirar el aire de la calle, porque ahora solo pienso en lo que pasará dentro de poco conmigo.
-- Este será nuestro secreto – fue lo único que le dije antes de cerrar la puerta de su consultorio y salir corriendo de ahí, aun sigo caminando por los pasillos sin rumbo.
Cuando por fin logré salir de la clínica, subí en mi auto, conduzco por la ciudad sin saber a dónde ir, luego recordé haber oído que se inauguró un nuevo bar en el centro, es ahí a donde iré a olvidar mis penas, eso es lo que realmente necesito. La primera cosa que me gustaría hacer es detenerme ahí, sé que el alcohol me ayudará a olvidar lo que siento. Recibí la llamada de mi mejor amiga Nicole y le pedí que nos encontráramos en el bar, no pienso volver al trabajo hoy, he decidido tomarme el día libre, creo que me lo merezco, por una vez en la vida voy a pensar en mí y solo en solo en mí, eso es lo que haré, aunque en realidad solo quiero olvidar lo que siento.
Entre en el bar y pedí la botella de licor más fuerte del lugar, ni siquiera sé cuál fue la que me trajeron, lo único que necesitaba era olvidar, por una vez en la vida, me olvidaría hasta de mi nombre, cuando Nicole llegó ya llevaba media botella de alcohol encima, eso no me pareció justo así que la obligue a beber del resto que quedaba, mientras tanto pedí otra más.
-- Mozo, trae otra igual por favor -- dije,
-- Lari no bebas así, ¿podrías decirme al menos que te dijo Javier? – me preguntó Niki, pero la verdad, no quería hablar sobre eso,
-- No pasa nada Nicole, todo está bien. Te he invitado para celebrar la vida, y eso es lo que vamos a hacer, hoy vamos a celebrar por la vida – le digo y eso es lo que quiero aunque me suene muy sarcástico, celebrar y beber por la vida, beber hasta olvidarme de quien soy.
-- Lari ya no puedo más, en serio, debo volver a casa – me dice Nicole.
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Ambas estaban demasiado ebrias para mantenerse de pie, Celeste Larisa Dupont a quien solo los amigos la llamaban Lari por su segundo nombre no pensaba volver a casa hoy, ella salió del bar junto a su amiga, esperó que ella se subiera en un taxi, y caminó unas calles más, para meterse en el siguiente bar, la noticia que recibió no fue nada alentadora así que se prometió beber hasta perder la conciencia, ella bebería hasta olvidarlo todo y eso precisamente era lo que iba a hacer.
Celeste se pidió una botella de vodka, un tipo la observó llegar desde la barra, él se dio cuenta cuando alguien en el bar le entregó al empleado unos billetes para que le consiga a la joven, algo que era común en aquel lugar.
Conseguir que la jovencita suba al segundo nivel, donde se encontraban las habitaciones privadas sería un gran éxito, el problema era que Celeste pidió una botella completa, así que sería muy difícil para el empleado colocarle algo en ella, como acostumbraban a hacer con los cocteles especiales. Celeste bebe varios vasos de la botella y levanta la mano para pedir otra más, ni siquiera se había dado cuenta de que todavía tenía alcohol en la suya, el empleado aprovecha la situación para acercársele con una copa,
-- Este coctel es un obsequio de la casa señorita – le dice y Celeste en su estado de ebriedad sonríe agradecida, nunca le habían obsequiado nada, así que no vio nada de malo en que un empleado del local le entregue aquella copa, ella la bebió en seco y luego se levantó en busca de los servicios higiénicos.
La muchacha caminaba con dificultad por el lugar, la luz no era precisamente la mejor, un grupo de hombres ingresa en ese momento, Celeste se tropieza con uno de ellos,
-- ¡Lo lamento! – se disculpa, uno de los hombres la reconoce al segundo, él observa el rostro sonrosado de la joven producto del alcohol y toma su brazo fuertemente obligándola a seguirlo, él tipo del bar también se levanta para ir detrás de ellos, no permitiría que alguien más le quitara la presa por la que acaba de pagar, así de fácil,
-- Déjeme por favor, yo solo estoy buscando los servicios – intenta explicar ella, intentando zafarse de el desconocido, pero no le es posible, él hombre la sujeta demasiado fuerte. Celeste camina casi obligada junto a él y sube al segundo nivel, una puerta es abierta y ella es lanzada en una habitación oscura, Celeste no podía ver bien lo que había ahí adentro, pero algo llamó su atención, una pequeña habitación con media luz iluminaba un cuarto de baño, ella caminó apresurada hasta allí y se metió adentro, cerró la puerta con seguro y se quedó unos minutos más, no sabía lo que había pasado, pero agradecía haber llegado a tiempo. Mientras transcurrían los minutos su cuerpo comenzaba a sentir calor, ella observó el pequeño lugar sintiéndose sofocada, de pronto la necesidad de quitarse la ropa se apodero de ella, pues sentía que está la estorbaba, Celeste abrió el caño del lavado y comenzó a frotarse con agua fría el cuerpo, mientras lo hacía la sensación de placer al recorrer su cuerpo con sus propias manos aumentaba su excitación. Su cuerpo le quemaba y la parte alta de sus muslos comenzaban a humedecerse mientras sus manos se tocaban con desesperación.
-- La tengo en la habitación lista para usted señor – afuera el hombre del bar le entregaba unos billetes al extraño que había llevado a Celeste a aquella habitación oscura.
Él tipo que reconoció a Celeste era un empleado de la mansión Dupont, él trabajaba para su hermana mayor Simone, Isaac había llegado con un grupo de amigos y por casualidad se tropezó con la hija menor de la familia Dupont. Isaac nunca iba a perder la oportunidad de ganar unos billetes y aprovecharse de ella, además, pudo notar por su rostro, que Celeste estaba completamente ebria y que había sido drogada.
Celeste necesitaba satisfacer su cuerpo, el fuego interior la estaba volviendo loca, ella abrió otra puerta que había en el baño y terminó ingresando en otra habitación, en el mismo momento en que alguien ingresaba en ella también, sin esperar nada Celeste se lanzó sobre esa persona, ella necesitaba satisfacer su deseo s****l, Celeste necesitaba apagar el fuego y la sed de pasión que todo su cuerpo le exigía,
-- ¡Me quema! – susurra ella muy cerca del rostro del desconocido,
-- ¡ayúdame por favor!, ¡te lo suplico! – le pide mientras besa el cuello y el rostro del desconocido, todo su cuerpo se arquea de placer sobre él, frotándose de una manera demasiado sensual y provocativa, su aliento estaba tan cerca de su rostro, tanto, que despertó todos los sentidos del CEO más desalmado y dominante de la ciudad.
Leonardo Coppola nunca aceptaría ayudar a una desconocida, pero está mujer lo excitaba demasiado. Su simple olor conseguía despertar sus instintos más bajos, su voz era hipnotizante aun estando ebria y drogada. Celeste comenzaba a enloquecer al CEO. Leonardo no pudo resistirse más, y cuando la joven puso su mano sobre su hombría, él hombre perdió por completo la voluntad.
Fue Leonardo quien hizo suya a Celeste Dupont, él la hizo su mujer y la satisfizo hasta el amanecer, en todas las posiciones posibles dejándola completamente agotada, quedando tan satisfecho como nunca antes lo había estado, hasta que se durmió con ella en sus brazos.
Horas después Celeste se despierta adolorida, algo usual en ella debido a su enfermedad, solo que está vez el dolor no era producto de “su enfermedad”, sino de la increíble noche que pasó con el CEO. Ella logra ver a través de la luz que se filtra por la ventana al hombre dormido a su lado, y al reconocerlo no podía creer quien era él.
Celeste se levantó de la cama asustada, había visto al CEO solo en dos ocasiones, una cuando su familia fue invitada a una cena en la mansión de los Coppola y la segunda vez cuando esté hombre había ido a su propia casa para anunciar que se casaría con su media hermana Simone. Según escuchó ella, ambas familias debían unirse por un tema contractual, Celeste sabía que su hermana no sentía amor por ese hombre, pero eso no era motivo para que ella se hubiera acostado con el prometido de su media hermana. Arrepentida y muerta de la vergüenza, Celeste encuentra un papel, y antes de salir escribe una nota que deja a un lado de la cama.
** Lamento mucho lo ocurrido, gracias por haberme ayudado. Usted fue uno de mis últimos deseos **