Narrador externo.
3 años después.
Ya hacía un año que su madre no estaba aquí con ella.
Todo fue tan rápido. Los primeros días todo iba de maravilla, la quimioterapia estaba funcionando y se veían venir días verdes, pero le dijeron que tenían que extirpar el seno derecho. Algo salió mal y todo se fue cuesta abajo. Después solo tuvo pocos días con ella y ya le estaban informando que su madre ya no estaba viva, el cáncer de mama pudo con ella.
Entró en una Florería para comprarle flores y ponerlas en su tumba. Un año de sufrimiento terminaba hoy. Tomó una docena de tulipanes y fue directo a la caja. Solo podía mirar las flores que su madre tanto amaba y ver en ellas la esencia de la belleza que tanto amó su madre.
―Son 5 libras― Dijo el chico en la caja, cuya voz removió algo en ella. Recuerdos llegaron de hace tres años. Era el chico que le había regalado una margarita. El joven que la había hecho sonreír en el día que ella pensó ser una pesadilla pero la verdad es que era estúpida esa tristeza. Sonrió al verlo, se acordaba de esa cara como si hubiese sido ayer cuando lo conoció, pero había cambiado, su cara que antes mostraba los gestos más inocentes y dulces ya no estaba. Aquel que antes había visto como un niño ya no tenía ni rastro de ello. En cambio, el que tenía enfrente, era un hombre en toda la palabra. No tenía grandes músculos pero su quijada cuadrada y la barba de pocos días le quitaba inocencia a su rostro.
―¿Matt?― dijo dudosa por si se equivocaba de nombre, pero ella jamas lo hacia.
―Leila – respondió con una sonrisa―¿Cómo has estado? .― después de ver su aspecto lloroso corrigió.― Eh... Tiempo, mucho tiempo sin verte, estás más bonita.
Aquello a Leila le pareció la mentira más bonita que alguien le haya dicho. Ella sabía cómo se encontraba. Pantalones de yoga, una sudadera gris y zapatos de correr. El cabello en una cola y todo el rostro hinchado y rojo.
―Gracias por el cumplido pero soy consciente de cómo luzco en este momento. En cuanto tu, también has crecido y mucho, ya no eres mi dulce regalador de margaritas ¿o si?
Él echó su cabeza hacia atrás y rió. Sonó algo que parecía una fina grave pero ligera. El corazón de ella empezó a latir más rápido, no lo podía controlar. El volvió a abrir los ojos y su mirada penetró en lo más profundo de su sistema nervioso.
Leila sintió que se derretía.
―En aquel entonces solo era un niño de 19 años. ―
“Oh!”, pensó ella. “No tenía 17 cómo le pareció”.
―Pensé que tenías menos.― Dijo, sonriendo para aliviar la vergüenza que le había sentido al decir eso en voz alta.
―Todos lo pensaban, tenía toda una mente llena de cosas raras. Pensé que lo difícil acabaría cuando fuese mayor. Creía en todo tipo de cosas como el destino pero al crecer la vida se puso más... ¿Cómo decirlo? Mierda.
Ella recordó lo que él le había dicho sobre cómo todos estábamos conectados y lo que "hasta que el destino nos conecte" y se dio cuenta de que no sabía cómo había llegado a la florería en la cual estaba, en el mismo cementerio había una y no hubiese tenido que caminar. – bueno en verdad te creí la primera vez que me lo dijiste – un toque en su hombro la hizo voltear, era una señora de cómo 60 años que llevaba unas flores color malva.
―Cariño, muévete ¿eh? No me estoy haciendo más joven aquí.
“Cariño” así era como su madre le decía todo el tiempo. se recordó así misma que estaba comprando flores para su madre y no coqueteando con el cajero.
―Déjalo así ― le dijo Matt ―. A quien se las lleves sé que le van a gustar .―
―Muchas gracias. ―Con voz entrecortada respondió, con el nudo de emociones que tenía en la garganta. Parecía que un grupo de alfileres estaban atrapados allí. tragó varias veces y con la sonrisa de Matt al despedirse se le pasó.
No podía creer que aquel muchacho volvió a alegrar su día solo con una charla de algunos minutos. Llegando a la puerta alguien le tomó por el brazo y suavemente la volteó.
―Eh... ―. Parecía un poco dudoso ― .Me podrías dar tu numero para llamarte si alguna vez te querría invitar a salir?
Ella solo sintió sus mejillas enrojecerse y asintió lentamente―. Claro ,solo dame papel y boli.― se los tendió y ella con gusto marcó su número de móvil.
―Cuando quieras.― le dijo y se marchó.
Matt:
Esa mañana me había decidido que iría un rato a la florería de mi tío Cesar a trabajar. Tenía más o menos 2 años que no trabajaba allí, después de que mi mama se fuera con su esposo alcohólico y me dejara a Emma (con tan solo 1 año y medio de edad.) No había podido volver a hacer medio turno.
Ese tipo de sueños que tenía de estudiar y poder graduarse se fueron a la basura ¿Como podía estudiar, trabajar y aparte cuidar a una pequeña de un año? Claro que, luego conseguí trabajo con horarios específicos que me permitieran dejar a la bebe en un daycare y recogerla a tiempo. Fue cuando todo se "Acomodó" o mejor dicho se pudo sostener mientras estudiaba y trabajaba.
Nadie ayudaba a nadie en esta ciudad, todos estaban metidos tanto en sus vidas que no se daban cuenta de lo que ocurría a su alrededor.
Llegué más o menos a las 9am. Mi tío como siempre me esperaba amargado. Le salude con un ¿¡Hey que tal!? pero no me contestó... como siempre. Me encontré con César Jr―hijo. Cabello castaño claro, con ojos saltones, mucho más soportable que su padre. Él fue la razón por la que trabajé aquí. (Si de su padre se tratara, mi hermana y yo, nos podíamos morir de hambre)
Nada había cambiado aquí, bueno yo que estaba de vuelta, pero al cabo de un año había tenido más de 5 trabajos y ninguno era duradero por cualquier motivo: mala paga, horario muy extenso o tenía que trabajar con algo asqueroso. Tenía a una bebe de 3 años en mi cuidado y necesitaba el dinero y si tenía que trabajar con mi tío el malhumorado lo haría.
El día pasó como si nada, todo era lo mismo de siempre, las personas iban y venían.
―Son 5 libras.― le dije a la Mujer de enfrente y ahí fue cuando me di cuenta que yo la conocía. Era Leila, pero esta Leila no era la que yo conocía sino otra cuyo rostro estaba manchado en lágrimas y con muchos kilos menos. la primera vez que la había visto también lloraba pero no tenía tanta tristeza en su rostro como ahora, ni siquiera la mitad.
Me sonrió. ¡Se acordaba de mí! Eso era algo bueno. Ninguno apartó la mirada del otro hasta que ella habló.
―¿Matt?― se mostró algo insegura al decirlo pero el brillo de sus ojos creció un 90%.
―¡Leila!― dije con una sonrisa que no podía controlar― ¿Como has estado?― Lance la pregunta pero rápidamente me di cuenta de que estaba llorando o lo había estado, así que me corregi.―Eh... Tiempo, mucho tiempo sin verte, estás más bonita.
Se sonrojo un poco y contestó.―
―Gracias por el cumplido pero soy consciente de cómo luzco en este momento, en cuanto, tu, también has crecido y mucho, ya no eres mi dulce regalador de margaritas o ¿si?
Aquello me causó gracia, claro que ya no era aquel chico de cabeza vacía que pensó que sus padres cambiarían o que la vida sería mejor.
Seguimos hablando y cada vez que hablaba se sonrojaba más y en ese momento deseé poder leer su mente para ver que pasaba por allí. Pasaron 5 minutos y se fue aunque claro estaba que le pedí su número, esta vez no sería un chico bobo como la vez pasada.
Terminé mi turno y fui a buscar a Emma con mi amiga Cece.
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Narra Leila:
Pasaron los días y todo siguió normal. Iba al trabajo que me había heredado mi padre, el cual se jubiló, dejándome todo la empresa de medicinas y exportaciones en mi manos. Era viernes y lo único que quería era irme a casa y bañarme en la bañera, relajarme y dormir, pero para eso faltaban varias horas que se hacían eternas...
El teléfono sonó.
¡Hola, Leila! ¿Quería saber qué harás esta noche? -Matt B.
Me sonroje por dentro. Matt era sumamente atractivo y con él me sentía cómoda y a la vez nerviosa, algo que al parecer me gustaba sentir.
Hola, creo que nada. ¿Qué tienes pensado?- Leila G.
La contestación no tardó en en llegar:
¿Qué te parece pizza y película ?- Matt B.
Pizza sonaba bien. Anteriormente todas mis citas eran elegantes con algún ejecutivo serio, en un restaurante donde no sabrías si estás comiendo con el tenedor correcto o cuál era la cuchara del postre. Una pizza sería relajante y fluido.
¡Me parece excelente! ¿A las 8 está bien? -Leila G.
"Perfecto." -Matt B.
Después recordé que no le había dicho la dirección, lo llame y al primer tono contestó:
―¡No te dije mi dirección! ― Dije cuando lo escuche respirar por la otra línea. Su risa sonó lo bastante fuerte como para escucharla.
―Yo sé dónde vives, Leila. Te he visto entrar a tu casa.― explicó Matt.
―Ohh...― Me sonroje. ¿Cómo podía saber mi dirección? ― bueno entonces hasta las 8, ¡lleva palomitas!
―Claro ―contestó él y colgó.
sostuve el teléfono en la mano un rato, sonriéndole a la nada.
A las 6 llegue a mi casa y decidida me metí a la ducha. La bañera tibia podía esperar.
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Narra Matt:
―Tranquilo, yo la cuido sabes que ella es un ángel – dijo Cece agachada a la altura de Emma― No has salido casi en estos últimos años, y que salgas a conocer una chica de la cual no me habías contado― dijo mirándolo con un poco de reproche― no le va hacer daño a nadie.
Miré a la bebe que estaba en el coche dormida. Tenía el cabello casi n***o con piel traslucida y mejillas rosadas. Su respiración era lenta y pausada.
―Gracias, Cece. Juro que te lo compensare.― prometí antes de irme. Tomé mis llaves y me dirigí a la puerta.
― No es para tanto, solo te pido que me lo cuentes todo cuando vuelvas.― sonrió.
Tranquila lo haré.― y guiñe un ojo.