Ismael
Ya casi se acerca la navidad y con los chicos hemos decidido arreglar el lugar para celebrar juntos. Al vivir todos aquí hemos tenido una mejor relación, Ragnar es muy respetada por todos incluso en el pueblo y a Helena la adoran al ser tan alcahueta con ellos.
—Y pensar que hace un año este lugar era una pocilga de mala muerte, y ahora con la llegada de ellas a nuestras vidas es como si hubieran traído luz —dice Harry.
Él es un héroe de guerra y ha sido un buen amigo desde que llegué, se encarga de la vigilancia del gimnasio; aunque es más una excusa para no estar solo en su casa, al menos acá se divierte con todos y siempre tiene a alguien con quien hablar.
—Estoy de acuerdo, son dos mujeres increíbles.
—Y por lo visto terminaste sucumbiendo a su frío encanto, porque no puedes negarme que ahora la ves con otros ojos —ladeé una sonrisa al recordar lo vivido en estos meses con ella.
—No te lo puedo negar, Ragnar se ha vuelto importante para mí, realmente la veo como mi sobrina.
—Me alegra saber que te has dado la oportunidad de abrir esa coraza, solo no creí que te dejarías conquistar por dos mujeres.
—Es difícil no hacerlo, Helena es un encanto con esa actitud tan alegre y Ragnar... bueno, no sabría explicar bien lo que pasa con ella —mentí, en realidad no quería hacerlo.
—No hace falta, sé a lo que te refieres porque la veo de la misma forma —en eso los chicos llaman a Harry para bromear un poco con él.
Es sorprendente cómo vuela el tiempo y los cambios que trae consigo, pero más increíble ha sido ver el avance de ella en esa relación, sin embargo, hay algo que llama mi atención y es la forma en la que actúa Helena ante los viajes a casa de su hermano, a veces me deja pensando que hay algo que no ha querido decirnos, pensé en decirle a Marcus que la investigara pero no quiero causarles problemas, solo espero que sean erróneos mis pensamientos.
—Hola Bob —y hablando de la reina de Roma
—Hola Helena, me gustaría hablar contigo ¿Tienes un minuto?
—Sí claro —fuimos a mi oficina aprovechando que Ragnar estaría por fuera. —¿Está todo bien? Me preocupa la cara que traes.
—Espero que sí —señalé para que tomáramos asiento. —Helena, llevas un tiempo viviendo con nosotros, te conozco desde hace un par de años y sé que eres una buena mujer, pero hay algo que quiero saber, es una espina que tengo atravesada.
—No te entiendo, explícate bien.
—Antes te pido que esta conversación quede entre nosotros.
—Dime ya lo que pasa, no entiendo el misterio que traes —encendí un cigarrillo para más soltura.
Solo espero que ella no se enoje y mal entienda todo.
—Helena, no voy a decirte cómo llevar tu vida ni mucho menos indagar en ella, bien sabes que no es mi estilo, pero necesito saber si hay algo que le ocultes a Ragnar sobre esos viajes a casa de tu hermano —su cara palideció y mi espina creció. Mierda, sabía que había algo.
—No sé de qué hablas, solamente veo a mi hermano, sabes que él es todo lo que tengo de familia.
—Exactamente, y lo más normal sería que ellos se conocieran o al menos que hablaran por teléfono, pero nunca ha pasado, sé que ella no te lo pedirá y no quiero presionar con el tema, pero tú y yo sabemos que hay algo más.
—Bob... no sé qué decir —responde muy conflictuada.
—No tienes que decirme nada, tu actitud me lo acaba de confirmar, solo te pido que sea cual sea ese secreto lo hables con ella, sabes que no te juzgará, siempre ha estado para ti y si te soy honesto lo que menos deseo es que la lastimes, ella ha pasado por mucho y se nota que le importas demasiado, me atrevo a decir incluso que te ama, no sé si te lo habrá dicho, pero puedo apostarlo.
—Es que… es complicado, la verdad no sé cómo abordar ese tema con ella.
—Con la verdad Helena. Mira, no te forzaré a hacerlo, es su relación y solo ustedes sabrán cómo la manejan, si decides decirle o no está en tus manos, solo te pido que no la lastimes, adoro a mi sobrina y no quiero verla sufrir, así como tampoco quiero que tú sufras ¿Estamos claros?
—Sí Bob, lo pensaré, solo dame tiempo por favor.
—No tengo que darte nada, es tu decisión, si lo dices ella te escuchará y si no, ten presente que debes afrontar las consecuencias de tu silencio si esto se descubre de la peor forma.
Noté la angustia y el conflicto tan grande en su rostro, pero es verdad, no podía quedarme callado y menos ahora que tenía comprobado mi presentimiento.
—No lo tomes como un reclamo, solo es un favor de alguien que se preocupa por sus dos chicas favoritas en el mundo, sabes que te quiero y tengo un gran aprecio por ti, pero al final tú sabrás lo que es mejor en tu vida.
—Gracias; lo tendré presente, y sí, es mejor que esto quede entre nosotros y en su momento hablaré con ella, porque a mí también me duele guardar este secreto cuando sé que ella confía en mí.
Nos abrazamos para calmar la tensión y decidimos hablar de las fiestas de fin de año, así nos despejaríamos un poco. Ella me comentó que viajaría desde el veinte tres de diciembre y regresaría el primero del otro año para celebrar con nosotros, así que hicimos una pequeña celebración entre nosotros antes de que se fuera.
No volvimos a tocar el tema y tampoco le dije nada a Marcus ni a Oz, aunque sí llegué a hablar con Livi, ella era la madre de Ragnar y era importante que supiera lo que pasaba con su hija, lo bueno es que no comentaba todo con ese par, era mucho más razonable a la hora de pensar en lo que podría afectar a Ragnar e incluso me sugería algunas cosas para comprenderla mejor.
(…)
Días después
—Realmente no puedo creer lo que me dices, es increíble, unos meses allá ¿y todo eso ha pasado con mi hija? —comenta Marc con una felicidad que le es imposible ocultar.
—Créelo, esas dos son como uña y mugre, Ragnar no suele demostrar sus sentimientos como los demás, pero se nota que la quiere y le importa.
—¿En verdad puedo quedarme tranquilo de que esa mujer no va a lastimarla? porque si es así...
—Si es así, viajaremos a ese pueblo y nos encargaremos de todo, nadie daña a nuestra pequeña sin pagar las consecuencias —irrumpe Oz con sus celos posesivos.
—En serio que ustedes son pura toxicidad para ella —rodé los ojos aun cuando no puedan verme. —Ya dejen los celos enfermizos y la paranoia, ella está bien y Helena es una buena mujer que está muy enamorada de nuestra pequeña, se cuidan la una a la otra, tienen mucha confianza entre sí y yo estoy pendiente de las dos.
—Entiendo, pero igual Oz tiene razón Isma, no dejaré que nadie lastime a mi hija y espero que la gente de allá no las moleste porque ahí sí sabrán cuál es el rostro del mal.
—Ahí no se puede hacer nada Marc, ya sabes lo que dicen, pueblo chico infierno grande. Igual ellas no prestan atención a los comentarios, todos aquí las conocen y solo los mal hablados afilan sus lenguas, pero nadie les haría daño y aun si alguien se atreviera, tengo un puñado de hombres dispuestos a dar la cara por ellas.
—Isma no confío en esos tipos tampoco, son una montaña de hormonas desenfrenadas que no hacen más que fantasear con ellas, así que mantenlos a raya o los castro.
—Tranquilo Oz, les dije que entre los tres los castraríamos si se atrevían a hacerles algo y entendieron bien el mensaje —hubo un momento de silencio.
—Ya es hora de irnos, hablaremos después, en estos días estará llegando un paquete para ustedes, que lo disfruten.
—Gracias Oz, cuídense.
En serio que es difícil tener una sobrina como ella, mira que terminar como hija y sobrina de esos dos es un dolor de cabeza, aunque tampoco debo hablar muy fuerte... ¿Nuestra pequeña? Diablos, antes ellos no dijeron nada por eso. Recogí algunas carpetas guardándolas en la caja fuerte y cerré la oficina, estaba bastante agotado ya que el día de hoy debí revisar varias cosas con Rag y los chicos, me di un baño y me acosté a dormir.
Siento un extraño y muy familiar aroma, una caricia en mi pecho me hace esbozar una sonrisa recordando las manos de una mujer muy especial en mi vida y los recuerdos fueron llegando de a poco, sus sonrisas con mirada felina, la manera tan sensual en la que siempre se escabullía sobre mi piel, las mil locuras que hicimos para estar juntos…
Maldición, el calor en mi cuerpo es impresionante solo de recordar su desnudez cuando la hice mía tantas veces, cuánto anhelo verla otra vez y tenerla en mis brazos. Ella fue la primera que me marcó con tanta intensidad y aun al día de hoy sigue haciendo estragos en mi cabeza con sus recuerdos.
—Bonny, no lo hagas o el viejo nos descubrirá —murmuré en sueños.
—Nadie nos descubrirá Isma.
Mis ojos se abren en el acto encontrando a Ragnar muy cerca de mí y me levanto rápidamente con los nervios hechos un lío.
—¿¡CUÁL ES TU PROBLEMA!? ¿¡POR QUÉ HACES ESTO!? —grité eufórico.
Ella tenía por costumbre escabullirse a mi cuarto cuando Helena estaba en Nueva York y muchas veces la encontraba durmiendo conmigo, al principio la regañaba hasta que dejé de hacerlo, pero cuando activaba su “lado Oz”, como ahora, es cuando volvía a alterarme en demasía.
—Ya deja los gritos y mejor cuéntame qué estabas soñando con Bonny —pregunta divertida… maquiavélicamente divertida.
—No sé de qué estás hablando —me hice el desentendido.
—No seas mentiroso que ambos sabemos de qué hablo.
Ella palmea la cama para que me acueste, aunque esta vez no veo picardía en su semblante, sino que está neutra. Tomé un profundo respiro tratando de calmarme y repasé mi mano en el rostro.
—Rag, ya deja de hacer esto por favor —dije casi en una súplica intentando lidiar con ella.
—Solo ven conmigo —sonó tan inocente que me sorprendió.
—¿Al menos estás vestida? —retira la cobija dejándome ver que lleva un buso puesto. —Gracias por no estar desnuda esta vez.
—Soy yo quien te agradece por no seguir gritando.
Una vez me siento, ella toma mi brazo para que me acueste en lo que tiene su otra mano en mi mejilla asegurándose que no pierda de vista su rostro, era tan hipnótico que me dejé llevar sin rechistar una palabra, ambos quedamos envueltos bajo la cobija y ella se acerca enrollando sus piernas con las mías haciéndome sentir el frío en ellas. Sé que por lo general su cuerpo está frío, pero ahora que estamos en invierno puede que la afecte más y no quiera decírmelo.
—Iré por un cobertor, estás helada.
—No te vayas, estás caliente.
Murmuró en un tono tan inocente que me hizo verla como la niña que todavía era y la refugié entre mis brazos igual que hacía con mis hijas. Ella me abrazó tan fuerte como lo hice yo; sacándome la misma sonrisa que mis pequeñas hacían brotar en mí, entonces me di cuenta que su perfume era el mismo que sentí en sueños, olía igual que mi felicidad, era una mezcla de bellos recuerdos de mi juventud con mi primer amor y después con las tres mujeres que fueron el pilar de mi vida y conformaban el hermoso hogar que alguna vez tuve.
—No te preocupes, aquí estoy contigo —dijo ella.
No sé cuándo comencé a llorar, pero tampoco quise evitarlo, solo dejé las lágrimas correr con ella en mis brazos; pensando que mis hijas ahora eran esta bellísima joven que me daba el cariño que tantos años extrañé.
—¿Quieres que me vaya? —murmuró, pero un miedo se apoderó de mí aferrándome a ella.
—No lo hagas, te lo suplico.
—Tranquilo que no me iré de tu lado —por un pequeño instante creí escuchar la voz de primera hija.
No sé en qué momento me quedé dormido, pero desperté en la madrugada sintiendo un peso sobre mi cuerpo y la vi todavía abrazada a mí, se veía hermosa durmiendo tan tranquila que me contagié de su paz. Se removió para darse la vuelta, pero algo me hacía querer tenerla en mis brazos y no la dejé ir, mas su cuerpo pareció comprender mi deseo aferrándose nuevamente a mí, enrollando sus piernas con las mías y acomodando su cabeza en mi pecho dando un profundo respiro en mi cuello como si oliera mi perfume.
—No sé qué hiciste conmigo, pero me alegra que estés aquí —susurré a la vez que acariciaba su cabello y cerraba mis ojos.
—También me alegra haber venido —susurró, abrí mis ojos sorprendido sin separarla. —me hiciste feliz al no alejarme esta noche Isma —ambos cruzamos miradas, ella con un brillo especial y yo confundido.
—No entiendo… ¿No se supone que tú…? —estaba desconcertado porque sé su situación respecto a las emociones.
—Lo sé, pero ahora comprendo mejor varios momentos de mi vida, no sé si todos, pero lo hago.
Me acomodé hasta quedar sentado y ella hace lo mismo, ninguno aparta la vista del otro y parecer que mi rostro hubiese hecho en silencio la pregunta que rondaba en mi cabeza, pues ella habla en el acto.
—Es difícil de explicar, pero Helena y tú me hicieron ver algo más, algo diferente al estar en una vida que no tiene nada de lo que siempre conocí.
—¿Y cómo sabes identificar la emoción adecuada? ¿Está segura que es felicidad lo que sientes?
—¿Cómo la identificas tú? —preguntó como si estuviera segura de la respuesta.
Hasta ahora nunca me hice esa pregunta, parece algo tonto, algo que cualquiera podría responder con obviedad, pero si se piensa bien… ¿Cómo sabes cuando eres realmente feliz?