7. PÍDEMELO

1737 Words
Helena Nuestro beso es intenso, sus manos abren mi blusa dejando el broche de mi brasier expuesto, el cual también abre haciendo que mis senos sobresalgan un poco en lo que suben y bajan por la agitada respiración. —Eres hermosa Helena —murmura sensual entre mis senos. —Si hay algo que no te guste; dímelo, si hay algo que quieras; dímelo, no quiero que te cohíbas, permítete sentir y permíteme sentirte —su voz es tan sensual que siento mis bragas mojarse. A este punto he perdido la mitad del control en mi cuerpo y vuelvo a arrojarme sobre esos labios tan rojos cargados de pasión. Ella retorna su recorrido en mi cuello, sus manos se pasean por mi abdomen de forma ascendente hasta que va retirando mis prendas con tanta delicadeza, que es como si disfrutara de tal acto. Entonces, siento el calor de su boca succionando uno de mis senos mientras masajea el otro con su mano sacándome gemidos que no sabía tenía guardados tan celosamente. Esa corriente corría sin cesar por todo mi cuerpo y un incendio se descontrolaba por mi ser hasta descender a mi monte de venus. Hábilmente me acuesta para retirarme el short y los zapatos dejando solo mis bragas y el resto de mi cuerpo queda expuesto ante ella incrementando mi excitación. —De verdad eres hermosa Helena. Podía ver el deseo en sus ojos y a la vez una admiración como nunca nadie me había dado, empezó a besar mis piernas una a una siempre de forma ascendente, como si guiara todo mi deseo a un solo punto, ese que ahora pedía a gritos su atención. —Me encanta tu aroma —de nuevo ese tono de voz… En serio que esto es una tortura, quiero sentirla entre mis piernas y ella solo dice esas palabras acompañadas de su mirada lasciva y una sardónica sonrisa que nunca vi. Va besando mi entrepierna con un deseo tal que mis caderas se mueven como buscándola, mis gemidos son el grito ahogado lleno de desesperación y vuelvo a ver sus ojos en llamas mientras retira mi braga con una calma que me desespera más. Cuando finalmente queda expuesta mi zona, mis piernas se abren en automático ante ella y aquí tengo solo un diez por ciento de control. Ella solo me mira con ganas de devorarme y yo estoy gustosa porque lo haga. —Pídemelo Helena —ordena con profundo deseo. Esa bendita voz es mi perdición, ella mi verdugo y sus dedos paseándose lentamente en mis pliegues serán mi castigo. —Hazme tuya Ragnar —no sé de dónde saqué esa voz tan sumisa, solo sé que mi cuerpo la anhela. Es entonces cuando arremete paseándose entre mis pliegues con su cálida lengua, mis gemidos son más fuertes y mi espalda se arquea ante ella con sus movimientos, puedo sentir sus labios presionando los míos, succionando ligeramente por momentos, mis caderas se mueven al compás y piden atención para mi clítoris que va a estallar en cualquier segundo. —Por favor Ragnar, no aguanto más —veo una sonrisa tan siniestramente sexy que me genera otra corriente de placer. Sin piedad alguna toma mi clítoris entre sus labios mientras sus manos pellizcan mis pezones que están duros por ella, siento el fuego encender la dinamita en mi piel y los fuegos artificiales no se hacen esperar, esos gemidos graves, agudos, la sábana sufriendo las consecuencias por mis manos mientras mis piernas tiemblan sin parar. Intento liberarme de su agarre, pero sus manos toman mi cintura llevándome hacia sus labios e intensificándolo todo, siento cómo su lengua se pasea nuevamente por mis pliegues y un par de lágrimas se escapan por mis mejillas acompañadas de otro magnífico orgasmo. —Eres exquisita Helena. Me dice dándome un beso y saboreo mi propio ser en su boca, sigo en un frenesí de lujuria que no quiero detener. Me siento en el borde de la cama haciendo que ella quede de pie, retiro su jean y su braga sin quitar mi vista de sus ojos, pero cuando voy a alzar su camiseta ella me detiene y veo un poco de duda en su mirar. —Está bien; no debes forzarte, además, no quiero que te lleves un sabor amargo luego de ese momento de éxtasis. Me quedo mirándola extrañada y es solo cuando bajo la mirada que puedo apreciar las cicatrices desde su vientre hasta sus piernas comprendiendo el trasfondo de sus palabras. —No sé qué te pasó Ragnar, pero esto no cambia lo que siento, solo dame la oportunidad. Quiero sanar las heridas de su piel, esas que me dejan con mil preguntas y a la vez responde un poco las dudas que tenía sobre por qué es como es. Voy besando sus piernas, cicatriz por cicatriz, sin temor ni asco alguno, beso suavemente su clítoris pasando mi lengua hacia lo largo mientras ella sigue de pie y suaves gemidos salen de su ser. La hago sentarse encima de mí para retirar su camiseta encontrando muchas más cicatrices, incluso más profundas, paseo mis manos por su espalda y saboreo sus senos, no sé si lo hago bien, soy una principiante y ella lo sabe. —¿Qué pasa? ¿Por qué sonríes así? —pregunto nerviosa. —Sé que mis movimientos son torpes, pero nunca estuve con una mujer. Al decir esto siento un calor muy fuerte en el rostro y sé que debo estar muy sonrojada. —Helena, si haces eso y luego te sonrojas de esa manera, lo único que conseguirás será provocarme más —esa sonrisa es siniestra, única y solo me calienta más. No sé cómo lo logra, quizás mi cuerpo solo responde a sus órdenes, porque en un rápido movimiento me hace quedar sentada en su rostro y de nuevo sus labios vuelven a pasearse por mis pliegues. Un segundo es lo que necesita para encender de nuevo el fuego en mi cuerpo y ahora tiene acceso completo a ese lugar mientras agarra mis nalgas con unas ganas que me hace soltar otro gemido. Quiero complacerla, pero ella parece decidida a no soltarme hasta que cumpla su objetivo, cuando siento que estoy a punto de correrme me levanto rápidamente y recorro sus senos con mi boca mientras mi mano se desplaza a su centro, su espalda se arquea y sé que lo disfruta. Toma mi rostro para que la bese y mis dedos se van introduciendo en su centro haciéndonos soltar un gemido, la sensación es extraña, pero se siente deliciosa, intento acelerar el movimiento, quiero besar ese cuello, sus hombros, toda ella, quiero que seamos una. —Te lo juro Helena, solo me estás provocando más y no te lo dejaré tan fácil. Mi cara debe ser un poema porque ella me sonríe cual victoriosa y me hace girar quedando de nuevo acostada debajo de ella. —Te enseñaré lo que es jugar sucio cielo, a mí no me provocas sin pagar las consecuencias —sonríe maliciosamente y succiona mis pezones con más desenfreno que antes. Esta vez está decidida a arrastrarme al infierno y yo encantada me dejo llevar, se apodera de mi centro y todo se pone más intenso hasta que siento dos dedos introducirse, hace un movimiento que me enloquece, me penetra con tanta energía y sin soltar mi clítoris que mis gemidos son más fuertes. Sin que lo espere, introduce un tercer dedo y yo he mandado mi control al carajo por ella. No sé cómo lo logra, pero mi placer crece, siento mi clítoris a punto de reventar y de repente unas ganas de orinar se hacen presentes a la vez que siento venir un orgasmo como nunca antes lo tuve. Rápidamente ella saca sus dedos sin soltar mi clítoris, sino que intensifica más todo y siento que me orino a chorros en lo que el orgasmo tan único e indescriptible recorre cada centímetro de mi piel y al disminuir, ella limpia mi zona con su boca generándome múltiples corrientes. ¿Cómo puede producir todo esto con movimientos que parecen tan sencillos? Se sienta entre mis piernas aún abiertas viendo el resultado en mi cuerpo, mi mente está centrada en ese orgasmo tan cósmico que acabo de sentir y ella solo pareciera admirar la mejor obra de arte del mundo con gran orgullo. —Creo que es la primera vez que tienes un squirt. Dice mientras sus uñas recorren mis brazos lentamente hasta la punta de mis dedos, no sé de qué me habla, pero la sensación en mi piel es indescriptible. —Fuiste tan afortunada que incluso lo tuviste a la vez con un orgasmo. Ahora se pasea por mis senos, siento mis pezones ponerse duros otra vez sin que mi piel deje de erizarse un solo instante, todo esto es tan maravilloso que me obliga a morder mis labios con fuerza. Continúa su recorrido por el camino de mi ombligo hasta alzar mi pierna acomodándola en su hombro, puedo sentir su centro acariciando el mío, lo que me hace soltar otro gemido como antes, nuestros clítoris se rozan de una forma tan increíble y se deslizan sin problema gracias a nuestros fluidos, estamos tan húmedas que no creo aguantar tanto tiempo como antes. Todo mi cuerpo está sensible, llevo mi mano a su pierna acariciándola y sintiendo esa suavidad hasta sus caderas. Un extraño impulso aparece en mí y le doy una nalgada provocando que nuestros movimientos sean más rápidos, doy otra palmada más fuerte y ella suelta un gemido. Sonrío triunfal al verla de esa forma, se agarra de mi pierna y uno de mis senos a la vez que yo sujeto sus nalgas con mucha fuerza, los gemidos son más intensos y vuelvo a sentir el placer del orgasmo, pero esta vez ella llega conmigo, y antes de que vaya a mi centro la hago acostarse, mi curiosidad me gana y soy yo quien decide limpiarla, paseando mi boca entre sus pliegues llegando a introducir mi lengua en su centro. Cuando tragaba el semen siempre tenía un sabor amargo y desagradable, pero sus fluidos son diferentes, es un poco dulce y agradable al paladar, era sucio y exquisito a la vez. Subo para besarla suavemente, me quedo acostada en su pecho y ella rodea mi cintura acariciando mi cabello y espalda. Y allí, entre su aroma, cierro mis ojos perdiéndome en ese recuerdo tan maravilloso.
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