Ragnar
Venía encontrando desde hace un tiempo algunas alteraciones en las cifras con uno de los proveedores, guardé silencio para investigar esto a mayor profundidad y hace poco encontré la raíz del problema, al parecer alguien dentro de esa misma compañía estaba estafando a varias empresas automotrices con las piezas y equipos, entre esas la nuestra.
—Rag recibí un aviso en la que hoy harían una transacción en efectivo en los muelles para entregar la mercancía mañana a primera hora.
—¿Tienes el nombre de los involucrados? —Verónica asiente entregándome la carpeta con toda la información.
Reviso una a una cada página dándome cuenta que la estafa es más grande y peligrosa de lo que pensé, si las cosas seguían así entonces tendría que hablar con Marcus para reunir a la Orquídea y dar aviso de esto.
—Estaré por fuera para hacer seguimiento, así que te quiero al frente de todo en mi ausencia —ella asiente con un dejo maquiavélico. —Y Vero, no dejes que dañen el taller.
—No tienes que decirlo, sabes que tengo buena mano —se acerca peligrosamente dejando un beso sobre mis labios que prende todo en mí.
—De eso no tengo dudas, pero no está de más decirlo —respondo un poco excitada a raíz del beso.
Esa sonrisa demencial de ella es tan sexy que dan ganas de quedarse hoy en la oficina, lástima el problema que tenemos.
—No olvides que mañana en la noche tienes un compromiso importante, sé que recuerdas bien la fecha, pero no está de más decirlo.
Muerdo mi labio al ver la maldad con la que me mira y tomo su cuello con fuerza, con ese impulso pasional que nos caracteriza, Vero sube al escritorio donde después la atraigo a mí besándola con agresividad, mi mano se desliza por su blusa hasta encontrar su cintura de fuego y me desplazo por su piel provocando gemidos que ahogamos en nuestras lenguas.
—La puerta no tiene seguro.
—Mejor, así será más interesante —respondo con mi agitada respiración besando su cuello con desenfreno.
Abrí su blusa de seda blanca dejando expuesto el segundo pecado de su cuerpo, pues el primero lo volví a devorar cuando ella tomó mi rostro arrebatando mis labios con los suyos. Eso me encanta de Vero, siempre sabe cómo unir la perversión con la locura, en parte es como tener a Oz en el cuerpo de una mujer y una muy peligrosa en la cual me encantaba perderme. Fui descendiendo por su cuello hasta su escote con mis besos y mi lengua y mis manos se paseaban por la falda ondeante que avisaba el arribo del navío pirata que invadiría mi puerto, o quizás yo sería quien arribara en el suyo.
—No te detengas —dijo casi en una súplica.
Abrí su brasier con mi boca (la ventaja de llevar uno que abrochara al frente), deslicé mi lengua entre esos montes pecaminosos y como una boa sus piernas me aprisionaron, e incliné su cuerpo hacia atrás deleitándome entre sus cicatrices a la vez que marcaba sus piernas con mis uñas como tanto le encanta.
—Si sigues así tendré que sacar el arnés.
—Qué bueno que lo mencionas porque justo llegó un encargo el día de ayer con tu nombre Vero —ella muerde su labio con fuerza y yo hago lo mismo en cada uno de sus pezones haciendo que su gemido sea más fuerte.
—Shhh, silencio Vero, o los niños se darán cuenta y no queremos que vengan al cuarto.
—No, no queremos adolescentes aquí —respondió al borde de la excitación.
Se apoyó hacia atrás en sus codos, abrí sus piernas de un solo tiro y el pecado más grande que yacía entre ellas brillaba solo para mí, levantó su ceja con altivez y deslicé mi pulgar entre esos pliegues como crema en el pastel, entonces lo pasé en mi lengua saboreando la ambrosía de los dioses con una gran sonrisa.
—Me encanta cuando mejoras mis días con tus locuras.
—Entonces mejora el mío ya que no te veré en los próximos días Rag.
No tuvo que decirlo dos veces para arremeter con mi lengua en su núcleo ardiente, estaba tan excitada; que al llegar a ese pico alto de placer tomó mi cabello con fuerza indicándome que estaba a punto de llegar, así que aceleré mis movimientos en lo que ella me guiaba con los suyos, algo que aprendimos a hacer en nuestros encuentros.
Preparé el arnés en mi cadera con el que sería su nuevo juguete favorito, no abandoné mi labor entre esas columnas carnosas y el cambio de tono en sus gemidos me hizo saber que estaba al borde del colapso. Me levanté rápidamente mordiendo un pezón, di una fuerte palmada al otro y atraje con necesidad su cadera hacia la mía ingresando en ella de un solo golpe. Ese grito de placer que dio fue estupendo, era el comienzo perfecto del crescendo.
Arremetí contra ella con necesidad, estaba tan húmeda que el golpe en cada vaivén era magnífico creando una pieza de arte musical en ese lugar. Sus piernas me aprisionaron más, su orgasmo estaba retenido y ella quería liberarlo, pero no la dejé, no hasta dejar el cúmulo que quería en su cuerpo.
—Por favor Ragnar no me hagas esto —tomé su nuca con fuerza y acerqué su oído a mis labios sin dejar de ingresar en ella.
—¿Hacerte qué? ¿Darte placer? ¿Hacerte sentir poderosa? ¿O saciar este deseo que llevas guardando desde hace días? Porque sí preciosa, sé que llevas sin tocarte todo este tiempo y anhelabas que te tomara de esta forma.
—Por favor, te lo suplico —jadeó ahogada en placer.
—Me encanta que supliques Verónica Snow.
Al susurrar su nombre, una corriente pasó por su cuerpo erizándolo tan magníficamente que sus pezones endurecieron más, los pellizqué, estrujé esos montes como a ella tanto la enloquecía y nos besamos como si no hubiese un mañana. Salí de ella rápidamente para bajarla del escritorio, la dejé de espaldas a mí inclinándola un poco y levantando una de sus piernas para apoyarla en la madera, luego tomé de nuevo su nuca con fuerza e ingresé de un solo golpe, esta vez no quería dejarla esperando, su cuerpo estaba tan sensible que ansiaba soltar más de un orgasmo en este momento.
Provoqué más su clítoris con mis dedos humedecidos de su fluido y aumenté el movimiento, mordí su hombro e intercalaba con besos descendentes y ascendentes por su espalda hasta llegar a su lóbulo dejando una última mordida con fuerza, y sin más. cubrí su boca rápidamente en lo que ella liberaba el manantial más exquisito y fascinante de entre sus piernas, mismo que me hizo salir de ella dando paso a una maravillosa cascada. Nuestras respiraciones estaban tan agitadas, nuestros cuerpos tan sudados y ni qué decir de nuestros centros, el océano entre ellos era lo que abundaba.
Dejé unos besos más suaves en su hombro y nuca, era un detalle que siempre le sacaba una sonrisa cuando llegaba al orgasmo hasta hacerla sonrojar. La ayudé a acomodarse sentándola nuevamente sobre el escritorio, estaba en el olimpo de la felicidad. Dejé un beso en sus labios, retiré el arnés y saqué una toalla de uno de los cajones para limpiarla con delicadeza, estaba tan alegre que no dejaba de sonreír y morder su labio cual niña pequeña con helado en mano.
—Deberías ausentarte más seguido del trabajo.
—Ya veremos, por ahora quédate descansando un poco, date una ducha y cuida de todos.
—¿Segura que no me quieres acompañar en la ducha? —el pecado hecho mujer.
—Me harás llegar tarde, pero tú lo vales —menos mal hice las remodelaciones en el edificio, valían toda la pena del mundo cuando pasaban cosas como esta.
Dimos una segunda ronda en la ducha que está en mi oficina, una de la que ella casi no me deja salir, pero luego de complacerla por un par de horas pude liberarme... al menos por ahora. Me cambié, tomé las llaves de mi moto y salí directo a los muelles, según la dirección daba con un viejo edificio, parqueé un poco apartado y me escabullí entre las calles para evitar que alguien me siguiera, logré ingresar escuchando voces en uno de los pisos y con cuidado las fui siguiendo encontrándome algunos hombres haciendo guardia.
Esperaba no encontrar la gran cosa, pero en cuanto vi un reflejo de sol pasando por una de las paredes supe que no éramos los únicos metidos en esto. Me desplacé con sigilo entre algunos pasadizos, ninguno de los guardias logró verme y así mismo evité al francotirador, sea quien sea debía averiguarlo pronto. Solo me tomó unos quince minutos estar escondida, la transacción fue bastante rápida y escuché todo el acuerdo que habían hecho, en efecto, darían nuestra mercancía a un competidor nuestro del extranjero, sabían la calidad de nuestras piezas y en horas de la madrugada las tendrían en su poder para hacer la entrega de los suministros al competidor al mediodía.
Salí lo más rápido que pude hasta que uno de los guardias me encontró bajando al primer piso, sus gritos alertaron a los demás, me apuntó con su AK-47 y levanté mis brazos en señal de rendición, dejé que se acercara en lo que yo daba algunos pasos hacia la ventana, si ese francotirador seguía allí podría tener una ventaja hasta salir de aquí.
—Detente y quítate el pasamontañas.
Incliné un poco mi cabeza como mirando detrás de él, este se gira a lo que yo aprovecho para patear su arma, algunos tiros son liberados y sé que todos han escuchado, ahora solo tengo un minuto para salir de aquí. Tomo el arma dando unos tiros en su pierna y corro rápidamente. Sé que no puedo salir por el mismo lugar en el que entré, así que busco rápido otra salida, las ventanas tienen barrotes haciendo que sea inútil ese recurso, sigo corriendo hasta ocultarme entre unos plásticos que cubrían el salón del segundo piso, escucho cómo corren hacia donde estoy, dan la orden de asesinarme y es cuando veo al francotirador reacomodarse, al parecer pensaba irse al mismo tiempo que yo y con los tiros se quedó para saber qué ocurría.
Los hombres se acercaban, en cuanto él volvió a ponerse en la mira del arma di una señal de auxilio, él respondió con otra que me hizo sonreír y corrí luego de romper una de las ventanas con un ladrillo que había en el suelo. Encontré las escaleras de emergencia y salí por ese lugar, unos tiros se hicieron presentes desde arriba, él estaba dándome tiempo para escapar.
Iba a ir hacia donde tenía mi moto pero los cretinos tenía el lugar acorralado, así que tomé otra calle y seguí corriendo sin mirar atrás, me escabullí entre callejones hasta que llegué a una avenida principal y un auto me bloqueó el paso en el acto mientras abría la puerta e ingresé sin pensar en nada en lo que el auto volvía a ponerse en marcha.
—Como siempre causando estragos a donde vayas —resonó su imponente voz provocando una exquisita mordida en mi labio.
—¿Quién diría que el horóscopo tendría razón y recibiría una visita de oriente? Creo que debería leerlo más seguido.
Al retirar el pasamontaña los dos sonreímos cómplices y toma mi mano atrayéndome hacia él para darme ese beso tan caluroso como el desierto que habita en su cuerpo.
—Tan ardiente como siempre mi Medjay.
—Si tanto me extrañabas pudiste visitarme, Marruecos no es lo mismo sin ti.