Max
Abro mis ojos apreciando el único motivo por el cual mi corazón se desborda de felicidad, se ve hermosa, me encanta la forma de combinar los aromas en su piel porque siempre generan muchas sensaciones en mí, me fijo que su camiseta está un poco levantada y decido bajarla para que no se resfríe.
—Pervertido —maldición… ¿a qué cura maté en otra vida para que esto tenga que pasarme?
—Ragnar, de verdad no estaba de atrevido, solo quise bajar tu camiseta es todo —Déjà vu
—D’Porti, si sigues aprendiendo esas cosas de Dániel y Liam tendrás muchos problemas.
Presiento que el día de hoy será muy largo, ella se sienta en lo que va estirándose, quedo perdido en cada movimiento que hace, es como ver el humo ascender.
—Una foto te dura más.
—No tengo ninguna contigo y esto es mejor —noto algo en su mirada, no sé bien cómo describirlo ¿nostalgia quizás?
—¿Qué te parece si vamos a alistarnos? tengo algo especial para ti.
No me gusta esta sensación en ella es como si algo estuviera mal, me pongo a su lado y la rodeo por el cuello, es un abrazo suave solo quiero que sepa que estoy a su lado, pero al sentir su piel me percato de algo más.
—Todo está bien no te preocupes.
—Mentira, si todo estuviese bien no habrías puesto esa mirada.
Me separo un poco de ella quedando cerca de su rostro y pongo mi mano en su frente dándome cuenta que tiene fiebre, entonces no estaba equivocado, sí está enferma.
—Creo que mejor nos quedamos en casa, tienes fiebre y debemos bajarla en seguida, quédate en la cama iré a preparar algo de comer y traerte medicamento.
—Estoy bien enano, no es nada, iré a darme una ducha en lo que haces el desayuno.
Por mucho que le insistí no quiso escucharme, así que ese día salimos rumbo a Manhattan, primero estuvimos en Central Park visitando el zoológico, fue genial la visita, pero no podía disfrutarla del todo al ver que ella a veces hacía ciertos gestos que me ponían en alerta.
A las tres de la tarde fuimos a caminar por Time Square y entramos a todas las tiendas de chocolates que encontramos en el camino, creo que ese regalo era más para ella que para mí porque cada vez que entrábamos se le olvidaban sus molestias, me alegraba verla coger todos los dulces que quería, pero no dejaba de preocuparme su estado.
—Por favor Ragnar vámonos, no quiero que sigas haciendo esto, te lo agradezco, pero no estoy tranquilo al saber que estás enferma.
—De acuerdo, vamos a casa.
Cuando vamos a dar un paso, noto que ella pierde un poco el equilibrio llegando a asustarme demasiado, alcanzo a sostener su brazo con fuerza para evitar que caiga y ella recupera la compostura.
—Vamos a otro sitio cerca para que recuperes un poco de energía y luego iremos a casa.
Ya estaba desesperado, su respiración era agitada y su rostro estaba un poco rojo.
—No creo que pueda hacer eso D’Porti, mejor vamos a un lugar más cercano.
Se me hizo extraño eso, igual la ayudé a caminar hasta el auto sin decir más. Llegamos a un edificio muy lujoso que quedaba a un par de cuadras de donde estábamos, al entrar al ascensor ella pulsa el botón de PH y digita una clave, ingresamos al departamento, nos dirigimos al segundo piso y entramos a una de las habitaciones, la ayudé a acostarse y al tocar su rostro estaba más caliente que esta mañana, entonces perdí toda razón.
—¡Maldición Ragnar! te dije que lo mejor era estar en casa, quítate esa ropa iré a traer algunas cosas.
Me fui corriendo a buscar agua fría para bajar la temperatura y algo de beber para que tomara la medicación, por suerte no me confié del todo y la traje conmigo, al regresar ella estaba en la cama (menos mal que pude convencerla de ponerse una camiseta manga larga), la cubrí bien con el cobertor, le di la medicación y mojé una toalla con el agua fría pasándola por su rostro. Ella nunca dijo nada, a veces me veía y otras solo cerraba sus ojos, no tengo idea de en dónde estamos o a quién pertenece este lugar, lo único que sé es que ella está mal y mi mayor temor es que empeore por estar con esa terquedad.
—Acuéstate conmigo —pidió con la voz un poco débil.
Esa mujer no tenía ni qué pedirlo dos veces, incluso una era un insulto. Retiré mis zapatos y mi suéter para acostarme a su lado, esta vez ella dejó descansar su cabeza en mi pecho, en otra ocasión estaría demasiado nervioso y con mi corazón a mil, pero ahora solo puedo pensar en su salud.
—No vuelvas a hacer esto noche o la próxima vez juro que te amarraré a la cama.
—No corres con tanta suerte D’Porti.
—Solo debías quedarte en casa, esta salida la podíamos hacer otro día.
—Lo sé, pero quería enseñarte la lluvia de estrellas desde este lugar, déjame dormir un poco y luego iremos a verlas.
Nunca sentí la necesidad de proteger a alguien con todas mis fuerzas como en este momento, quise ser un adulto para poder abrigarla por completo en mi cuerpo, pero por ahora solo podía abrigar su rostro en mis manos, ella dormía todavía con su respiración agitada, aunque a medida que acariciaba su rostro y cabello se veía más tranquila.
No sé en qué momento me quedé dormido, pero cuando desperté eran cerca de las cinco de la mañana, vi que ella seguía dormida y su fiebre había disminuido bastante, me levanté y fui a recorrer el lugar buscando un baño. Era increíble ver tantos lujos, no quiero imaginarme cuánto costaría vivir en un sitio así. Encontré unas escaleras que se dirigían a un piso superior y al llegar, tuve la vista más increíble de Nueva York, pero eso era nada comparado a la lluvia de estrellas que se veía desde ahí, esta ciudad tiene tanta luz que no permite ver ese espectáculo y justo hoy se pudo apreciar desde lo alto de este edificio.
—Desearía que pudieras estar conmigo noche.
Me subí encima de una caja que había cerca y me apoyé en la baranda viendo el bello cielo nocturno, me recordaba tanto a ella, es como si en cada estrella fugaz encontrara un momento a su lado, una sonrisa suya y todas sus miradas, era hermoso.
De repente siento un frío en mi espalda y al girarme la veo de pie, su cabello vuela con el viento y su mirada es igual al cielo, quise decir algo, pero ella me hizo una señal de silencio, se acercó y me abrazó quedando detrás de mí mientras los dos veíamos al cielo, lo bueno de la caja es que me permitía quedar a su altura y nuestros rostros quedaron pegados.
—Feliz cumpleaños.
Su voz hizo eco en cada parte de mi ser y de nuevo sentí mi corazón galopar con fuerza cuando sus labios tocaron mi mejilla, creo que acabo de morir, dudo que las estrellas cumplan tantos deseos, es imposible, de seguro estoy soñando.
—Gracias por cuidarme —giré un poco mi rostro, la tenía demasiado cerca.
Nunca me había sentido así por nadie, es extraño y a la vez se siente muy bien, incluso sentía un cosquilleo en el estómago.
—Eres importante para mí noche, estaría demente si te dejase sola.
—Ella está saliendo.
Me descoloco por eso y al verla noto que mira hacia el oriente, ya está amaneciendo. Al ver el sol me acuerdo de Helena, sé que Ragnar no la conoce, pero es como si ahora ella nos separara, incluso siento que su aura ha cambiado a uno más triste, lo noto hasta en su mirada no sé por qué, no me gusta eso, no la quiero lejos de mí.
—Mira al oeste noche, todavía sigues ahí.
Ella me observa y luego mira donde le indico, de ese lado la noche y el mar están juntos, su semblante cambia y comienza a sonreír.
—Calma la marea que estás un poco inquieto.
—Quédate conmigo y calmaré el océano para que puedas nadar en él noche ¿qué dices?
Su rostro sonriente fue mi respuesta, estaba feliz por eso, retorna su vista a la mía y siento que nos encontramos en el horizonte.
—Si preparas algo delicioso de comer lo haré.
—Te haré el mejor desayuno de todos acompañado de tu postre favorito.
Su mirada brilla, las estrellas ahora caen en sus ojos y su sonrisa me da vida, ella acuna su mano en mi rostro y yo dejo dos besos en su muñeca, esa mirada es solo para mí y este es nuestro horizonte.