A pesar de la gravedad que se observa en el horizonte, yo camino con la mirada perdida, específicamente en mi mano, la cual aún resiente el tacto de los labios de Valois y esos abrumadores recuerdos que me apuñalan en el alma, porque puedo recordar vagamente que sucedió aquella noche.
Era la celebración del solsticio de otoño. Yo lucia un hermoso vestido hecho a la medida realizado por el diseñador más cotizado de la temporada, estaba feliz porque esa noche se anunciaría que me permitirían gobernar como heredera y no como esposa de un príncipe de alguna tierra lejana, todo marchaba como debía ir. Odette estaba a mi lado y yo coqueteaba con Thomas con sutileza, dedicándole sonrisas y algunos atrevimientos como permitirle tocar la piel de mi espalda, caricias que iban más alla de lo decente
