—¿Majestad?—escucho la voz de aquella sirvienta a lo lejos y yo la ignoro, porque no estoy de humor para soportarla, pero enseguida me pongo a pensar si es buena idea hacer eso— ¿Se encuentra bien, majestad? La voz poco a poco deja de escucharse como un eco a la distancia y entonces comprendo que en realidad yo no estoy en mí cinco sentidos para poder escucharla con claridad, así que me levanto de la posición en la que me encuentro y descubro que me he quedado dormida sobre el escritorio y que justo frente a mí, hay varios soldados observándome, entre desconcertados y un tanto aliviados. —¿Qué sucede?—logro decir un tanto somnolienta dirigiéndome a Rosette, quien al igual que los demás me mira un tanto preocupada, parece que hubieran visto un fantasma. —La puerta estaba cerrada—justific