Su mano me suelta de poco en poco el cabello, se recuesta un poco sobre sus codos para deslizar aquel pantalón marrón y de tela hostil que le evita lastimarse al montar. Una vestimenta de plebeyos que me hace preguntarme como alguien tan poco educado logro acabar con el reinado de mi padre y aprisionarme en el proceso.
De su ropa emerge aquel pedazo de carne que se nota tan duro como un barrote, el mismo que me destrozo por dentro y del cual intento huir dando varios pasos atrás.
— No vas a volver a lastimarme con eso—protesto aterrada, porque mi cuerpo aún resiente lo que me hizo anoche y volver a repetirlo es inimaginable, esta vez va a matarme.
—Vas a venir aquí—ordena con tranquilidad, una que me angustia porque después de esa tranquilidad viene la frialdad y la agresividad que lo c
