—¿Que es lo que pretendes?—me acusa con cierto aire de burla y maldad. Lo miro a los ojos y por un instante me quedo helada del pánico porque siento que he sido descubierta, pero no hay forma de que él sepa de mis intenciones, solo desconfía de mi, así que debo darle razones para no hacerlo.
Aparto mi mano de la suya y entonces me doy la vuelta para volver a la habitación, para pensar en algo porque esto va a ser mas difícil de lo que yo suponía, incluso puede que deba abstenerme de intentar seducirlo hasta que encuentre la forma de que él me desee sin que sospeche de mi.
Antes de cruzar por la puerta de la habitación del guardarropa, él desliza sus manos abruptamente y por supuesto de forma brusca por lo que una de ellas termina justo sobre uno de mis pechos y la otra sobre mi abdomen p
