Capítulo 3

1911 Words
Una molestia invade a la princesa cuando su corsé es apretado con fuerza, sin embargo, solo deja salir un pequeño suspiro para ahorrarse un regaño de su institutriz, ya suficiente tiene con no poder celebrar su cumpleaños como le gustaría. - Vendrán los jefes de los pueblos principales y un par de comerciantes importantes, asegúrese de presentar sus saludos como es debido, de igual modo, el capitán de las brigadas especiales y su esposa la hija del señor Gerald, recuerde mantener la barbilla en alto y solo permitir que besen su mano, seria deshonroso que intenten algo más, por último, pero lo más importante, asegúrese que ese militar no vaya tan cerca de usted, es intimidante y podría espantar a sus pretendientes, los señores del consejo pidieron que hoy se le presentaran varios nobles para que durante este año tome la decisión sobre su futuro esposo – la mujer, un par de años mayor que su padre, empieza a recitar la larga lista de deberes que según, la princesa debe acatar. Mientras, la heredera sigue respirando profundo y soltando pequeños suspiros de vez en cuando, se deja maquillar y peinar por dos trabajadoras de su institutriz, mujeres tan rectas y antipáticas como ellas, entretanto que Sofía fue mandada al almacén para buscar aceites y aromáticos innecesarios para el arreglo de su princesa como castigo por haber sido encontrada riendo en voz alta. La señora América es una mujer verdaderamente estricta, especialmente con las personas que rodean a la princesa más que con la misma, asegurando que lo más importante es asegurarse que el entorno de la señorita sea intachable. - Creí que mi vigésimo cumpleaños sería algo sencillo, solo mis familiares, eso fue lo que le pedí a mi padre como regalo – habla con delicadeza la de ojos bicolores para expresar su malestar sin alterar más a su institutriz. - Esto fue algo de último momento princesa, los señores del consejo pidieron que se le presentaran sus candidatos pronto, y que mejor momento que su cumpleaños, el próximo año deberá tomar el trono, lo ideal sería que conozca muy bien a su futuro esposo, y dado que no quiso aceptar las entrevistas matrimoniales que se le han ofrecido, por lo menos deberá aceptar esto – un malestar se instala en el pecho de Angelica al pensar en matrimonio. Desde pequeña ha soñado con tener un amoroso esposo y muchos hijos, siempre se sintió sola en un castillo tan grande y ni un niño que jugara con ella, por eso se puso como meta tener más de uno, para que no se sintieran como ella. Pero toda esa fantasía se esfuma al pensar en su futuro esposo, y es que ella no quiere casarse con alguien que no sea esa persona que desde pequeña la ha cuidado. Ella no ve su sueño cumplido si no es Abraham con quien compartirá su vida, no solo con quien la protege, sino aquel que con una mirada la hace sentir tan completa, tan mujer y tan amada. - El rey prometió que se me cumpliría un deseo en cada uno de mis cumpleaños – la princesa, molesta y estresada por lo que está pasando y lo que sabe que se avecina, voltea hacia la mujer mayor, esta vez sin su habitual sonrisa y mostrándose tan fría y seria que las dos mujeres que la arreglan se congelan, sin saber si continuar o dejarla. - Esto es de fuerza mayor, princesa – la señora América se encuentra claramente sorprendida, ni cuando la joven se encuentra concentrada en sus labores borra la sonrisa que parece tatuada en su rostro. Nunca había visto a la contraria molesta, pero esto es solo porque aprendió desde muy joven que lo mejor es ocultar sus emociones y mantener una pequeña sonrisa cordial, de esta manera es mucho más fácil de sorprender a los demás. No serán capaces de saber que está pensando. - Es una pena que el rey haya faltado a su palabra ¿no cree? Después de todo, usted me ha enseñado que un hombre es su palabra – alejándose de esas mujeres, Angelica se pone de pie y abre la puerta para dejar pasar a Sofía, quien al sentir la atención sobre ella se sonroja con fuerza, pero no con vergüenza, sino con molestia. >> Sofía, por favor has un peinado sencillo y baja un poco mi maquillaje, también me gustaría cambiar el vestido a algo más manejable – su dama, dejando de lado todas esas botellas que no van a necesitarse, corre empezando a traer el lindo vestido que le fue obsequiado el año anterior por Fred, el guardia de su padre y quien entiende mejor que nadie lo mucho que la princesa atesora la sencillez. - No puede hacer eso princesa, hoy vendrán muchas personas a verla, lo mínimo que puede ser es verse esplendida – Sofía muerde su mejilla para no rodar los ojos y ganarse otro castigo innecesario y comenzó a deshacer el peinado, en su opinión, ridículo que las sirvientes de América le habían hecho. Disfrutando interiormente las malas miradas por destrozar sus esfuerzos. - Soy una mujer hermosa, señorita América, mi padre dice que incluso si visto un saco y voy descalza por la vida seguiré viéndome esplendida ¿opina usted que mi padre, el rey, estaba mintiendo? – Angelica no tiende a utilizar su título ni el de su padre porque no le gusta hacer que los demás se sientan menos o se intimiden, pero ciertamente lo ve como una muy útil herramienta cuando personas como su institutriz logran destrozar sus esfuerzos por mantenerse serena. - No, señorita, su padre no miente – viéndose derrotada, la mujer da un paso atrás y deja que la dama de compañía de la princesa dance de un lado al otro de la habitación con la mayor rapidez posible para deshacer todo y volver a arreglar a la festejada. - ¿Qué joya le gustaría usar, princesa? – para finalizar, Sofía se acerca con él para nada modesto joyero de la princesa, o eso era lo que iba a hacer antes de ser rechazada con un suave gesto. - No me place usar algo hoy, Sofía, gracias, quizás un par de anillos, puedes elegirlos – la de ojos bicolor ni siquiera se mueve del asiento en donde su dama se ha encargado de peinarla y maquillarla. No tiene ánimos de nada, solo quiere recibir un abrazo de su padre, de Fred y volver a acostarse, el solo pensar en todas las personas que están esperándola le revuelve el estómago. - Es hora de salir, princesa – con un asentimiento se pone de pie y camina con toda la gracia que le es posible, soportando las ganas que tiene por dar media vuelta y no salir de su cama. Al poner un pie de su habitación, se topa con Abraham, un poco más intimidante de lo normal vistiendo su uniforme correspondiente a su cargo, una espada enorme en su cinturón y su cabello recogido. Definitivamente la princesa disfrutaría de las vistas si no estuviese tan estresada por todo el protocolo que va a tener que seguir. - Feliz cumpleaños, princesa – hace una leve inclinación y tomando su mano deposita un pequeño beso que tranquiliza su agitado corazón. - Señor Heiz, guarde distancia de la princesa, hoy se le será presentado una serie de candidatos y me temo que su porte logra intimidar a la mayoría de los hombres – recta, la mayor da un paso para cortar la unión de ambos, haciendo que se tensen y la molestia de la festejada aumente. - Señorita América – deja salir con voz dura la de ojos bicolor, sintiendo como está a un paso de renunciar a todo y volver a su habitación – Abraham se quedará a mi lado porque es mi guardián y es una orden directa – sin dejar responder algo más a la anonadada mujer, encabeza el camino hacia el salón, siendo seguida por su fiel protector, su segundo al mando y su dama de honor. >> Por favor no se separen de mi – murmura en voz baja luego de asegurarse que su institutriz se quedó atrás recuperándose de la sorpresa. Desde pequeña Angelica se ha mostrado como una niña tranquila y obediente, aun cuando se escapaba un par de veces, se creía que de cierta manera seria una joven manipulable. Es una enorme impresión ver como resultó ser todo lo contrario. - Nunca, princesa. - Descuida, estaremos a tu lado. - No dejaremos que ningún noble desabrido intente pasarse de listo – con el comentario de Benjamín la princesa logra soltar una risita y asiente, ya mucho más tranquila, antes de adentrarse al salón, lleno de nobles y personas desagradables, resultando en solo un pequeño porcentaje que realmente vale la pena conocer. La noche pasa relativamente tranquila para los cuatro compañeros, la princesa hace amistad con un par de comerciantes y jefes de pueblos que le resultan agradables y con ayuda de su enorme hombre logra espantar a otro muchos que llegaron con la ilusión de cortejarla. Al final no resultó tan desagradable. - Ese último duque fue valiente, solo arrugo la cara antes de irse – el azabache se burla con confianza mientras se dirigen a la habitación de la princesa luego de dar finalizada la noche. - Claro que no, el valiente fue este disque comerciante de joyas, ese hasta beso la mano de la señorita – responde la dama burlándose al recordar como todos huían al percibir el aura de molestia que Abraham es capaz de emanar. - Todos son buenos hombres, no deberían burlarse – la princesa cubre sus labios con delicadeza para evitar reír. - No puedes estar hablando en serio – exclama Sofía parándose cerca de la princesa invadiendo su espacio personal, todo para romper su muro y hacerla reír tanto como quiere – No me mientas Angelica, te conozco muy bi… - todo pasa muy rápido y al mismo tiempo a cámara lenta a través de los ojos de la princesa. El cuerpo de su compañera cae con lentitud sobre ella, cubriéndola, y apenas cuando caen al piso es capaz de notar una flecha atravesar su pecho. - ¿Qu… - el shock que la invade no la deja sino solo ser espectadora de lo que ocurre a su alrededor, de sentir como aquellas manos que la ha sostenido tantas veces la levantan y como del otro lado del pasillo aparecen varios hombres enfundados con espadas y cuchillas. - Yo los detendré. - No podrás solo – El capitán, sintiéndose impotente por ver como pronto estarán rodeados, empieza a buscar opciones, pero lastimosamente se da cuenta que no hay tiempo, los arrinconaron con la guardia baja. - Recuerda que la ira incrementa la fuerza – el azabache saca su par de espadas y poniéndose en guardia encara a los hombres que parecen preparados para matarlos - Yo estoy furioso por ver cómo me arrebataron al amor de mi vida, podre con ellos y más, vengaré a mi amada – sin decir más, voltea brevemente hacia su superior y gran amigo, sonriendo débilmente entre un par de lágrimas. - Protege a la princesa – y eso es lo último que dice antes de correr hacia los hombres, pero su capitán no se queda a ver el acontecimiento, lucha contra el remolino de emociones y se enfoca en lo importante, huir con la princesa.
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