Capítulo 4

1815 Words
Angelica se encuentra entumecida, solo quiere echarse a llorar, pero lo resiste con todas sus fuerzas porque sabe que eso le quitara toda la poca resistencia que le queda, y si quiere ayudar en algo a Abraham lo mínimo que puede hacer es seguir corriendo, porque sus vidas dependen de eso. - Princesa, espere un poco, creo que podemos descansar aquí – el mayor logra tomarla de un brazo para detenerla, pero al hacerlo debe atajarla con rapidez, porque se desploma en el acto. - De-debemos ir con Fred ¿por qué huimos? Dejamos a Benjamín – murmura con la voz rota y ronca, causando un apretón en el pecho de su acompañante. - Creo que esto no fue una simple invasión – turbada por los acontecimientos, levanta sus ojos para enfrentarlos con los oscuros, que se encuentran opacos por la mar de sentimientos negativos que enfrenta – No es posible llegar al castillo sin causar ni una alarma, a menos que alguien los haya introducido, alguien ha cometido traición princesa, es la única manera, ellos sabían dónde encontrarla y en qué momento a****r – y eso es lo único que faltaba para que la princesa rompa en llanto. Cubre su cara para frenar sus sollozos siendo consiente que son perseguidos, pero no es suficiente, no hasta que un cuerpo enorme la arrulla entre sus brazos y siente como un par de besos son depositados en su cabeza. - Es mi culpa, murieron por mi culpa – empieza a murmurar tan llena de dolor y miedo que hace aumentar la molestia en su protector. - No lo es, no se de quien es la culpa aun, pero lo descubriré y me vengaré en nombre de ellos, de la nación que traicionó y de ti, porque nadie que intente hacerte daño va a continuar con vida, no lo permitiré – con delicadeza, toma la cara de su princesa y levanta su barbilla para comenzar a limpiar sus lágrimas – No llegarán a ti – murmura con firmeza, permitiéndose perderse en los ojos de la mujer que ama, maravillándose como siempre de sus preciosos ojos con una asombrosa heterocromia completa. - No, por favor no puedo perderte a ti también – se aferra a los brazos que la sostienen, haciendo que el pecho del contrario se apriete aún más, si eso es posible. Nunca, en los doce años que llevan juntos, había visto una expresión tan llena de temor. - Nunca me perderás – sin poder responderle, la princesa y su guardián voltean con rapidez hacia el sonido de varias pisadas que se dirigen hacia ellos. - ¡Están por acá! – y no hace falta más para que empezaran a correr nuevamente, o esa era la idea hasta que logran acorralarlos – Heiz, todos te temen, pero estoy seguro que eres solo tamaño, danos a la princesa y podrás huir – con delicadeza, pero rapidez, el mencionado toma de la cintura a su amada y la pone detrás suya, asegurándose que no están rodeados todavía y que los únicos contrincantes se encuentras al frente. - Quédese detrás de mí, princesa, acabaré rápido – sin perder más tiempo, empuña su gran espada y de limpios movimientos veloces logra acabar con dos de los cinco hombres que lo seguían – Piérdanse. - Eres mucho hablar – con molestia, el que parece el líder chasquea la lengua y se lanza al capitán, pero peca por presuntuoso y es derrotado después de un par de choques de espada. Al hombre se le olvido que Abraham Heiz no es solo un soldado, sino que entro a la élite con doce y en capitán a los dieciocho. Su historial precede su talento y fortaleza. Sin esperar a más, y después de cortar a los cinco con profundidad para asegurar que no van a seguirlos, vuelve a tomar la mano de la princesa y corre con ella. - ¿A dónde iremos? – un poco más calmada sabiendo que guardan una gran distancia con los perseguidores, pero con la respiración agitada por la carrera; pregunta Angelica, queriendo llegar a un lugar pacifico para poder llorar sus pérdidas y enfriar su cabeza. Cuanto antes se desahogue, antes podrá empezar a pensar con razonamiento y sabrá cuál será el próximo paso que deberá dar para lograr saber que está pasando detrás de todo esto. - Iremos a la casa de mi familia. - Es peligroso, ahí nos buscaran – se asusta de solo pensar que por su causa podrían morir más personas. - Solo hasta mañana, vamos a descansar un poco y veremos a donde ir después – y las dos horas siguientes en donde alternan la velocidad de sus pasos pasan sumidos en silencio, solo siendo capaces de escuchar el sonido de sus pasos y sentir el calor de sus manos. *** - Princesa, coma algo por favor – con timidez, la mujer mayor se acerca a la hermosa joven que se encuentra sentada con la mirada perdida en la ventana, dejando que las lágrimas bajen con rapidez, pero sin permitirse soltar ni un solo sonido. - Dígame Angelica por favor – murmura limpiándose las lágrimas y con una pequeña sonrisa triste la invita a sentarse a su lado, invitación que es aceptada con timidez – No tengo hambre, pero muchas gracias por su hospitalidad. - Debe comer algo, Abraham me comentó que mañana saldrán de viaje, lo mejor es que se alimente bien, quien sabe lo que le depare su futuro – sin poder evitarlo, la princesa suelta un pequeño sollozo cubriendo su rostro. El solo recordar lo que está pasando la desmorona un poco más. Pensar en que sus dos mejores amigos murieron porque la buscaban a ella. La mujer, conmovida por ver como la hermosa joven que vio crecer tan fuerte, se encuentra tan débil, la toma entre sus brazos y la arrulla, peinando con delicadeza su cabello y dejando pequeños besos en su cabeza, tal y como lo hacía con sus hijos cuando lloraban por alguna pesadilla o dolencia. - Todo estará bien, lograrán saber que está pasando, mi niño es muy fuerte, te protegerá – sintiendo una calidez maternal que no recuerda haber sentido nunca, la princesa se aferra al cuerpo de la mujer y llora toda la tristeza y la ira que la consume por haber perdido a dos grandes amigos solo por la ambición de un hombre. Es terrible que inocentes mueran solo porque alguien quiera ganar poder. - ¿Y qué pasa si no puede protegerme? ¿y si él sale herido por hacerlo? ¿Cómo podría defenderlo? Yo no puedo perder a Abraham, si él me deja entonces yo-yo no podré – deja salir sus temores sin poder dejar de temblar, llena de frustración, pero más calmada gracias a ese cariño que la madre de su protector le ha mostrado desde la primera vez que visitó su hogar. - Mi bebé no saldrá herido porque es el más fuerte, y si eso pasa, él tiene a una maravillosa mujer que es capaz de cuidar de él y curar cualquier herida – al recordar sus capacidades, la joven levanta la cabeza para ver a la contraria, quien le brinda una sonrisa calmada – Recuerda todo lo que has estudiado, ten presente tus conocimientos ¿Qué te ha dicho el señor Pevencie? - Dijo que tengo tanta habilidad como él – murmura bajo recordando las palabras del doctor del castillo, quien la ayuda con sus conocimientos de medicina y le ha enseñado cosas que no son suficiente con leerlas. - ¿Ves? Mi hijo tendrá la mejor doctora para curar sus heridas – casi convencida, pero sin querer dejar de ver todo lo que podría salir mal, la princesa niega con la cabeza. - Pero no es cierto, solo se curar heridas pequeñas, no sabría qué hacer si le hacen mucho daño, podría entrar en pánico y no saber qué hacer – sus labios vuelven a temblar de solo imaginar la escena, pero vuelve a cortarse cuando la mayor toma su rostro y hace que sus bicolores se enfoquen en esos preciosos ojos tan oscuros e iguales a los de su amado. - Cariño, claro que podrás, eres una mujer muy fuerte y capaz, confío en que cuidaras de mi hijo y lo hago porque sé que no lo dejarás morir – las palabras parecen ser absorbidas con lentitud, pero claramente en la cabeza de la menor, dejándole la sensatez que necesitaba para recuperarse de su pequeña depresión. Si esa mujer le confiaba el cuidado de su hijo es porque conocía sus capacidades, no puede defraudarla solo por sentirse insegura, no cuando nunca lo había sido, ella es una mujer inteligente y hábil, de aprendizaje rápido y que sabe adaptarse con rapidez. Ahora que tiene que enfrentar al mundo exterior necesita de sus habilidades más que nunca, no puede permitirse ser débil, no en este momento. - Cuidaré de Abraham – sonríe levemente, aliviando a la mujer y haciendo que vuelva a abrazarla. - Así es mi niña, y él también te protegerá, eso es lo que han hecho desde pequeños, cuidarse el uno al otro – y sin decir más nada, la menor se deja sostener por la única figura materna que ha conocido, permitiéndose aliviarse el dolor, sin ser consciente que toda la escena fue vista por tres hombres de diferentes edades, pero bastantes parecidos. El mayor, aliviado por ver como su princesa se encuentra mejor, se aleja de la habitación y se sienta, permitiéndose descansar porque va a pasar mucho tiempo para que pueda permitirse volver a bajar la guardia. - Bueno hermanito, a parecer tu mujer te va a proteger, no temas – uno de los gemelos se acerca para burlarse, recibiendo un codazo de su hermano menor. - No lo molestes, la princesa está preocupada, quizás deberíamos acompañarlos – ambos se sientan al frente de su hermano mayor y lo ven con fijeza, pero con diferentes expresiones, Tomas, el mayor, con algo de burla, pero decidido a seguirlo, mientras que Hazel, el menor, parece estar calculando algo incomprensible. - No. - ¡Oh por favor! – exclaman al mismo tiempo, listos para discutir, pero se callan al ver la expresión de su hermano mayor, a quien respetan muchísimo no solo por lo fuerte que es, sino porque es gracias a él, ellos que tienen un techo y comida en la mesa, si no fuera por Abraham, ellos probablemente hubieran tenido que hacer cosas malas para sobrevivir. - Vendrán a buscarme, dirán que no he pasado por aquí y deberán dejar de molestarlos, pero si no es así, tienen que cuidar de mamá ¿entendido? – rendidos, ambos asienten, sabiendo que no importa que tan descabellada sea la idea de su hermano, siempre tienen sentido y hay que seguirlas, es lo mínimo que pueden hacer por quien les dio todo, obedecer y ayudar.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD