- Princesa – se acerca el mayor reprimiendo el deseo de querer tomarla entre sus brazos y besarla como siempre ha querido.
- Buen día Abraham – la princesa acompaña el saludo con un asentimiento y su sonrisa habitualmente amable, sin embargo, aquellos que la conocen, podrían reconocer el brillo en los ojos cada que se consigue con su guardia. Tal y como le pasa a él.
- Pensé que estaría en clases – ambas mujeres, la princesa y su dama, sueltan una pequeña risa que hace que el capitán enarque una ceja. Sabe perfectamente que se habrán escapado, tendía hacerlo desde que le empezaron a aburrir las clases sobre temas que manejaba con destreza pero que su institutriz insistía que debía “pulir”
La verdadera pregunta era por qué había ido precisamente al campo de entrenamiento y no a la biblioteca, lugar al que le encantaba ir. Angelica es amante de la sabiduría, siempre había un tema nuevo e interesante por aprender, especialmente en relación a la medicina. La mujer a cargo de ella solo se enfoca en que aprenda modales, cultura, política y economía, algo que le molestaba a la princesa y hacia que esta pequeña rebeldía que se creía extinta cuando creció renaciera. La futura reina adora esos temas y está preparada para ser la mejor gobernante posible, pero eso no era lo único importante en el mundo, a ella también le gusta el cuerpo humano y curarlos cuando estos padecen alguna herida o enfermedad.
Angelica amaba a la humanidad y quería hacer todo lo posible para que este bien, y eso no solo significa gobernar con sabiduría, sino saber curar un cuerpo cuando estos necesiten ayuda.
- Quería ver a los nuevos guardias, escuché a Fred decir que esta generación ha sido la mejor en años – por supuesto es solo una pequeña mentira que se permitió decir, pero como siempre, ha sido tan fácil de descubrir que ambos acompañantes han podido leerla a la perfección. La princesa podría decirse que es buena para todo menos para mentir o lanzar un golpe. Aunque Abraham se hará cargo que esto último no tenga que hacerlo nunca.
- ¿Segura? Porque entonces me temo decirle que el general le ha mentido – con una ligera sonrisa ladeada se acerca un poco más a las damas, consiguiendo que la princesa se sonroje y voltee hacia otro lado y que su gran amiga se ría cubriendo su boca. Sofía se caracteriza por una risa ruidosa, otra cosa que provoca miradas reprobatorias de los altos cargos, pero sonrisas y carcajadas de la princesa.
- ¿Son muy malos? – La joven recompone su compostura cuando nota a la sirvienta de su institutriz y vuelve la vista a su guardia personal, quien parece leerla a la perfección, por lo que de igual modo vuelve a borrar cualquier expresión de su semblante y disimuladamente se aleja un poco más de su princesa.
- Me temo que sí, el mejor sabe pelear bien y podría darle pelea a algunos de mis hombres con la espada, pero el chico no puede lanzar una flecha ni a dos metros – la princesa debe reprimir cualquier gesto y asiente manteniendo su pequeña sonrisa, aquella que parece no abandonarla nunca y la hace parecer una muñeca de porcelana.
- Pero si puede mantener una pelea con uno de los tuyos no está mal, no todos van a ser centinelas.
- Con todo respeto, señorita, todos mis hombres tienen que ser capaz de dominar toda clase de armas, si el chico me derrota, pero no puede sostener un arco, seguirá siendo un inútil – Angelica no puede soportarlo y sonríe en grande por sus palabras. Tiene muchas ganas de reírse por eso, Abraham le recuerda a su tío Freddie, igual de exigentes.
Quizás su parecido se deba a que fue personalmente Fred quien lo entrenó desde que era un niño hasta que logró vencerlo tanto en un combate cuerpo a cuerpo y un duelo de espadas. Claro, lo primero que tuvo que hacer fue lanzar flechas desde grandes distancias y que todas dieran al blanco.
- Estas siendo muy duro con los chicos, comenzaron hace poco – su protector, embelesado por la brillante sonrisa, deja de lado todas las posibilidades que sean vistos por los altos mandos y vuelve a acercarse a la joven, frenando con todas sus fuerzas tomar su mano.
- Ellos llevan años entrenando para estar aquí, si quieren ser parte de la élite tienen que demostrar que merecen mi tiempo y esfuerzo, sino, podrían solo irse a cuidar las calles y no j***r mi paciencia – a la princesa solo le queda morder el interior de su mejilla para no reír, Abraham es probablemente la única persona que hablaría con ella sin importarle nada los modales. Aunque si le hable de usted, no frena las palabras malsonantes, si quiere decirlas va a decirlas.
- Hablas como Fred – su protector, conociéndola mejor que nadie y sabiendo que quiere reír, asiente con una sonrisa pequeña, casi invisible para los demás.
- Fue mi mentor, supongo que se me quedaron un par de cosas – asiente, pero antes de poder responder, su dama de compañía se acerca a susurrarle al oído, haciendo que el gesto de la princesa vuelva a ser la sonrisa cordial de siempre. Claro que el brillo se mantiene, siempre lo hace en presencia de Abraham.
Al minuto de ese cambio, un hombre castaño de ojos tan claros como el cielo se acerca junto con un par de hombres casi tan grandes como Abraham y con mala cara. Ellos no parecen guardias, inspiran más al bajo mundo, como si fuesen sicarios contratados en su lugar.
- Prima, estas cada día más hermosa – la joven, cordialmente, levanta la mano esperando que deposite un beso en su dorso y evite acercarse más a ella. Ese hombre logra ponerla nerviosa.
- Reginald, un gusto verte por aquí – su dama, sabiendo que si llama su atención recibirá una humillación, se queda detrás de su princesa, mientras que, por otro lado, su fiel protector, se adelanta un paso más, listo para cargarse a los tres y huir con su mujer. O a quien desea hacer su mujer.
- Sí, mi padre tenía una reunión y me uní al plan, quería celebrar tu cumpleaños contigo desde temprano – se acerca otro paso a la joven, pero se detiene abruptamente cuando se consigue la mira oscura de Abraham, quien más de una vez ha demostrado que no teme golpearlo –Ah, perro guardián, veo que estas en medio de tus labores ¿qué te parece si te alejas un poco y me dejas hablar con tu dueña? Te ganaste un descanso – el hombre ni siquiera se inmuta, solo se limita a apretar la mandíbula con fuera, resultando intimidante para los tres hombres y tremendamente atractivo para la princesa, quien se ahorra la mueca de disgusto por aquel insulta.
No hay nada que Angelica deteste más que aquellos que buscan humillar e insultar a sus personas apreciadas.
- Abraham no puede alejarse de mí, es parte de sus labores, pero no te preocupes primo, puedes hablar con confianza, él no dirá nada de lo que escuche – con delicadeza, la princesa se acerca a su familiar y deposita una de sus manos en su hombro para apretarlo con firmeza – Y te agradecería que respetaras a mis trabajadores, sería deplorable hacerme disgustar en vísperas de mi cumpleaños – y sin decir más se marcha con tranquilidad, siendo seguida por su dama y su protector, quien abandona el entrenamiento sin pensarlo dos veces.
La prioridad siempre será proteger a su princesa, dejar el campo a la mitad del entrenamiento no le traerá consecuencia debido a eso, y por nada del mundo sería capaz de dejarla sola sabiendo que ese farsante está en el castillo.
- Señor, descuide, yo cuidaré a la princesa, además que el castillo es el lugar en donde estará más a salvo, vaya a terminar su labor – Sofía murmura cuando se cerciora que mantiene una distancia prudencial del primo de su majestad. Sería un error ser escuchada por ese hombre, se ganaría una humillación de su parte, ese hombre es una pesadilla para la servidumbre.
- Benjamín podrá con ellos, tranquila Sofía, solo soy otro humilde vasallo – le responde con delicadeza sabiendo que la pequeña mujer de su edad se intimida con su tamaño, aun cuando han trabajado juntos al lado de la princesa durante tantos años.
- Usted es el capitán del cuerpo de élite, no es solo un vasallo – la princesa cubre sus labios con delicadeza para no reír de la voz temblorosa de su dama. Le hace gracia como actúa como cuando llegó la primera vez, con sus ojos asustados viendo a ese hombre tan grande y con ese gesto tan fuerte que parece tener siempre en su atractivo rostro.
- Soy un pobre hombre que fue bendecido con la generosidad de la princesa y del rey – asegurándose que nadie los sigue, la princesa llega a sus habitaciones, entrando seguida de ellos para finalmente girarse y reírse con la misma delicadeza que parece acompañarla desde su nacimiento.
- Sofía, tranquiliza tus nervios, no va a pasar nada porque hables casual con Abraham ni porque él haya dejado sus labores – al escuchar su risa, el de ojos oscuros no puede evitar sonreír con la misma calidez que aborda su pecho, sin embargo, no deja que eso lo ciegue, se acerca a la ventana para vigilar el perímetro. Que Reginald se encuentre en el castillo junto a su hijo lo pone en cierto grado nervioso. No confía ni un poco en ese par.
- Pero es que no pude evitarlo, discúlpeme, solo me puse nerviosa por ver a su primo – la princesa ya no frena una bonita mueca de disgusto y sentándose deja salir un suspiro.
- A mí también me pone de nervios, no quería que vinieran a mi cumpleaños, pero no podría decirle eso a mi padre, adora al tío Reginald – con rapidez, su dama se acerca para peinar el cabello de su princesa, haciendo que esta le sonría con delicadeza. Adora como Sofía a peina, la hace relajar.
- Son su familia, además, su cumpleaños será mañana, si tenemos suerte, se vayan en la tarde.
- Se irán después, por lo que veo, trajeron bastante equipaje, quizás para un par de días más – el ceño del más alto se frunce con fuerza al ver la cantidad de guardias del hermano del rey que se despliegan por la parte trasera del castillo. Tiene un mal presentimiento sobre esto, deberá hablar con Fred, lo difícil será hacerlo sin separarse de su adorada princesa.
- Demonios – masculla Sofia, pero con rapidez se cubre la boca y voltea hacia los lados esperando que aparezca la señora América, la estricta institutriz que aparece de la nada.
- Oh – Angelica, sintiéndose cómoda en presencia de ellos dos y sabiendo que están solos en la habitación, suelta una carcajada – América no saldrá de las pareces Sofi, tomémonos un descanso ¿sí? Siéntate conmigo y hablemos – con una gran sonrisa toma las manos de su amiga y la hace sentar a su lado para ahora empezar ella a jugar con el cabello de la mayor. Adora cuando puede compartir tiempo con personas que no la tratan como un ser superior, porque nunca se ha sentido como tal, solo es una persona.
- ¿De qué quieres hablar? – contenta, se gira y e deja mimar un poco. Al principio, cuando comenzó a trabajar al castillo, temía que la princesa fuese una niña mimada e insoportable, pero siente que ganó la lotería al conocer a Angelica, quien la trata como a una amiga y no como a una sirvienta.
- De tu enamoramiento por Benjamín y porque estabas molesta con él – alarmada, Sofía se pone de pie mientras que al mismo tiempo adquiere el color de los tomates, sintiéndose abochornada no solo por verse descubierta, sino que también haya sido delatada en frente de un amigo cercano al mencionado.
Por otro lado, tanto la princesa como su fiel protector muerden sus labios para evitar reírse de su amiga, quien junto al segundo al mando de la élite significan muchísimo en la vida de ellos dos, los únicos que no pertenecen a la realeza y aun así tratan como uno más y no con temor.