CAPÍTULO 20
“Te amo, Melanie Bell.”
Resuena en mis alrededores con un eco vibrante en mi ser incrédulo. Es casi como si estuviese viviendo mi cuento de hadas personal, definitivamente no quiero salir de la burbuja en la que me encuentro sumergida de fondo hasta lo más hondo.
Estar viviendo esto es como haber entrado en uno de los dramáticos culebrones que mi mamá solía ver religiosamente luego de la hora del almuerzo y al final de la noche, posterior a la cena, agrego que fueron estos los que me introdujeron al amor creando a una secreta romántica empedernida en peligro de extinción, faceta que pocos conocen debido a que me refugio en mi máscara supuestamente inquebrantable de “Yo no nací para amar” convirtiéndome en ojo de todos la futura típica tía solterona, y a mucha honra.
El
