CAPÍTULO 10 Dejo fluir mi sensiblería que quema a flor de piel dejando ir mis lágrimas, llorando como una magdalena. Dividida entre la felicidad y el dolor de un corazón roto, lo único que puedo hacer es esto. Presenciar algo tan hermoso me ha tocado, no voy a negarlo. Nadie puede juzgarme, todos lo hacemos en silencio. Hasta mi tía la solterona de duro caparazón de acero, con la que soy constantemente comparada por mi madre que me ve reflejada en un futuro como ella se sopla los mocos con un pañuelito con los ojos rojos de tanto llorar. Sí, ya lo sé tía, a mí también me han puesto así, espere que llegue al departamento, voy a hacer una laguna y nadaré en ella. Los nuevos esposos salen dichosos, llenos de una inmensa felicidad digna de apreciar, las fotos llegan y lo demás son risas col