Catherine Spellman
Recibo los labios de Hades en mi cuello estremeciéndome debajo de él mientras sus embestidas son salvajes e intensas, me aferro a su cuerpo no queriendo alejarme, permanezco en alerta y que la lujuria infernal en mí no me lleve de vuelta al reino mortal. Separo mis labios dejando salir un gemido agudizado cuando él chupa levemente el área, se aleja un poco para observar mi rostro que está caliente.
─Estás un poco tensa ─menciona y arrugo el cejo.
─¿Lo estoy?
─Sí, ¿a qué le tienes miedo? ─Indaga sin más.
─Asael, estás dentro de mí, no es momento para hablar de esas cosas ─murmuro avergonzada puesto que, no pienso decirle que le tengo miedo a las abuelitas con bolsos grandes porque hace años una me golpeó al intentar ayudarle a cruzar la calle.
Él acaricia mi cabello apartándolo de mis mejillas.
─No hablo de ese tipo de miedo ─dice y abro los ojos.
─Deja de analizarme o hacer lo que haces con tu magia del inframundo ─chillo, esboza una sonrisa por mi queja.
─Contigo no suelo usarlos.
─Gracias ─suspiro y giro mi rostro por la vergüenza en mis mejillas─. No quiero sentir mucha lujuria y volver tan pronto a la tierra mortal ─digo entre dientes.
─No dejaré que te vayas tan pronto, Perséfone…por lo menos, no sin mí ─manifiesta llamando mi atención y observo sus luceros color miel que brillan hermosos. Muerdo mi labio asintiendo y él vuelve a embestirme golpeando sus caderas contra mí, me relajo entregándome por completo a la lujuria que estalla vehemente desde mi interior para gemir de forma descontrolada.
**
Pestañeo encontrándome con el rostro adormitado de Hades «Dormido parece un ángel» acerco mi mano para acariciar su cabello oscuro y cuando se mueve, la alejo no queriendo despertarle, de hecho, no sabía que los demonios dormían…hay muchas cosas que no sé.
Me levanto de la cama colocándome cubriendo mi desnudez con una camiseta de él y camino hacia el gran ventanal que da al inframundo. Es el caos y la destrucción en su punto, lleno de sufrimiento perpetuo y…justicia divina. Vislumbro el enorme árbol ahora brillando en medio del lugar de muerte, rodeado de demonios y seres extraños. Dejo salir un suspiro posando mi mano sobre el vidrio y siento una corriente que me hace dar un paso atrás.
Arrugo mi cejo sin entender lo que ocurrió y escucho un quejido de Hades a mi espalda.
─¿Aún con hambre? ─Pregunta apenas despierta, esbozo una sonrisa llevando mi mano a la espalda y asiento para caminar hacia la cama y hurgar las bolsas de comida que trajo para mí.
Él me ve devorar las hamburguesas y los pastelillos, le ofrezco, pero decide solo verme. Trago un último mordisco y bebo del agua.
─No nos conocemos lo suficiente ─digo llamando su atención.
─¿Qué quieres saber de mí? Soy un libro abierto, más si quieres saber sobre sexo, puesto que soy el Dios de la lujuria ─acota recostándose y dobla sus brazos detrás de su nuca en una pose relajada mostrándome su abdomen marcado y sus infinitos tatuajes. Encojo mis hombros sin saber qué preguntarle.
─¿No comes comida de la tierra mortal?
─Lo he hecho, pero, no es necesario que lo haga para alimentarme ─responde y arrugo mi cejo─. Comí la bellota del tártaro para volverme rey del inframundo y ahora mi dieta es basada en almas ─explica dejándome anonadada.
─¿Saben…bien? ─Indago y él sonríe─. Mejor no respondas ─añado.
─No sabía que tenías curiosidad sobre mí.
─Eres un ser de otro mundo ¿Porqué no la tendría?
─Eso mismo digo de ti ─menciona y suspiro.
─Mi vida es aburrida, ni siquiera he podido cumplir mi sueño de una floristería, un poco irónico porque ahora pareciera que salieran flores de mis dedos ─Me burlo.
─¿Aburrida? Te recuerdo que tienes al hijo de Lucifer como tu esclavo ─dice haciéndome reír─. Y convertiste a una ninfa en planta ─añade y miro detrás de mí a quien se supone sería Minte.
─Tiene un lindo florero ─menciono dejando salir un suspiro─. ¿Qué te puedo decir que ya no sepas?
─A ver…¿Qué te gusta hacer? ─Indaga.
─Leer ─respondo─. Todo sobre jardinería, flores y las especies, me gustan las flores gracias a mi abuelo que practicaba herbología y ahora que lo recuerdo; mi padre decía que a él le encantaba todo lo referente a los hechizos con plantas no sé si eso exista o estaba loco. En este momento es muy extraño porque han comenzado a aparecer sin más ─digo encogiendo mis hombros para darle otro mordisco a mi segunda hamburguesa.
Él aprieta su entrecejo y parece pensativo ante lo que digo.
─Sé que es tonto, pero…
─Creo que debemos de ir a ver a las Moiras ─suelta de repente quedándome a medio comer.
**
Hades comienza a actuar extraño por lo que dije ¿Realmente no le gustas las flores? ¿Es por eso? Él me lleva en sus brazos hacia un lugar lúgubre y oscuro rodeado de neblina y aullidos de lamentos. Un escalofrío me recorre la columna vertebral y camino a su lado sujetando su mano, provocándome una sensación térmica muy agradable, hasta termino sonriendo como tonta.
Aclaro mi garganta «No te puedes enamorar de lo más parecido a un demonio, deja de ser tan enamoradiza, recuerda lo que ocurrió con Kevin» mi subconsciente me recrimina y dejo salir un suspiro puesto que no puedo evitar sentirme diferente con Hades.
─Y…¿Qué son las Moiras? ─Pregunto mientras caminamos hacia abajo por una escalera que parece infinita.
─Son las personificaciones del destino de todo ser ni los Dioses se libran de que ellas corten el hilo de vida de sus amadas mortales, además saben mucho sobre el reino mortal ─menciona y comienzo a tener un poco de miedo─. No te ocurrirá nada a mi lado, además, son inofensivas mientras no estiren tu hilo y tengan las tijeras en sus manos ─dice en un tono más relajado adivinando mi sentimiento.
─Qué alivio ─digo con sarcasmo y él se ríe.
Me sujeta de la cintura bajándome del último escalón con delicadeza y se encienden unas velas de la nada mostrándonos estantes enormes como rascacielos en filas llenas de…libros. Caminamos entre unos de ellos y no dejo de mirar con asombro el lugar tan peculiar puesto que todo parece salido de un cuento mágico, obviando el hecho de que he estado follando con el futuro rey del inframundo.
─¡¿Quién se atreve a interrumpir?! ─Exclama de repente una mujer que aparece con lentes, melena de color rojizo y un atuendo muy llamativo─. Oh, eres tú, Hades ¿A qué vienes? No negociaré nada contigo y te pediré que dejes de distraer a Caronte para que no les coloque el penique a los muertos, no estamos llenando de papeleo por tu jugarreta ─Le regaña como si él no le doblara en tamaño.
─Tienes que admitir que es divertido verle desesperado ─menciona Hades rascándose la nuca y ella le fulmina con la mirada para pasar a verme, se detiene de golpe visualizándome a detalle.
─¿Ella es…?
─Mi prometida; Perséfone ─Él acota y le saludo con una sonrisa, sus ojos se entornan en mí─. Es una ninfa del reino mortal y Perséfone, te presento a Clotis, es una de las tres Moiras ─comenta.
─Es un placer ─digo con mi sonrisa.
─¿Tu padre la aceptó?
─Sí.
─Se nota que está desesperado con que reines ─murmura ella y no sé si sentirme ofendida─. ¿A qué viniste? ─Insiste caminando y le seguimos.
─Sé que ustedes tienen información de todos los seres mágicos y mortales…
─Ve al punto, Hades ─exige indagando en uno de los estantes y hace flotar un libro hasta su mano.
─Necesito saber si un mortal tiene relación con la magia del caos ─dice y ella cierra el libro de golpe sobresaltándome para mirar a Hades con asombro.
─Un mortal no puede manejar la magia del caos.
─¿Puedo descartarlo? Tienen el poder la fuente de Atenea ─Pregunta insistente.
─Cuando seas rey, lo pagarás muy caro ─dice aceptando─. Síganme ─añade y eso hacemos introduciéndonos más a fondo del lugar.
Llegamos hasta una fuente brillante en medio de lo que parece ser un salón con diferentes puertas, ella se acerca a la fuente y cierra los ojos manipulando el agua destellante.
─El nombre ─pide luego de decir unas palabras en un idioma que desconozco.
─Catherine Spellman ─menciona él y abro mis ojos de golpe.
─Hades… ─murmuro.
─Aquí puede estar la respuesta a lo que sucede en el inframundo y contigo, tengo que evitar que estés de alguna manera en peligro ─menciona sosteniendo mi mano mientras mis latidos golpean con fuerza.
Comienza un viento intenso rodeándonos y la luz del agua brilla más fuerte.
─No, no puede ser… ─gruñe Clotis─. ¡¿Qué has hecho, Hades?! ─Exclama asustándome, él sujeta con más fuerza mi mano─. ¡Tú! ─Me señala con sus ojos blanquecinos.
─¿Yo? ─Pregunto nerviosa «No me gusta esto»
─Serás la ruina del inframundo o la salvación, estás marcada con la magia del caos, tus antepasados te maldijeron y al permanecer en el inframundo tu magia se alimenta causando caos y alterando la normalidad de la tierra muerta…no puedes, estar aquí ¡No perteneces a este lugar! ─Grita y Hades se interpone al frente de mí evitando que me haga daño.
Clotis cierra los ojos y se tambalea, la brisa se disipa y el brillo de la fuente se detiene.
─Hades, es una mortal, ella es…Catherine Spellman ─murmura ahora con su anterior mirada.
─Es mi futura esposa ─recalca imponente Hades.
─No, no puedes ─Niega con la cabeza─. Puede destruir el inframundo y esto también alteraría al reino mortal. Tiene que haber un balance o sería el fin de todo ─manifiesta y trago con dificultad.
─Me iré ─digo sin pensarlo, no arriesgaré la vida de Hades nada por un capricho. Él me mira sorprendido.
─No, Perséfone…
─Se tiene que ir, la llevaré de vuelta al reino mortal ─Se ofrece Clotis.
─No lo permitiré ─gruñe Asael─. Ella reclamó mi vela ─acota sujetando mi rostro y el nudo es doloroso en mi garganta. Noto cómo sus manos se van tornando de un color muy oscuro con grietas brillantes como la lava.
─Una mortal no puede reclamar tu vela de nacimiento ─dice Clotis─. Lo siento, Hades ─añade y él me abraza con fuerza dispersando sus alas.
─¡No! ─Gruñe furioso y mis ojos se escuecen.
─¡Hades! ─Exclamo de repente cuando no siento mi cuerpo y los ojos ahora oscurecidos de Asael me miran. Él con desespero intenta sostenerme, pero, sus manos me traspasan y de repente, todo se vuelve oscuro para mí…
**Reino Mortal**
─Señorita, señorita ─Escucho una voz al fondo y abro los ojos con sobresalto tomando una bocanada de aire─. Tranquila, se ha quedado dormida ─acota lo que parece ser una señora.
─¿Dónde…estoy? ─Murmuro.
─En la biblioteca central ─dice con una sonrisa.
─¿Biblioteca? ¿Estoy en la tierra? ─Ella pestañea confundida.
─¿Está usando drogas, señorita? ─Pregunta y niega con la cabeza para irse─. La juventud de hoy en día no sabe usar las de buena calidad, en mis tiempos todo era mejor ─murmura yéndose. Sujeto mi cabeza por un dolor y visualizo una pluma azabache que sostengo en mi mano.
─Hades… ─digo para mí y reacciono levantándome de la silla para irme al apartamento, tengo que buscar la vela e intentar contactarme con él.
Camino unas cuantas cuadras puesto que mi apartamento queda muy cerca y al llegar, abro la puerta encontrándome con Leti sentada en el sillón y sosteniendo la vela azabache de Hades.
─¿Qué tal tus vacaciones con el hombre más ardiente del inframundo y de polla gigante? ─Inquiere.
─Leti, puedo explicarte, pero, tienes que tener la mente abierta para lo que te diré.
─Escuché muchas cosas del idiota de Kevin, créeme, necesito que me digas toda la verdad porque no quiero perder a mi mejor amiga que de por sí desconozco. No sé dónde estás, desapareces sin más y no me dices nada ─dice levantándose del sillón y colocando la vela en la mesa de café─. Todo comenzó con esto y me dirás qué sucedió desde un principio así duremos toda la noche aquí, quiero entenderte, Cat, porque te amo y no quiero que termines en un ataúd por feminicidio o en un psiquiátrico ─añade conmocionada.
─¿Confías en mí? ─Pregunto.
─Casi quedo calva en uno de tus inventos de ser estilista, ¿crees que eso no es suficiente para confiar en ti?
─Una calva no te queda mal, tienes un rostro simétrico y…
─Catherine Spellman ─asevera y dejo salir un suspiro.
─Bien, toma asiento ─invito porque quizás tener una aliada en esto me ayude a resolver mis problemas con el inframundo y con problemas, me refiero al sexy Dios de la lujuria; Asael Morningstar.