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Lujuria Infernal

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Quién diría que el amor viene del infierno...

Catherine Spellman; es la mujer que tenía todo lo que podría soñar, hasta que no fue así...

Dicen que no hay nada más peligroso que una mujer con un corazón roto y a Catherine se lo rompieron en mil pedazos, solo que, ella no decidió superarlo de buena manera, al contrario; en medio de muchas copas de su coctel favorito y despecho, una anciana le dará la oportunidad de que ella escoja al amor de su vida con un simple ritual mágico. Lo que ella no se esperaba era que apareciera en su vida el hombre más infernal que ha existido; rostro de ángel caído, ojos de demonio, personalidad de diablo y con un encanto por el pecado capital de la lujuria.

Su vida se convertirá en la fantasía más lasciva que nunca imaginó mientras lidia con el mismísimo hijo del diablo.

¿Qué sucederá cuando ella se encuentre con la lujuria infernal? ¿Él será el amor que manifestó en su ritual?

Su vida se convertirá en la fantasía más lasciva que nunca imaginó mientras lidia con el mismísimo hijo de Lucifer.

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| Novia Maldita |
El día que más esperaba ha llegado; me casaré con el amor de mi vida. Mi corazón late con fuerza golpeando mi esternón y el nudo se me forma en la garganta por los nervios. Veo mi vestido largo y blanco, el cual me costó muchos de mis ahorros. Muerdo mi labio porque sé que lo vale, Kevin prometió que me lo devolvería a penas cobre el dinero de una herencia familiar. Suelto un resoplido girándome para mirar a mi mejor amiga, Leti; una rubia hermosa con ojos azules, quien se roba los suspiros de todos si no es que de mi prometido igual. Soy todo lo contrario a ella, si podríamos ser animales ella sería un Golden retriever y yo un gato n***o que lleva la mala suerte, mis ojos son cafés y mi cabello es de un espeso oscuro, desde pequeña siempre tuve el mismo aspecto; flequillo simple, piel pálida sin gracia y pecas en la nariz. Leti se levanta acercándose a mí mientras sostiene mis hombros. ─¿Segura de que quieres casarte? Sabemos que Kev es un buen partido, pero has tenido muchos…fiascos con los hombres que has elegido, estás a tiempo de… ─Quiero hacerlo, ya me imagino viviendo en nuestra casa, compartiendo nuestras vidas y envejeciendo. Kevin no es como los demás, los otros me querían solo para sexo, él es…diferente ─interrumpo negándome a la idea de echarme para atrás. No luego de invitar a toda mi familia; nunca había visto a mi madre tan feliz que cuando le anuncié mi compromiso. Sé que Kevin es el indicado, estoy segura, si no, que me parta un rayo en este instante «El clima está muy raro, no deberías de jugar con el destino Catherine» Pienso alzando mi mirada, esperando a que un rayo truene. ─¿Qué te ocurre? No me digas que has visto una araña ─dice al verme pensativa. Suelto un suspiro al saber que hasta el cielo sabe que estoy tomando una excelente decisión. De repente…un rayo cae en el techo y se escuchan gritos a las afueras de la iglesia. ─Eso debe de ser una maldita señal ─chilla Leti. Niego con la cabeza tomando la falda de mi vestido para comenzar a salir y demostrarles a todos que he podido conseguir al hombre de mi vida, luego de unos casi cien…la verdad es que tengo un catálogo y de todas las profesiones, tamaños, religiones y colores. Creo que el más raro de todos ha sido un chico que hacía “satanismo” y hablaba mucho del diablo, obviamente no duró, le tuve que terminar por una llamada de casi diez segundos y él no lo tomó nada bien. Me maldijo… ─No me digas que estás pensando en la maldición que te echó ese rarito ─espeta y abro los ojos como platos─. Y no, no te he leído la mente. Conozco tus gestos y no eres muy buena ocultándolos. ─Él no me maldijo, solo, me insultó y se enojó mucho. Obvio todo es fantasía, esas cosas no existen. Dijo que nunca me podría enamorar, y de ser así, sería del mismísimo diablo ─resoplo riéndome para quitarle importancia─. Puras tonterías, y falló, porque estoy enamorada de Kevin ─recalco respingando mi mentón. ─¿Segura de eso? ─Insiste. ─Sí, ahora vámonos, me debe de estar esperando y pensando que le dejaré en el altar ─menciono, ella toma el ramo de rosas blancas y crisantemos. ─Espero que esa maldición haya caducado ─menciona a mi lado. ─¿Ahora crees en supersticiones y esas cosas? ─Pregunto entornando mis ojos en ella. Encojo mis hombros, le sonrío por lo tierna que se ve─. No seas tonta ─agrego haciendo ademán de salir, Leti me sostiene la mano deteniéndome, le miro con desconcierto pues su rostro parece preocupado. ─Has invertido tus ahorros en todo esto y ayer renunciaste a tu trabajo de asistente porque Kevin te lo pidió. Tengo miedo de su palabra, Catherine ─menciona sorprendiéndome porque veo su preocupación. Realmente comienzo a tener una corazonada, quizá sean los nervios o la emoción. ─También tengo miedo, pero confío en él ─digo esperando que eso le calme por el momento. Asiente con la cabeza dándome una sonrisa y procedemos a salir de una vez por todas del pequeño despacho de la iglesia de nuestra ciudad. Mi corazón galopea con más fuerza, comienzo a sudar frío y a transpirar, humedezco mis labios para vislumbrar las puertas de madera al frente de mí, listas para abrirse y darme el paso de encontrarme con Kevin en el altar. Leti le da la señal a la organizadora que hemos contratado. ─El novio no está en el altar ─anuncia llamando mi atención. Me alzo el velo para mirarle con mi cejo arrugado. ─¿Se retrasó por el tráfico? ─Pregunto inocentemente. La organizadora niega con la cabeza. ─No lo sabemos, no contesta las llamadas ─dice y mis latidos comienzan a ser dolorosos. Esbozo una sonrisa nerviosa. ─Debe de estar llegando, démosle unos minutos ─pido, ella asiente yéndose mientras habla por su auricular. ─Cat… ─No, él está por llegar ─intervengo sus prontas palabras. Mis manos comienzan a sudar y mis ojos a escocer. Estoy muy nerviosa, trago con dificultad clavando mis ojos de las puertas─. Sé que está por llegar, nunca me dejaría en el altar ─repito y mi voz se quiebra. No lo puedo evitar, comienzo a sentirme una estúpida con el pasar de los minutos. Leti acaricia mi espalda mirándome con pesar. La organizadora vuelve y niega con la cabeza. ─No hay señales del señor Kevin Villin, ¿desea que les informemos a los invitados? ─Propone dándolo por sentado. Me quito el velo de un arrebato y le entrego el ramillete a Leti. ─¿Qué piensas hacer? ─Pregunta mi mejor amiga. ─Yo… ─La marcha nupcial comienza y una sonrisa aparece en mis comisuras «Sabía que no me dejaría en el altar» pienso, empujando las puertas dobles de madera cobriza. La organizadora trata de detenerme, pero doy los primeros pasos mirando directamente al altar, donde se encuentra…vacío, no hay presencia de Kevin por ningún lado. Los invitados se levantan girándose a mi dirección y se siente como una maldita película de terror. ─¡Dije que no comenzaran, detengan la música! ─Exclama la organizadora, la música se detiene abruptamente aumentando mi vergüenza. Mi pecho sube y baja por mis respiraciones. «No está, no llegó» pienso una y otra vez. ─Cat, preciosa, es mejor que nos vayamos ─propone Leti sosteniendo mi brazo y lo sacudo caminando con pisotones al altar mientras mis ojos arden humedeciéndose por las lágrimas «Sé cómo se siente un corazón roto y pensé que era imposible que me lo volvieran a romper, hasta este momento» ─Hija… ─llama mi madre al verme, quien ha llegado de Nueva Orleans junto con mi padre y mis abuelos. Resoplo llegando al altar, el sacerdote se aparta desconcertado y girándome miro a los presentes. Paso saliva apretando mis manos de la falda de mi vestido con fuerza, una lágrima se desliza por mi mejilla. Veo a los padres de Kev que se miran desconcertados sin saber tampoco de su hijo imbécil quien se atrevió a quitarme todo mi dinero y a mentirme de esta manera tan asquerosa. ─Como deben de presentir…no habrá ninguna maldita boda ─manifiesto y todos los presentes sueltan murmureos, esbozo una sonrisa enloquecida─. ¡Sí, he maldecido! ¡Y vaya que se sintió bien! ─Me carcajeo perdiendo los estribos. ─¡Cat! ─Llama Leti y niego con la cabeza. ─¡Kevin es un maldito! ¡Mentiroso, rastrero, ponzoñoso y pene pequeño! ─Grito exasperada y en medio de sollozos. ─¡Catherine Spellman! ─Reclama mi madre. ─Madre…lo siento, pero me harté, ya no creo en los hombres ¡Son demonios! Y eso es ofender a los demonios ─suelto barriendo mis lágrimas con mi mano y de forma brusca. Mi maquillaje seguramente se arruinó como mi boda. ─De mi hijo no vas a estar hablando, él… ─¡Él me debe mucho dinero! ¡Todos mis estúpidos ahorros se los di, para esta boda! Pero dudo que haya usado todo. Me robó y me dejó en el altar, señora, su hijo es un patán y un poco hombre ─intervengo en un gruñido, todos me miran con sobresalto─. Váyanse al infierno, tú, tú y tú, obvio mami y papi ustedes no y Leti…dime que trajiste tu Vespa ─digo mirando a mi mejor amiga. ─No la traje, pero… ─No dejo que termine de hablar, me bajo del altar alzando mi vestido para dar pisotones a la salida. ─¡Catherine Spellman, ven acá! ─Llama mi padre detrás de mí, pero les ignoro. ─¡Cat! ─Grita Leti. Comienzo a correr despavorida fuera de la iglesia con mis latidos desbocados. Quizá sí estoy maldita y esto me lo demostró. ¿Cómo podré acabar con esta maldición? Cuando ahora solo quiero olvidar el cómo me siento ahogándome en alcohol hasta que se me borre la memoria, el que perdí la dignidad y me quite finalmente la vergüenza… ─¡Detente, Cat, mierda! ─Grita Leti. ─¡No! ─¡Alguien deténgala! ─Pide ya que sigo corriendo y esquivando todo a mi camino. ─¡Quiero alcohol! ─Suelto empujando un carrito de naranjas de mi camino provocando que todas se dispersen en la calle ganándome insultos de las personas y procedo a sacarme los tacones para correr descalza por las calles. Si antes había perdido la dignidad, ahora sí no me queda nada de ella. ** Me alzo encima de la barra cantando “rata de dos patas” de Paquita, luego de beberme más de cinco Gin tonic. Las personas del bar corean conmigo acompañándome en mi sentimiento. ─¡Porque un bicho rastrero! Aun siendo el más maldito, comparado contigo…¡Se queda muy chiquito! ¡Kevin, esto es para ti! ─Canto bebiendo el restante de mi coctel. Me tambaleo en la barra. ─Novia fugitiva, creo que fue suficiente para ti ─dice el dueño del bar. ─¡No! ─Reniego. ─Llamaré un taxi ─dice y hago puchero, aún no le puedo olvidar, me sigo sintiendo mal. ─Me dejaron en el altar, estoy endeudada, soy pobre y sin trabajo ¡¿Seguro quieres llamar a ese taxi?! ─Gruño agachándome para sujetarle el cuello de la camisa, suelto un hipeo por la ebriedad. ─Cat ─dice Leti detrás de mí. ─¡Me encontraste! ─Digo efusiva con una sonrisa soltando al sujeto para abalanzarme hacia mi amiga. Ella me abraza ayudándome a bajar de la barra─. Eres muy linda ¿Por qué sigues soltera? ─Inquiero mirando su cabello rubio. ─Porque me gustan los hombres, y no el compromiso ─dice haciéndome reír─. Te traje estos zapatos, vi que dejaste en el camino los tuyos ─menciona mostrándome unos tenis. ─Eres tan…dulce ─Eructo y tomo asiento en una de las sillas para dejar que ella me ayude a colocar los tenis, cuando termina muevo mis pies─. Son lindos, ¡pongan de nuevo esa canción! ─Pido levantándome de un salto. ─¡Ya se colocó cuatro veces! ─Grita un hombre a lo lejos. ─¡Una quinta vez! ─Chillo. ─Cat, es mejor que nos vayamos…ya ha sido suficiente ─dice Leti y niego con la cabeza. ─Aún me duele ─sollozo dándole paso a las lágrimas. Ella me abraza con fuerza. ─Lo sé, pero esto no te ayudará, vamos a casa ─propone. Suelto un suspiro asintiendo. ─Hay que pagar…la cuenta ─digo y ella saca unos billetes entregándoselo al dueño del bar─. ¡Adiós Pedro! Recuerda que debes de regar las hortensias ─Exclamo despidiéndome de él. Leti me saca del bar y me percato que ya es de noche, miro el cielo oscurecido y estrellado sintiendo a mi corazón latir rápidamente, pues mi vida se acaba de arruinar. ─No estés desanimada, tu vida no se acabó. Él se arrepentirá de todo lo que te hizo ─dice a mi lado mientras caminamos. Asiento con mi cabeza instintivamente y a la lejanía veo un mercadito con puestos, pero uno llama mi atención. Mis pies se mueven con inercia a ese lugar─. ¡Cat, maldición! ─Espeta siguiéndome. A medida que avanzo puedo ver mejor el puesto, es una especie de tienda de acampar gigante de un color morado, tiene lucecitas y un cartel que dice: “Tarot, amor, pócimas, hechizos de Madame Esmeralda” ─Tienes que dejar de correr así ─dice Leti agotada. ─Quiero entrar ─digo embelesada. ─¿A dónde? Sabes que eso no sirve y tú no crees en eso. ─Me quitaré la maldición ─suelto alzando la tela de tienda para entrar. ─Espera, Cat, no puedes… ─¡Bienvenidas! ─Anuncia una anciana vestida de forma llamativa, colores, texturas y muchas joyas doradas encima. Sus ojos son de diferentes colores y su cabello es de un gris espeso mientras que su maquillaje es recargado tratando de llevarse la atención─. Oh, por ti estaba esperando ─dice de repente y abro mis ojos. ─¿Por mí? ─Cat, esto es una estafa ─gruñe Leti ya cansada. ─Sí…eres la novia maldita ─responde sorprendiéndome. Leti resopla dándose un manotazo en la frente. ─Sí, soy yo…dígame, ¿cómo me quito la maldición? Quiero encontrar al hombre de mis sueños, que me ame como ninguna y solo a mí, que no me rompa el corazón y sea de otro mundo…el hombre perfecto ─hablo sin parar sentándome al frente de la mesa redonda donde encima tiene una esfera brillante. La anciana asiente barajeando unas cartas, saca una y murmura─. ¿Qué, qué dice? ─Pido efusiva. ─Cat, Dios, eres tan inocente ─espeta Leti. ─Sí, lo sé. También soy una simplona, aburrida, torpe, estúpida y… ─No eres nada de eso ─interviene Leti. Pero sé que soy eso, me lo han repetido muchas veces, aprieto mis manos en impotencia. ─Tengo lo que buscas ─anuncia la anciana. Se levanta y regresa de inmediato con una vela en las manos, es de color n***o y tiene unas tiras rojas alrededor, me enseña una nota como si estuviera arrancada de un libro antiguo─. Vas a encender esta vela, mientras dices estas palabras: “servus libidinosus mi rex impiorum veni ad me et adsume me tua dilige me et adora me omni tempore quo invocant te peccata mea” tu maldición se liberará ─explica, sostengo las cosas en mis manos. ─Señora lo siento, mi amiga sé que parece potencial para estafar, aquí tiene un billete por la molestia ─dice Leti haciendo ademán de quitarme las cosas, las aparto levantándome de la silla. ─Tengo que hacerlo ─menciono. ─¡Cat! ─Gruñe. ─No le estoy pidiendo dinero ─dice la anciana llamando la atención de ambas─. Solo estoy aquí por ella, así me lo ha pedido mi rey luminoso ─acota desconcertándonos, pero decido ignorar lo que dice. ─Gracias ─menciono para irme, la anciana me da una sonrisa con un asentimiento. Leti resopla y salimos de la tienda, mis ojos se quedan mirando la vela y puedo sentir un cosquilleo en mi cuerpo, una sensación de otro mundo. Súbitamente, suelto una bocanada de vómito en la calle. ─Ha sido suficiente, vamos a la casa ─dice Leti acariciándome la espalda. ** Luego de bañarme, miro el vestido de mi boda fallida en el suelo. Dejo salir un suspiro colocándome un camisón para cubrir mi desnudez, camino hacia la vela con la nota de lo que debo decir. Me inclino en el suelo aún con mis sentidos domados por el alcohol y bebo un poco de ginebra que había encontrado en despensa, Leti está dormida en la habitación conjunta de nuestro departamento compartido. Tomo unos cerillos y sentándome en el suelo quemo la mecha de la vela para repetir las palabras. ─”Servus libidinosus mi rex impiorum veni ad me et adsume me tua dilige me et adora me omni tempore quo invocant te peccata mea” ─cito y la vela se apaga de golpe como si la soplaran, arrugo mi cejo riéndome de lo estúpida que me veo─. Ahora sí he perdido toda mi dignidad ─murmuro yéndome a la cama para caer rendida finalmente. ** Abro mis ojos de golpe al escuchar cómo se caen unas cosas en el suelo de mi habitación. Mis latidos golpean con fuerza y veo a un hombre desnudo de espaldas al frente de mí, su cuerpo es como de un Dios griego, fornido, atlético, grande que me hace sentir que estoy perdiendo el aliento mientras que mis sentidos se incendian de forma fortuita y…él se da la vuelta para mirarme, vislumbro sus ojos miel, barba oscura, cabello castaño y espeso, su cuerpo está lleno de tatuajes coloridos, él no cubre su polla. Puedo notarla enorme y erecta al frente de mí. Trago con dificultad por eso. ─¡¿Dónde mierdas estoy?! ─Gruñe con una voz retumbante que eriza mi piel pareciendo muy molesto. Grito sin pensarlo dos veces. Pues no es normal que aparezca un hombre desnudo de la nada.

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